Saturday, February 23, 2013

Yoani

                                                        Hay quien cruza el bosque y solo ve
                                                        leña para el fuego. León Tolstoi

Ahora Yoani Sánchez está de gira. En Brasil le han dado actos de repudios que  impidieron la proyección de un documental donde ella participa. Tengo ideas encontradas con relación a todo esto. Unos la critican porque supuestamente es pagada por entidades,  personas o grupos que la utilizan para desprestigiar al gobierno cubano. Y otros porque es un instrumento del gobierno para dar una idea de libertad de expresión. Yo creo más en la primera opción. Bueno, ¿hasta dónde se va a llegar? Suponiendo que le paguen por lo que hace, ¿que hay de nefasto en eso?  ¿Es que tenemos que continuar armando mártires, crucificados, kamikazes? Todo el que hace una tarea periodística es pagado. ¿O no? Nosotros los cubanos damos palos porque bogas y palos porque no bogas.  Viendo los videos de las protestas en Recife, me pregunto:  ¿quien le paga a toda esa gente que tanto le importa la presencia de Yoani? En lo personal, mañana podría venir a dar una conferencia a la esquina de mi casa y no movería un pie para ir. ¿Por qué tanto empeño? Creo  que son varias cosas: envidia, no importa lo que digan, lo que escriban, lo que opinen; ella es lo que es y punto. Molesta a algunos (incluidos  varios intelectuales de la pasarela) porque declara estar en contra del embargo. Yo también estoy en contra de esa sinrazón y nadie me paga por ello. Me gusta que protesten porque eso es un acto de libertad. Pero cuando esos grupos  han protestado no es demostrando que ella está equivocada, o que escribe mal, o miente. Protestan porque dicen que esta pagada por la CIA.  Protestan porque defienden al gobierno cubano. Protestan para defender lo que es indefendible. Y eso ya apesta. ¿Entonces qué hacemos con las personas que de una forma u otra se oponen? ¿Alguien es impoluto es este mejunje que se revuelve hace ya 55 años? Yo dejaría tranquila a esa mujer, que pasee y hable y disfrute de lo que se ha ganado. De todas formas hace más que todos nosotros juntos.
Al día siguiente de escribir esto, le preguntan por los 5 espías presos. Aunque su respuesta no fue la más brillante y en política cualquier imprudencia  puede ser un desliz imperdonable, es malvado tratar de inculparle que esté de acuerdo con la libertad de los cinco. Solo hay que ver el video y escuchar su tonta ironía. Porque se equivoco de respuesta, eso está claro. Yoani va a continuar recibiendo estos tipos de golpes. También va a recibir aplausos. Así es el show. Disfrutémoslo.

Sunday, February 17, 2013

USS Maine



Algunas imágenes de pronto parecen dar un salto y se posan delante y te llenan de una nostalgia extraña y es entonces que vuelves a escuchar lo que no recuerdas y  a oler olores olvidados con un sentimiento ambiguo de realidad o historias inventadas con el paso del tiempo. Algo así me sucedió cuando supe de la restauración del monumento al USS Maine, en La Habana. Aquel monumento trunco, frente al mar. Un punto de la ciudad donde viví y he cargado a donde fui. Me recuerdo frente a él. Mis deseos de vivir de otra manera. La ciudad es lo que se vive de ella. Nunca La Habana ha sido lo que leí de diferentes escritores. Esa ciudad siempre es la de cada uno de ellos. No solo por las diferentes épocas, sino porque las cosas son lo que uno les imparte.  Nunca La Habana mágica de Cabrera Infante podría ser la mía. Cuando la he recorrido,  paseo por intrincados parajes que se encuentran y desencuentran con los míos, en épocas y visiones tan disimiles y aun tan entrañablemente amadas. Las magias son diferentes. Porque creo que la verdadera ciudad no existe en la literatura. La ciudad es la poesía y la visión adulterada del escritor. La ciudad de Pedro Juan Gutiérrez es la oscuridad y el horror. Yo no la he visto nunca de esa manera y aun así, no me es ajena. La literatura tiende a unir.  Alejo Carpentier me muestra algo que no veo realmente. Esta ahí, pero no es La Habana vivida. Son las visiones y la creación. Es la maravilla de crear. El monumento herido del USS Maine es como la ciudad mía. Trunco, solitario, junto al mar, ambiguo, lejano.


