Estoy haciéndome un café en la cafetería
del trabajo, como todas las mañanas. Dejo que el agua en el microwave
llegue al punto de ebullición. Los tres primeros granos de café, hacen
borbotear el líquido. Es hermoso. Sube como la marea enfurecida. Después
se calma y el resto del polvo, la crema y el azúcar, se mezclan sin otros
cambios visibles. Así es más o menos la vida. La primera acción es la que
transforma, motiva, trastorna el estado de las cosas. Después la calma.
La vida simple, rutinaria, terrible, deseada. El primer hijo mueve los
cimientos de los padres. Lo esperan con todas las expectativas, los detalles,
todos los ajustes necesarios, tanto en la casa como en sus vidas. Y llega
el día a día, o sea, la verdad. El cansancio diario, la alegría, el trabajo, la
lucha, el miedo. De pronto, el otro hijo se aparece casi sin
buscarlo. El segundo. Ya la palabra lo señala. Hereda la cuna (nuevecita) las
frazadas, la ropa y hasta la maruga, que fue el primer regalo del padre. Lo
primero motiva, trae otros bríos, otra esperanza. Después el tiempo acomoda las
cosas, las pone ahí, para verlas desde otra perspectiva. Vivimos impulsados por
instantes. Al final, queda lo que aquella explosión dejo. Formamos
nuestra historia de momentos perecederos. Somos tan simples en nuestras
complicaciones. Como los primeros granos de café en el agua hirviendo. Así
somos para dejar de serlo y volver a caer. Ebullicion y calma. La vida misma.
Saturday, January 26, 2013
Legado para mis niñas
Para mis niñas Nataly, Rosy y Gianna:
Esto que les escribo
es un acto más de egoísmo de mi parte. No es libre de intereses, ni ingenuo, ni
del todo desprendido de orgullos o dogmas insoslayables en mí. Tampoco es
una despedida. No es más que una forma de hacer algo inútil, pensando en algo útil.
Después de tanto creer que he amado, concluí que si
alguna vez lo he hecho verdaderamente fue cuando ustedes tres llegaron a
mi mundo y se instalaron en el sin mi permiso y me apartaron y
derrumbaron todos mis débiles muros. Y por ese mismo amor que siento, no
dejo de pensar en la inutilidad de todos mis actos, en los pasados y en los
futuros. Todo lo que les diga y lo que haga, no tiene la menor
relevancia. La vida siempre ira por su caudal y las llevara a ustedes en el,
inexorablemente. Y sé que es así como tiene que ser, aunque en el caso de las
tres, me hubiera gustado (que ingenuo puedo ser) haber podido dirigir un poco
ese caudal y llevarlas más amablemente por lugares para mi medianamente
humanos y menos dolorosos. Como soy incapaz de dejarles o darles
(ya dije que esto no es una despedida) una vida buena, económicamente
hablando, solo me queda decirles que ante todo y a pesar de todo, siempre
traten de ser felices. A veces ser feliz puede acarrear la infelicidad de
otros. Lo inteligente seria ponerlo todo en la balanza y definir hasta donde
llega el límite entre el egoísmo (el de ustedes y los demás) y la única opción
posible, aunque fuera la de producir dolor. Sea lo que fuere, opten
siempre por ustedes, es mi opinión. No se dejen embaucar por ninguna creencia
que no sea la propia en la que ustedes han puesto sus
conocimientos, sus ideas y sus razonamientos. No confíen en iglesia
alguna. La palabra de Dios es solo la palabra de algunos hombres y como estas
que escribo, no están exentas de mentiras, egoísmos e imposiciones. Crean en la
palabra que les lleve a ser libres. Ser libres no es ir por el mundo a la
desbandada, como un ser irracional. Ser libre es poder vivir en tu mundo
propio, con todas las piedras, huecos, miedos, golpes, tragedias y alegrías
que les traerá ese camino. Ser libres es sentir compasión, vivir sin
prejuicios y sin los dogmas que quieren imponer los demás. Estar
consciente de que nada ni nadie es superior a ustedes y a nadie ni a nada les
deben pleitesía o un obedecimiento sin que medie la inteligencia, su
propio carácter y sus propias ideas. No abusen de alguien porque lo sepan
inferior o desprotegido. Esa persona también tiene su propio discurso.
