Saturday, January 26, 2013

Ebullicion y calma


Estoy  haciéndome un café en la cafetería del trabajo, como todas las mañanas. Dejo que el agua  en el microwave  llegue al punto de ebullición. Los tres primeros granos de café, hacen borbotear el líquido.  Es hermoso. Sube como la marea enfurecida. Después se calma y el resto del polvo, la crema y el azúcar, se mezclan sin otros cambios visibles. Así es más o menos la vida. La primera acción es la que transforma, motiva, trastorna  el estado de las cosas. Después la calma.  La vida simple, rutinaria, terrible, deseada. El primer hijo mueve los cimientos de los padres. Lo esperan con todas las expectativas, los detalles, todos los ajustes  necesarios, tanto en la casa como en sus vidas. Y llega el día a día, o sea, la verdad. El cansancio diario, la alegría, el trabajo, la lucha,  el miedo.  De pronto, el otro hijo se aparece casi sin buscarlo. El segundo. Ya la palabra lo señala. Hereda la cuna (nuevecita) las frazadas, la ropa y hasta la maruga, que fue el primer regalo del padre. Lo primero motiva, trae otros bríos, otra esperanza. Después el tiempo acomoda las cosas, las pone ahí, para verlas desde otra perspectiva. Vivimos impulsados por instantes. Al final,  queda lo que aquella  explosión dejo. Formamos nuestra historia de momentos perecederos. Somos tan simples en nuestras complicaciones. Como los primeros granos de café en el agua hirviendo. Así somos para dejar de serlo y volver a caer. Ebullicion y calma. La vida misma.


Legado para mis niñas


Para mis niñas Nataly, Rosy y Gianna:
Esto que les escribo es un acto más de egoísmo de mi parte. No es libre de intereses, ni ingenuo, ni del todo desprendido de orgullos  o dogmas insoslayables en mí. Tampoco es una despedida. No es más que una forma de hacer algo inútil, pensando en algo útil. Después de tanto creer  que he  amado,  concluí   que si alguna vez lo he hecho verdaderamente fue  cuando ustedes tres llegaron a mi mundo y se instalaron en el sin mi permiso y me apartaron y  derrumbaron todos mis débiles muros. Y por ese mismo amor que siento, no dejo de pensar en la inutilidad de todos mis actos, en los pasados y en los  futuros. Todo lo que les diga y lo que haga, no tiene la menor relevancia. La vida siempre ira por su caudal y las llevara a ustedes en el, inexorablemente. Y sé que es así como tiene que ser, aunque en el caso de las tres, me hubiera gustado (que ingenuo puedo ser) haber podido dirigir un poco ese caudal y llevarlas más amablemente por lugares para mi medianamente  humanos y menos dolorosos. Como soy incapaz de dejarles  o darles (ya dije que esto no es una despedida) una vida buena,  económicamente hablando, solo me queda decirles que ante todo y a pesar de todo, siempre traten de ser felices. A veces ser feliz puede acarrear la infelicidad de otros. Lo inteligente seria ponerlo todo en la balanza y definir hasta donde llega el límite  entre el egoísmo (el de ustedes y los demás) y la única opción posible, aunque fuera  la de producir  dolor. Sea lo que fuere, opten siempre por ustedes, es mi opinión. No se dejen embaucar por ninguna creencia que no sea la propia  en la que ustedes  han puesto sus  conocimientos, sus ideas y sus razonamientos. No confíen  en iglesia alguna. La palabra de Dios es solo la palabra de algunos hombres y como estas que escribo, no están exentas de mentiras, egoísmos e imposiciones. Crean en la palabra que les lleve a ser libres. Ser libres no es ir por el mundo a la desbandada, como un ser irracional. Ser libre es poder vivir en tu mundo propio, con todas las piedras, huecos, miedos, golpes,   tragedias y alegrías  que les traerá ese camino. Ser libres es sentir compasión, vivir sin prejuicios y sin  los dogmas que quieren imponer los demás.   Estar consciente de que nada ni nadie es superior a ustedes y a nadie ni a nada les deben pleitesía o un obedecimiento sin que medie la inteligencia,  su propio carácter y sus propias ideas. No abusen de alguien porque lo sepan inferior o desprotegido. Esa persona  también tiene su propio discurso. Trabajen arduamente para que mañana no  las pateen descaradamente. El poder económico es importante. Este es el mundo que les toco vivir y sin economía, la vida les será aun más miserable. Estudien para vivir mejor, para que puedan hacer después lo que más les gusta. El dinero no es la felicidad, pero ayuda mucho a obtenerla.  Los hombres somos todos unos miserables. Nunca crean en ninguno. Digo absolutamente en ninguno. Si basan sus relaciones en ese concepto, conociendo la miseria del que las acompaña, estarán un poco más protegidas. Cuidado con el amor. Engaña el amor. Engaña porque lo primero que muestra es que es lo mejor que podría pasarles en esta vida. Podría ser lo mejor. Creo que para mí, el amor que les tengo es lo más genuino y mejor que me ha pasado. Pero es un mal que se tiene que tener vigilado. Sobre todo si se ama y se espera algo de la persona que amas. En ese punto comienza el desastre. Disfruten la vida como si fuera el último día. Las cosas hermosas se agotan muy rápido y hay que tomarlas a sorbos, saboreándolas. Estos son a grandes rasgos, lo que me gustaría dejarles como legado. Legado que como verán no tiene todos los colores placenteros que se desearían. Pero si coloreara más bonita la vida, les mentiría. A las tres niñas que amo, les dejo esto por igual. Un abrazo siempre, que nunca abarcara todo lo que les deseo.
Su Apo.