La luna



Desperté cuarenta minutos antes de que sonara la alarma. Cuando me acosté, le envié un mensaje a mi cerebro para despertar antes. Funciono. Dormí la noche entera. Habíamos reído de cosas que pasan en la Internet. Sobre todo unas fotos del Papa luchando con el viento que le desordenaba los trapos que conforman su vestimenta. Era muy gracioso, porque al final, el Pontífice, cansado de las jugarretas del aire, decide renunciar con una blasfemia. Todavía reía cuando lo recordaba, debajo de la ducha. Es bueno reír. A veces se me olvida, pero es bueno. También es bueno cuando Mariana ríe. Es lindo. Ella y yo  vivimos conectados a Internet. Vivimos conectados a Dios. Es el dios real. El que todo lo sabe, el que te contesta a todas tus preguntas, el universal, que no te amenaza ni te exige humildad,  ni  sometimiento ni fe ciega. Salí más temprano.  Entro a un lugar abierto las 24 horas, para comprar una postal. Escojo una que tiene un dibujo de un  hombre de las cavernas esculpiendo un corazón de piedra. La señora que está trabajando me hace preguntas. Quiere saber para quien es la tarjeta. No le contesto. Sonrió. Ella necesita seguir hablando. Me cuenta que su marido tuvo muchas mujeres hasta que la conoció a ella. Después no, solo a ella. La miro.  Me  produce algo parecido a una ternura antigua que no se por cual vericueto del tiempo se me ha perdido. No puede parar de hablar. Observo la hora, tengo el tiempo contado, pero la  escucho  un minuto más. Cuenta  que vivió 28 años felices junto al marido hasta que murió, hace 2 años. Quiere que me lleve una rosa de tela y plástico. A las mujeres nos encantan las flores, susurra. Los ojitos le brillan. Veo en ellos momentos pasados que esos ojos vivieron.  Sonrío. Que tierna es la señora. Me voy. En el tren varias personas están llevando un survey. Se me acerca una muchacha. Tiene la carita asustada. Me pregunta si quiero participar.  Digo que no quiero participar. Veo su carita que no entiende el que yo  no quiera. Le sonrío. Ella no sonríe. Quisiera decirle que se parece  a  un cuadro del Renacimiento, que he visto, pero no sabría precisar cuál es.  Se va un poco enojada. Varios de los que viajan conmigo todos los días me miran. Están molestos porque dije que no. Ellos llenan las planillas. Hacen preguntas estúpidas. Donde pongo mi nombre, pregunta uno de ellos. Otro,  de los que trabajan conmigo,  me reclama que no llene el survey. No le respondo. No tengo ganas. Son peligrosos. Se molestan porque no soy de su grupo. No entienden y los desconcierta. Hay que tratarlos con una calculada cautela. Hay algo primario en ellos,  una actitud primitiva que  cualquier cosa los puede volver  violentos. Eso se aprende con el tiempo. Cuando era joven contestaba a todo. Todo se convertía en una cruzada. Ahora no. No me importa. Cuento con los dedos. ¿Quien me importa? Algunas cosas me importan. Algunas personas también. Pocas. Así es mejor. Se libera uno, anda sin muchos lastres. Lo ideal es vivir más ligero, aunque es difícil. Llego al trabajo. Veo la luna. Me gusta, es algo que esta allí y lo olvidas y una noche la miras y dices: la luna, que cosa, ¿no?  y sigues.