Trabajen arduamente para que mañana no las pateen descaradamente. El
poder económico es importante. Este es el mundo que les toco vivir y sin economía,
la vida les será aun más miserable. Estudien para vivir mejor, para que puedan
hacer después lo que más les gusta. El dinero no es la felicidad, pero ayuda mucho
a obtenerla. Los hombres somos todos unos miserables. Nunca crean en
ninguno. Digo absolutamente en ninguno. Si basan sus relaciones en ese
concepto, conociendo la miseria del que las acompaña, estarán un poco más
protegidas. Cuidado con el amor. Engaña el amor. Engaña porque lo primero que
muestra es que es lo mejor que podría pasarles en esta vida. Podría ser lo
mejor. Creo que para mí, el amor que les tengo es lo más genuino y mejor que me
ha pasado. Pero es un mal que se tiene que tener vigilado. Sobre todo si se ama
y se espera algo de la persona que amas. En ese punto comienza el desastre.
Disfruten la vida como si fuera el último día. Las cosas hermosas se agotan muy
rápido y hay que tomarlas a sorbos, saboreándolas. Estos son a grandes rasgos,
lo que me gustaría dejarles como legado. Legado que como verán no tiene todos
los colores placenteros que se desearían. Pero si coloreara más bonita la vida,
les mentiría. A las tres niñas que amo, les dejo esto por igual. Un abrazo
siempre, que nunca abarcara todo lo que les deseo.
Su Apo.
Saturday, January 19, 2013
Cuando salgo del tren
Cuando me bajo del tren, todo tiene un
color gris y un color morado y el aire huele diferente. Prendo el motor del
carro y huelo La Habana. No es una nostalgia lo que me invade, es un
descubrimiento, la sensación de ser y estar y vivir dos tiempos al unísono. No
miro la fealdad circundante. Vivo otra. Soy joven y lo que es mejor, me siento
joven. Soy un hombre y un adolescente. Voy por un costado del minúsculo
aeropuerto. Mi vida real. Bajo de la guagua en movimiento y corro un
pequeño tramo hasta recuperar el equilibrio. Freno en el semáforo y
recuerdo que mi mujer me pidió que comprara leche antes de llegar. El
olor de los diente perros y el agua podrida. Allá y aquí. Sé que la casa ya no está.
En su lugar, un amontonamiento del mal gusto y la miseria. La capilla
resistiendo aun. Lo que queda de ella. Me espera una ensalada, Nani y su beso.
La ducha tibia, ropa limpia. Voy con un amigo descubriendo el cementerio
y robamos la alada mano de un ángel de mármol. Recitamos a Machado, Miguel Hernández,
Huidobro. Miro por la ranura de la puerta del baño y veo el agua que baja
y peina los pelos de su sexo. La humedad les da un tono de metal
brillante. Se adhieren a los muslos blancos, tan blancos... El tráfico no me
deja avanzar. Un perrito horrible entre los carros, asustado, desorientado.
Delante de mí, por la ventanilla, una muchacha lo llama, le hace señas. El
perro receloso la mira y no se mueve. Se baja otra muchacha y corre a
agarrarlo. Observo sentado al timón. Movimientos rítmicos. La juventud, que es
una danza. También es blanca, tan blanca...El perro huye. Casi lo atropellan.
La muchacha grita histérica. Aun así es linda. Ya no estoy allá. Si.
Coppelia y la magia. La Cinemateca proyectando un ciclo de Fellini.
La pizza con la malta. Doblo hacia la izquierda. Olvide la leche. Voy a
buscarla. La mujer me muestra empanadas, helados en especial. Compras uno y el
otro es gratis. Solo leche, gracias. Abro la puerta. Un beso, otro, otro.
La casa huele a mi casa. Me doy un baño, piyama limpio, perfume. Bajo las
escaleras con la ropa sucia en la mano. Pienso que voy a escribir. La casa.
Las paredes. La puerta. El
sofa. El horno. Las fotos.