Saturday, January 19, 2013

Cuando salgo del tren


Cuando me bajo del tren, todo tiene un color gris y un color morado y el aire huele diferente. Prendo el motor del carro y huelo La Habana. No es una nostalgia lo que me invade, es un descubrimiento, la sensación de ser y estar y vivir dos tiempos al unísono. No miro la fealdad circundante. Vivo otra. Soy joven y lo que es mejor, me siento joven. Soy un hombre y un adolescente. Voy por un costado del minúsculo aeropuerto. Mi vida real. Bajo de la guagua  en movimiento y corro un pequeño tramo hasta recuperar el equilibrio. Freno  en el semáforo y recuerdo que mi mujer me pidió  que comprara leche antes de llegar. El olor de los diente perros y el agua podrida. Allá y aquí. Sé que la casa ya no está. En su lugar, un amontonamiento del mal gusto y la miseria. La capilla resistiendo aun. Lo que queda de ella. Me espera una ensalada, Nani y su beso. La ducha tibia,  ropa limpia. Voy con un amigo descubriendo el cementerio y robamos la alada mano de un ángel de mármol. Recitamos a Machado, Miguel Hernández, Huidobro.  Miro por la ranura de la puerta del baño y veo el agua que baja y peina los pelos de su sexo. La humedad  les da un tono de metal brillante. Se adhieren a los muslos blancos, tan blancos... El tráfico no me deja avanzar. Un perrito horrible entre los carros, asustado, desorientado. Delante de mí, por la ventanilla, una muchacha lo llama, le hace señas. El perro receloso la mira y no se mueve. Se baja otra muchacha y corre a agarrarlo. Observo sentado al timón. Movimientos rítmicos. La juventud, que es una danza. También es blanca, tan blanca...El perro huye. Casi lo atropellan. La muchacha grita histérica. Aun así es linda.  Ya no estoy allá. Si. Coppelia  y la  magia. La Cinemateca proyectando un ciclo de Fellini. La pizza con  la malta. Doblo hacia la izquierda. Olvide la leche. Voy a buscarla. La mujer me muestra empanadas, helados en especial. Compras uno y el otro es gratis.  Solo leche, gracias. Abro la puerta. Un beso, otro, otro. La casa huele a mi casa. Me doy un baño, piyama  limpio, perfume. Bajo las escaleras con la ropa sucia en la mano. Pienso que voy a escribir. La casa.  Las paredes. La puerta. El sofa. El horno. Las fotos.