Saturday, February 16, 2013

El barrio: Dulce



Cuando la recuerdo, lo primero que viene a mi memoria es una pequeña botella de perfume, con la forma de la Torre Eiffel. Después son sus manos, aquellos dedos largos, interminables, con olor a cigarro, que acariciaban suavemente, como si se posaran sobre una superficie muy frágil que se quebraría al menor descuido. Aquella tarde me invitó a ir con ella. Había siempre un misterio, algo que no se decía en todos sus actos. Entramos por un pasillo, al lado del Ciro Frías, y cuando llegó a la puerta, sacó una llave de la cartera y la abrió. Dentro estaba aquel hombre, acostado en una cama que ocupaba casi la totalidad de la pequeña habitación.  Comenzaron a hablar en susurro, y yo me dediqué a mirarlo todo a mí alrededor. Sobre una pequeña cómoda, entre varios portarretratos con fotos de una niña y una Virgen de la Caridad, estaba la torre de cristal. Dulce discutía en voz baja con el hombre. Después le tiró la llave a la cara, me tomó de la mano y salimos de allí, casi corriendo. No entendía por qué ella lloraba, pero creí que lo mejor sería el silencio. Al rato ya reía mientras le gritábamos al viento: ¿qué pinga es la que te singa? Y ella reía y me decía, una vez más: ¿qué pinga es la que te singa? Y yo estaba contento de verla que ya no lloraba, y se reía y gritaba y me llevaba de la mano. Algunas noches me invitaba a dormir con ella. Cuando creía que estaba dormido, se abrazaba a mi espalda y sentía su aliento en mi cuello y era tibio y bueno. Me contaba de sus amantes y se reía de ellos, y yo reía también y cantábamos canciones de Julio Iglesias que la ponían muy triste. Una de esas tardes que sin nada especial se tornan imborrables, hicimos mayonesa. La ayudaba con los huevos mientras echaba el aceite poco a poco y a la vez aguantaba la batidora, porque se estremecía y se iba corriendo por la meseta. Tengo un recuerdo que se disfuma entre un sueño o algo que sucedió realmente: es una cueva muy grande que termina en un río; justo en la orilla, un bote de remos volteado e inservible, cubierto de un musgo verde y húmedo. Muy cerca, un inmenso cocodrilo dormitaba. Dulce y yo estamos dentro de esa cueva y siento una tranquilidad como nunca antes en otro lugar. No hablamos, solo miramos alrededor nuestro. Hay silencio en el sonido del agua deslizándose. Tuvo una hija que nació un día de mi cumpleaños. La fui a ver al hospital con un amigo de la escuela. Cuando llegamos, tenía la niña cargada y me pidió que me acercara a verla. El bebé parecía un gatico albino, arrugado y feo. Ella lo acariciaba suavemente y yo miraba sus dedos rozando aquella piel que parecía irreal, y de alguna manera supe que ya no me tocarían más. Después, no recuerdo cuándo, se ahorcó. Rompieron la puerta del baño para sacarla ante las miradas curiosas del barrio reunido frente a la casa. ¿Qué pinga es la que te singa?, repite, mientras ríe, cuando la recuerdo.

Fotos



Una foto, puede ser más ilustrativa que un video con sonidos. Por ejemplo: puedo mirar por horas albúmenes antiguos y disfrutar de cada detalle, cada expresión, actitud o simplemente, sorpresa. Pero me aburre infinitamente si veo más de veinte minutos un video familiar. Las fotos captan un instante que se pierde en el movimiento. Crean una magia imperecedera, estática y única. Tengo infinidades de imágenes en mi memoria de fotos de todo tipo que he visto durante toda mi vida y ni una sola de un video. Ahora, después de todo este desvarío, quiero llegar al punto que me hizo escribir esto: una foto de Nicolás Maduro, Elías Jaua y la procuradora general de Venezuela, Cilia Flores. Me cuesta trabajo, en este momento, imaginar algo mas patético. Estos tres importantísimos personajes del gobierno venezolano, posan para la cámara cargando sendas imágenes de vírgenes destinadas a la recuperación del presidente Hugo Chávez Frías. Están retratados en Cuba, país donde se encuentra en estado de gravedad su comandante. Observo las tres caras. Trato de separarlos de lo que representan y veo a tres subnormales posando para una cámara, representando la vulgaridad, la nimiedad  del Tercer Mundo. Veo en ellos lo que nos vende en el mundo civilizado. Gente bobinas, llenas de terror, creyentes subdesarrollados y oportunistas del momento. Me cuesta mucho trabajo aceptar como estos gobiernos son mirados legalmente en la otra parte del mundo. Ver a Evo Morales, a Ortega y su mujer, la hippie trasnochada o a Fidel haciendo ejercicios a la salida de un elevador, son de las cosas más tristes que se puedan recordar.  El Che Guevara fue más inteligente o vivió una época, aunque equivocada, si más genuina. Fidel Castro fue un emblema, un símbolo de esa  época (aquí no estoy juzgando su cacareada revolución ni su dirigencia). El Che fue también otro símbolo. Murió y quedaron para la historia fotos que lo captaban en su vida política. Fotos lindas, donde la cámara enfocaba a un hombre decidido, romántico, enérgico, trabajando como estibador, hablando en la ONU, fumando pensativo. No importa lo que era verdaderamente, ni importa si ahora cubre algunas t-shirts o es la imagen de una cerveza. Lo captaron para siempre. Fidel pudo competir con esas imágenes, pero no murió. Paso el tiempo, que nos va poniendo viejos, como dice la gran canción. Las fotos que quedaran son las de un loco decrepito vestido de Adidas,  mirando al lente con ojos sin vida  y su eterna  expresión de sorpresa  y  observando una olla de presión como si calculara el peso de un diamante. Fidel como un muñeco olvidado que a veces se descubre en un rincón y nos recuerda lo que fue en otros tiempos. Esos tres personajes cargando las vírgenes para llevarlas a la sala de hospital donde muere un presidente alejado de su país,  son una muestra de la incongruencia y la mediocridad de las políticas que representan. Foto histórica. Todo un símbolo que nunca adornara la camiseta  de un joven progresista.