El pasillo verde
Era un pasillo infinito. El techo
abovedado y las paredes de un verde brillante. Miraba los cuadros que cubrían
todo y me sentía muy pequeño, incluso, tenía la sensación de que si hablaba, escucharía
mi voz como la de un niño. Los personajes pintados que colgaban de las paredes
me seguían con las miradas y un perro mostro los colmillos cubiertos
de babas, amenazadoramente. Contaba uno dos tres cuatro y apretaba las
manos y las nalgas, porque me estaba orinando. Sabía que Papa estaba al final
del pasillo. ¿Lo sabía? Sentía que él estaba, pero el temor que me
rodeaba, era el mismo que sería el de no encontrarlo. Las pinturas
imperceptiblemente, suavemente, se movían a mi paso. Algunas caras me eran
conocidas. Todas las miradas frías, acusadoras. Uno dos tres cuatro. Papa
estaba esperando. Miraba el techo y sabía que lo vería al final del pasillo. ¿Sentía
calor? ¿Sentía frio? No lo recuerdo. Solo recuerdo el olor a salitre y la arena
chorreando por entre mis dedos. Estaba muy oscuro, pero lo veía todo nítidamente,
con una tenue sombra que se deshacía mientras caminaba. No podía
distinguir el final del pasillo, un poco más adelante era la oscuridad
absoluta. Me angustiaba que Papa se preocupara por mi demora. Me esperaba
sentado en la arena. Sabía que estaba sentado en la arena y detrás de el una
pared de tierra y raíces que semejaban serpientes gruesas y húmedas.
Alrededor de él, varios platos de barro contenían pequeños instrumentos de
hierro: un clavo de riel, un arco, un hacha, una cabeza de piedra con ojos y
boca formada con caracoles; todo cubierto de una costra espesa y oscura. El
silencio caía desde el techo y me aplastaba, me obligaba a tratar de descifrar
los murmullos continuos de las figuras que colgaban de las paredes.
Plusplssssrrrff. Se escuchaba en el silencio. Pero sentía que me
hablaban. Puuurrrrchss. Seguían. Me movía despacio haciendo fuerza con
las piernas, que se resistían como si no me pertenecieran y tuvieran vida
propia, ignorándome. Me sentía vulnerable, angustiado por algo que no alcanzaba
a descifrar. Sabía que Papa estaba acostado en la hierba y su prominente
barriga parecía una duna en el verde y la arena. Escucho su voz. Me dice: mo te
mu omi*. Y vuelve a repetir: Mo te mu omi, como una súplica. Entonces me doy
cuenta que trato de gritar, pero de mi garganta solo salen ruidos,
rrrrssshhgg.... digo. Los ojos de una mujer que está pintada en uno de los
cuadros son de un color ámbar y me miran con odio, con desprecio, con lujuria.
Siento que a cada paso que doy, el pasillo se estira un poco más. La mujer se
retuerce y de su boca comienzan a salir los mismos utensilios de hierro que
rodean a papa. Veo como una pequeña hacha cae al piso, después una
pasta del color de la tierra y un clavo y otro y otro. Cierro los ojos
para no ver a la mujer vomitando, pero no puedo dejar de verla. No puedo dejar
de escuchar en el silencio los gritos y a Papa repitiendo mo te mu omi, mo te
mu omi.
*Mo te mu omi= quiero
agua.
frase en Yoruba.
Saturday, January 12, 2013
No somos iguales
Trabajo en una compañía, donde el 97%
de los que laboran en el almacén son negros y el 90% de los que trabajan en las
oficinas son blancos. Cuando digo blanco, estoy incluyendo a los latinos, que
para los americanos y negros, somos otra raza inventada por ellos para
catalogarnos en un grupo específico. Cuando vivía en Cuba, producto tal vez de
mi juventud y del abismo cultural que se tenía con relación a otra nación o país,
los pueblos extranjeros eran un misterio indescifrable y distante. Desde
que vivo aquí he tenido que lidiar con un sinnúmero de culturas, tropezar con
ellas y asimilar cosas que me parecen buenas y rechazar algunas que venían
enraizadas a mí. Todos los libros que he leído, las películas que he visto, las
canciones escuchadas, la historia aprendida, las noticias recibidas, las
comidas disfrutadas; todo me hace ver que en lo esencial, somos parecidos. Eso
es indiscutible. Sabemos que los humanos vivimos y sufrimos más o menos por las
mismas cosas. Pero no somos iguales. Lo que más nos asemeja y nos
une, es el grupo social. O sea, somos lo que mamamos. No es igual un japonés a
un cubano. Ni un negro norteamericano a un guatemalteco. Una niña de Etiopia,
por ejemplo, de 7 años de edad, esencialmente es lo mismo que una niña
cubana de 7 años de edad. Las dos quieren jugar, correr, tener amigos, etc.