El pasillo verde



Era un pasillo infinito. El techo abovedado y las paredes de un verde brillante. Miraba los cuadros que cubrían todo y me sentía muy pequeño, incluso, tenía la sensación de que si hablaba, escucharía mi voz como la de un niño. Los personajes pintados que colgaban de las paredes me seguían con las miradas y un perro  mostro los colmillos cubiertos  de babas, amenazadoramente. Contaba uno dos tres cuatro y apretaba las manos y las nalgas, porque me estaba orinando. Sabía que Papa estaba al final del pasillo. ¿Lo sabía? Sentía que él estaba,  pero el  temor que me rodeaba, era el mismo que sería el  de no encontrarlo. Las pinturas imperceptiblemente, suavemente, se movían a mi paso. Algunas caras me eran conocidas. Todas las miradas frías, acusadoras.  Uno dos tres cuatro. Papa estaba esperando. Miraba el techo y sabía que lo vería al final del pasillo. ¿Sentía calor? ¿Sentía frio? No lo recuerdo. Solo recuerdo el olor a salitre y la arena chorreando por entre mis dedos.  Estaba muy oscuro, pero lo veía todo nítidamente, con una tenue sombra que se deshacía  mientras caminaba. No podía distinguir el final del pasillo, un poco más adelante era la oscuridad absoluta. Me angustiaba que Papa se preocupara por mi demora. Me esperaba sentado en la arena. Sabía que estaba sentado en la arena y detrás de el una pared de tierra y raíces que semejaban serpientes gruesas  y húmedas. Alrededor de él, varios platos de barro contenían pequeños instrumentos de hierro: un clavo de riel, un arco, un hacha, una cabeza de piedra con ojos y boca formada con caracoles; todo cubierto de una costra espesa y oscura. El silencio caía desde el techo y me aplastaba, me obligaba a tratar de descifrar los murmullos continuos de las figuras que colgaban de las paredes. Plusplssssrrrff. Se escuchaba en el silencio. Pero sentía  que me hablaban. Puuurrrrchss. Seguían. Me movía  despacio haciendo fuerza con las piernas, que se resistían como si no me pertenecieran y tuvieran vida propia, ignorándome. Me sentía vulnerable, angustiado por algo que no alcanzaba a descifrar. Sabía que Papa estaba acostado en la hierba y su prominente barriga parecía una duna en el verde y la arena. Escucho su voz. Me dice: mo te mu omi*. Y vuelve a repetir: Mo te mu omi, como una súplica. Entonces me doy cuenta que trato de gritar, pero de mi garganta solo salen ruidos, rrrrssshhgg.... digo. Los ojos de una mujer que está pintada en uno de los cuadros son de un color ámbar y me miran con odio, con desprecio, con lujuria. Siento que a cada paso que doy, el pasillo se estira un poco más. La mujer se retuerce y de su boca comienzan a salir los mismos utensilios de hierro que rodean a papa. Veo como una  pequeña  hacha cae al piso, después una pasta del color de la  tierra y un clavo y otro y otro. Cierro los ojos para no ver a la mujer vomitando, pero no puedo dejar de verla. No puedo dejar de escuchar en el silencio los gritos y a Papa repitiendo mo te mu omi, mo te mu omi.

*Mo te mu omi= quiero agua.
frase en Yoruba.



Saturday, January 12, 2013

No somos iguales



Trabajo en una compañía, donde el 97% de los que laboran en el almacén son negros y el 90% de los que trabajan en las oficinas son blancos. Cuando digo blanco, estoy incluyendo a los latinos, que para los americanos y negros, somos otra raza inventada por ellos para catalogarnos en un grupo específico. Cuando vivía en Cuba, producto tal vez de mi juventud y del abismo cultural que se tenía con relación a otra nación o país, los pueblos extranjeros eran  un misterio indescifrable y distante. Desde que vivo aquí he tenido que lidiar con un sinnúmero de culturas, tropezar con ellas y asimilar cosas que me parecen buenas y rechazar algunas que venían enraizadas a mí. Todos los libros que he leído, las películas que he visto, las canciones escuchadas, la historia aprendida, las noticias recibidas, las comidas disfrutadas; todo me hace ver que en lo esencial, somos parecidos. Eso es indiscutible. Sabemos que los humanos vivimos y sufrimos más o menos por las mismas cosas. Pero no somos iguales. Lo que más nos asemeja  y  nos une, es el grupo social. O sea, somos lo que mamamos. No es igual un japonés a un cubano. Ni un negro norteamericano a un guatemalteco. Una niña de Etiopia, por ejemplo,  de 7 años de edad, esencialmente es lo mismo que una niña cubana de 7 años de edad. Las dos quieren jugar, correr, tener amigos, etc. Pero la diferencia está en la cultura, en la tierra donde viven, en lo que  las rodea. Esa niña etíope, envuelta en trapos, padeciendo la discriminación mayor, que es ser mujer,  mas mil horrores de todo tipo, no pude ser lo mismo que la cubanita, chancleteando las calles, imponiendo su presencia y su lugar en la sociedad en la que vive y a su vez, muy diferente de una inglesita, con su cultura y su nivel de civilización.  Se que es una forma simplista de demostrar un abismo que nos separa a unos de otros, pero es la forma más fácil para decirlo. Somos diferentes. Somos lo que nos influyo desde que nacemos. Lo inteligente, lo que demuestra un proceso de análisis y de avance humano y personal, es entender esos lastres que cargamos y saberlos separar, abolir algunos y adoptar otros cuando sean mejores y conlleven a adelantar. Uno se debe de separar de la influencia impuesta, primero por los padres y después por el medio que te aunó  a sus filas, de la iglesia, de las doctrinas impuestas.  Escogerlo todo y  como norma,  cuestionarlo, ver diferencias, observar. Ya eso sería un logro. Después es el aprendizaje constante, la asimilación.  Eso es lo que nos diferencia del grupo, de la tribu, es lo que nos hace únicos. Romper con formas y lazos negativos y estar consciente de ello. Librarse de ataduras absurdas y vivir o pensar como lo dicta un cerebro que evoluciona. Como dice la ranchera de José Alfredo Giménez (aunque en otro contexto): que no somos iguales, dice la gente...