Sunday, February 10, 2013

Rata



Nada, que vinimos de un pequeño roedor del tamaño de una rata. Es la conclusión a la que ha  llegado  un equipo de científicos internacionales, que nos sitúan en esta tierra de lágrimas, como dicen los boleros, entre los  200,000 y 400,000 años después de que el último dinosaurio nos dejara un  huevo para que Spielberg  filmara  su genial película. Ya  llegue a mi propia conclusión. Es simple como lo soy yo, que no tengo cabeza para interpretar todo esto de las especies: hijo de gato caza ratón. Y, como somos parientes  de un tipo de roedor, es por eso que existen tantas ratas de dos patas (no se moleste, Paquita la del Barrio) andando por ahí, manejando, escribiendo en Facebook, gobernando aldeas, y molestando a la humanidad y todo ese tipo de cosas. Que conste, que no lo digo yo, que lo publico una revista que no lee nadie, pero parece ser muy importante,  que se llama Sciencie, el día 8 de febrero. Leo estas cosas y no puedo  dejar de pensar. Algo en todo esto  se salta o esconde u omite, vaya usted a saber, todo lo que nos  indilgaron  por siglos y siglos hasta el cansancio. Entonces, ¿que hago con todo eso? ¿Donde está el límite de la decencia, cuando le digo a mis nietas que fuimos creados por algo natural, que conllevo a un desencadenamiento de situaciones donde no tuvo nada que ver la mano de un ser  divino,  que caprichosamente, nos dio el título de reyes del planeta? ¿Como tirar a la basura todo ese tumulto de ideas que se encargan de fomentar hasta en las grandes esferas de los gobiernos  hipócritas. ¿Que hago hacia ese sentimiento de un dios que nos regula, nos vigila y decide por nosotros? ¿Y mama Eva y papa Adán? Ese absurdo cuento de ideas platónicas y bobas.  Y no quiero ser rudo cuando pregunto: ¿que hago con el embarazo divino, ese que no vino ni por probeta, ni por un tarro, ni porque se rompió el condon? Ratas somos. Fuimos. Algunos siguen siéndolo. Cuanta confusión, yo que no tengo cabeza para pensar y venir a meterme en estos callejones sin salidas. No he desayunado aun, creo que es producto del hambre. Si, creo que es por eso.



Saturday, February 9, 2013

Tombuctu


Una foto en el periódico muestra a un grupo de soldados franceses, acabados de llegar a Tombuctú. Caminan por un lugar árido, casi un desierto. Lo que se ve alrededor es desolador, arruinado. En el centro de la foto los soldados europeos. El extremo norte de Mali ha sido tomado por grupos islamistas armados, apoyados y financiados por Al-Qaeda.  Donde estos islamitas  han  logrado el poder,  fomentaron  (aun mas) el abuso, las limitaciones de las libertades más elementales, el castigo por las  infracciones  de la moral establecida, el oscurantismo y el terror. Estas leyes consisten en amputaciones, latigazos, velos obligatorios a las mujeres,  y un sinfín más de atrocidades. En mi opinión personal, estoy asombrado de que el gobierno de Francia le esté poniendo término a  esta calamidad. Siempre he visto una especie de cobardía blandengue en casi todos los países europeos con relación al Islam y sus enloquecidas actitudes contra la libertad y la vida. Cuando veo al ejército de la civilización caminando por esas callejuelas inhóspitas, pienso que por fortuna, los que quieren imponer el atraso a todo lo ganado, no lo van a lograr. La inteligencia se impone. Por ese motivo el mundo civilizado ha logrado la magnitud que ostenta. Nunca con dogmas antiguos  y religiones absurdas se podrá destruir la civilización. Estos islamitas con sus ideas de Mahoma, el paraíso y sus once mil vírgenes, podrán (dan) dar problemas, poner bombas, implantar el terror; pero de ahí no pasan. Esa foto con los soldados franceses lo demuestra. El mundo civilizado tiene la fuerza y la inteligencia. Lo demás es la negación de lo humano. La estupidez malsana.