Pero la diferencia está en la cultura, en la tierra donde viven, en lo que
las rodea. Esa niña etíope, envuelta en trapos, padeciendo la discriminación
mayor, que es ser mujer, mas mil horrores de todo tipo, no pude ser lo
mismo que la cubanita, chancleteando las calles, imponiendo su presencia y su
lugar en la sociedad en la que vive y a su vez, muy diferente de una inglesita,
con su cultura y su nivel de civilización. Se que es una forma simplista
de demostrar un abismo que nos separa a unos de otros, pero es la forma más fácil
para decirlo. Somos diferentes. Somos lo que nos influyo desde que nacemos. Lo
inteligente, lo que demuestra un proceso de análisis y de avance humano y
personal, es entender esos lastres que cargamos y saberlos separar, abolir
algunos y adoptar otros cuando sean mejores y conlleven a adelantar. Uno se
debe de separar de la influencia impuesta, primero por los padres y después por
el medio que te aunó a sus filas, de la iglesia, de las doctrinas
impuestas. Escogerlo todo y como norma, cuestionarlo, ver
diferencias, observar. Ya eso sería un logro. Después es el aprendizaje
constante, la asimilación. Eso es lo que nos diferencia del grupo, de la
tribu, es lo que nos hace únicos. Romper con formas y lazos negativos y estar
consciente de ello. Librarse de ataduras absurdas y vivir o pensar como lo
dicta un cerebro que evoluciona. Como dice la ranchera de José Alfredo Giménez
(aunque en otro contexto): que no somos iguales, dice la gente...
Saturday, January 5, 2013
Cinco
Paso el día en silencio
y mi cabeza hablando,
la forma ideal.
Vienen conmigo
todos los fantasmas
que arrastro
¡y cómo me exigen!
Huyo de casi todo
el mundo
para tratar de
encontrarme
y nunca se cual es la
dirección
correcta.
Saludo a un hombre
desconocido
y lo miro de soslayo
con la desconfianza
de mi habitual
incertidumbre.
Grito y nadie me
escucha,
no importa
si es en auxilio
o una palabra que
hilvana
la ternura.
Puedo hasta parecer
un buen señor
un educado señor
un poco amargado
señor.
Puedo serlo, ¿por qué
no?
Siempre que no
descubran
los ríos profundos
de piedras,
las tormentas oscuras
el miedo infinito.
No abro mi boca
no dejo escapar nada.
Me perdería
inevitablemente,
entonces si me encontrarían.
2013
Cuando dieron las 12, ya estaba
dormido. Lo supe por el sonido lejano del teléfono. Creo que mi mujer contesto.
Pensé: felicidades, y seguí durmiendo. No sentí los fuegos artificiales,
ni gritos, ni copas, ni cubos de agua lanzados hacia la calle. Antes, había
destapado la botella de un Malbec argentino. Miraba la televisión y me aburría
con lo de siempre. La gente es feliz en estas fiestas. Qué bueno. Yo no logro
entender muy bien el por qué de esa felicidad. Lo entendería si alguno de ellos
me dijera que le regalaron un carro último modelo, con seguro incluido por todo
el año, o que se salvo de que lo llevaran a la cárcel, o que conoció
a una mujer que le para hasta el corazón. Cosas así entendería. Pero, ¿que es
lo que hace feliz a la muchedumbre cuando un reloj se acerca a las 12:00am del
ultimo día del año? No sé. Pero que lo sepa o no, deja de tener importancia,
porque realmente yo no entiendo casi nada. Es bonito, de todas formas, eso de
celebrar, gritar, bailar y comer en grupos. A mí me gusta mucho. Si se está
entre gente que a uno le cae bien, se pasa bien. Aun yo que soy un aguafiestas,
un amargado, como me dice mi familia. Mientras dormía, mezclado con sueño y
desvelo, un cuento iba tomando forma. Tenía un principio, que es lo más difícil
y el final era ambiguo, como la duermevela en la que estaba. Pude sentir el
ritmo de la historia y me gustaba. El lenguaje se deslizaba fácil por los
laberintos de las palabras. Cuando abrí los ojos, se esfumo todo. No encuentro
ni el ritmo, ni la primera palabra para comenzar, ni el lenguaje deseado. Se
fue, se quedo en el año viejo. No es la primera vez que me pasa eso. Creo que
si de verdad es algo que voy a hacer, regresara de alguna forma. No tengo
que darle mucha importancia a eso. Voy a leer las predicciones de este año para
mi signo del Zodiaco. Siempre
me auguran tiempos mejores. Eso es reconfortante.
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