Saturday, January 5, 2013

Cinco


Paso el día en silencio
y mi cabeza hablando,
la forma ideal.
Vienen conmigo
todos los fantasmas
que arrastro
¡y cómo me exigen!
Huyo de casi todo
el mundo
para tratar de encontrarme
y nunca se cual es la dirección
correcta.
Saludo a un hombre desconocido
y lo miro de soslayo
con la desconfianza
de mi habitual incertidumbre.
Grito y nadie me escucha,
no importa
si es en auxilio
o una palabra que hilvana
la ternura.
Puedo hasta parecer
un buen señor
un educado señor
un poco amargado señor.
Puedo serlo, ¿por qué no?
Siempre que no descubran
los ríos profundos
de piedras,
las tormentas oscuras
el miedo infinito.
No abro mi boca
no dejo escapar nada.
Me perdería inevitablemente,
entonces si me encontrarían.



2013


Cuando dieron las 12, ya estaba dormido. Lo supe por el sonido lejano del teléfono. Creo que mi mujer contesto. Pensé: felicidades, y seguí durmiendo.  No sentí los fuegos artificiales, ni gritos, ni copas, ni cubos de agua lanzados hacia la calle. Antes, había destapado la botella de un Malbec  argentino. Miraba la televisión y me aburría con lo de siempre. La gente es feliz en estas fiestas. Qué bueno. Yo no logro entender muy bien el por qué de esa felicidad. Lo entendería si alguno de ellos me dijera que le regalaron un carro último modelo, con seguro incluido por todo el año,  o  que se salvo de que lo llevaran a la cárcel, o que conoció a una mujer que le para hasta el corazón. Cosas así entendería. Pero, ¿que es lo que hace feliz a la muchedumbre cuando un reloj se acerca a las 12:00am del ultimo día del año? No sé. Pero que lo sepa o no, deja de tener importancia, porque realmente yo no entiendo casi nada. Es bonito, de todas formas, eso de celebrar, gritar, bailar y comer en grupos. A mí me gusta mucho. Si se está entre gente que a uno le cae bien, se pasa bien. Aun yo que soy un aguafiestas, un amargado, como me dice mi familia. Mientras dormía, mezclado con sueño y desvelo, un cuento iba tomando forma. Tenía un principio, que es lo más difícil y el final era ambiguo, como la duermevela en la que estaba. Pude sentir el ritmo de la historia y me gustaba. El lenguaje se deslizaba fácil por los laberintos de las palabras. Cuando abrí los ojos, se esfumo todo. No encuentro ni el ritmo, ni la primera palabra para comenzar, ni el lenguaje deseado. Se fue, se quedo en el año viejo. No es la primera vez que me pasa eso. Creo que si de verdad es algo que voy a hacer, regresara  de alguna forma. No tengo que darle mucha importancia a eso. Voy a leer las predicciones de este año para mi signo del Zodiaco. Siempre me auguran tiempos mejores. Eso es reconfortante.