Sunday, February 3, 2013

Gol



Varios hombres jóvenes discuten, gritan, hacen gestos violentos, ríen y solo  hablan de deportes. De pronto repiten una frase como un mantra: lest go Ray!, lets go Ray! Hay cierta belleza en la monotonía de las palabras repetidas. Son como un eco de las cavernas, nuestro tiempo primero. Se apasionan, se enfurecen, vibran. No dejo de sentir una especie de envidia. Sin dejar que me envuelva la melancolía, pienso en cuanto me gustaría  poder tener  ese tipo de pasión desmesurada por algo. No solo el deporte. Pasión por algo. Vibrar de una forma similar. Recuerdo la única vez que participe en un juego de football o balompié, que era como se le llamaba en esa época. La profesora de Educación Física, (la clase que yo odiaba más que Matemáticas), se canso de mis justificaciones, tardanzas, malestares, dolores, ausencias y toda una gama de excusas que utilizaba para no exponerme torpemente delante de  los demás alumnos, con mi penosa  y nula habilidad para cualquier deporte. Sacando toda la masculinidad de que era capaz, me llevo al campo de juego por una oreja, arengándome de que los machos tenían que hacer deportes o que yo prefería, ¿sentarme a tejer? Tuve ganas de responderle que ninguna de las dos cosas eran mis prioridades, pero como realmente en aquel momento no tenía claro ninguna prioridad y me daba pánico aquel hombrote con tetas, obedecí. Los gritos, la cantidad de muchachos y muchachas en las gradas, verlos desde abajo, me mareaban. Tarzan, la profesora, hablo con uno de los que estaban en el terreno y me dejo allí. El muchacho me mostro mi lugar, me grito  algo que  sonó a defensa, delanteros, el arco, ¡que se yo! y corrió a su lugar. Las muchachas reían, gritaban, los muchachos en las gradas jugaban a probar fuerzas, se golpeaban, se empujaban unos a otros. Tarzan sonó el silbato y sentí un silencio, un eco que se producía en mi cabeza y veía como todos  corrían en cámara lenta. Desde las gradas levantaban los brazos, se agitaban. Parecían todos muy felices. Ver eso me hundía más en mi propio terror. De pronto, sentí los gritos, el calor del sol, de nuevo los silbatos de Tarzan. Todo era una confusión tremenda.  Corrían varios hacia la pelota y a patadas la transportaban de un lugar a otro. Se insultaban, sudaban. Yo no sabía muy bien que era lo que esperaban que hiciera y corría hacia donde más o menos veía donde estaba la engorrosa acción. Varias veces escuche improperios contra mí, pero la verdad era que no me reconocía, con toda la adrenalina que me inundaba embaucado en la  locura de patadas y destrezas.  Estaba frente al arco. El arquero me gritaba algo que no entendía. Un muchacho de lejos pateo la pelota perseguido por una jauría que  le  corría detrás. El balón casi tropezó con mis pies. De pronto me vi solo con la pelota y sentí una euforia que me inundaba. El arquero continuaba  gritándome,  y yo no sabía por qué. Corrí con el balón.  Tuve aun más  cerca  la portería. Vi los ojos de asombro del muchacho antes de patear la pelota. Mire como rodaba sobre el terreno, hasta que entro limpiamente en el arco.  ¡Gooooollllllll!!!! Grite. ¡Hijo de puta, maricon, el coño de tu madre!!!!! Escuche a lo lejos silbidos, risas, burlas. Eran dirigidas a mí. Me vi rodeado por un grupo amenazante. ¡Goleaste la portería tuya, comemierda! Ahí fue que comprendí que yo "tenia" una portería. Sin entenderlo todo muy  bien, mareado y humillado camine hacia las gradas, donde me cerró el paso Tarzan con una sonrisa que trataba de ocultar el desprecio que sentía. No te puedes ir del campo, me dijo, tienes que seguir jugando. Recuerdo que la mire a los ojos y vi en ellos la burla general. No sé cuánto tiempo soporte su mirada. Segundos, tal vez. Como sería mi expresión, que su boca se fue desdibujando y la mueca burlesca  que antes la marcaba, desapareció de repente. Me fui en silencio.  ¿Cuantos años han pasado de ese episodio? ¿Cuarenta? Si, más o menos.  Pienso que hoy sigo siendo aquel muchacho inmerso en sus tragedias. Algo ha cambiado. Ahora solo me salva el cinismo, las palabras como escudos.  Poderlo contar ya es todo un juego ganado a puros goles.