Saturday, May 25, 2013

No me maten


En el cuento de Juan Rulfo, un anciano que había pasado 40 años huyendo por el asesinato de un familiar, implora que no lo maten. Ya no tiene  casa, ni tierras, ni mujer, pero no quiere desprenderse de su miserable vida. ¡Diles que no me maten! suplica una y otra vez como un mantra triste. En otro relato  de Charles Bukowski, unos delincuentes van a terminar de asesinar a un taxista de NY pero antes buscan romperle la nariz, último lugar del cuerpo que todavía  mantiene sano. Mientras, hablan entre si y describen las atrocidades que  han cometido con él: su taxi lanzado al rio, su hija de 12 años violada  repetidas  veces, su mujer quemada viva  junto con la casa, pero el  hombre pide piedad con los ojos y lo que le queda de rostro, ¡no quiere morir! El hombre suplica por su vida.  Ahora, esto de lo que voy a hablar no es un cuento, aunque a veces la realidad supera la ficción: Jodi Arias, la mujer acusada de asesinar al que fuera su pareja,  le pide al jurado que no la maten, porque si anteriormente había preferido  la pena de muerte antes de vivir para siempre entre rejas, ahora se arrepiente, prefiere no morir.  Lentamente, describe lo que haría si la dejan vivir en cadena perpetua: una campaña para promover el  reciclaje, un club de lecturas y también  donaría el cabello de por vida a organizaciones caritativas para pacientes de quimioterapia.  ¡Diles que no me maten! se traduce de sus enloquecidas propuestas. Prefiero vivir lo que me resta, arrastrando el dolor terrible de todas las torturas y seguir respirando, parecen decir estos tres personajes: que no me maten, diles que no me maten, aunque ya estémos  muertos.


Wednesday, May 22, 2013

El poeta



Leí asombrado dos poemas de alguien desconocido. Dieron conmigo y me entraron por los ojos y se quedaron allí y después corrieron para instalarse donde conecto con lo que me gusta. Busque al poeta y le mande un mensaje: oye, me gustaron con cojones tus poemas, ¿tienes más? Lo que hizo fue invitarme a su fila de seguidores de Facebook. Lo acepte, claro. Es bonito que alguien te pida ser amigo. Casi nadie me pide a mí. Volví a insistir . ¿Tienes más poemas? Mientras tanto fui buscando, leyendo otras cosas. Ummm, no sé, mucho Dios, mucha virgen, corazón, Martí, patria. Bueno, está bien. Pero hay palabras que trato  de evitar y cuando me encuentro con ellas, me paralizo, a no ser que estén ahí para escupir, o gritar o algo así. No melcocha. Eso no, por favor. Después, por insistir, por joder le envié la dirección de mi blog con una nota: también soy escritor, todo lo digo aquí. Pasaron los días y olvide al poeta y a sus poemas y sus palabras y cuando ya no quedaban rastros, recibí un mensaje más o menos así: estimado Marco Martínez, fui a su blog y busque una biografía suya, algún pequeño párrafo donde pudiera relacionar su persona con lo que escribe y no lo encontré. Me quede mirando aquello y lo volví a leer y lo volví a releer. Le conteste: queridísimo poeta, no tengo ninguna reseña mía en el blog, pero si algunos cuentos, relatos, ideas, palabras y mas palabras, pero si no le es suficiente con eso, puede enviarme un cuestionario y se lo contestare, un abrazo. Todavía no he recibido nada. Pero cosa curiosa, pienso en el poeta todos los días y leo lo que publica. Soy uno de sus fans, le pongo like a todo, le comento, pero el poeta no me contesta.

Sunday, May 19, 2013

Homenaje



Pablo:
Abrí la puerta del carro y lo vi. Me miró calmadamente, como si nos conociéramos de siempre, y entré en el hospital. Una vez más Sisto estaba ingresado. Cuando salí, en el mismo lugar me esperaba.  Sabía que iba a ser así desde que nos miramos. Lo llamé y vino a oler mi mano. Le dije hola cochino, y lo lleve a casa. Mi mujer lo aupó en sus pechos y él nos miraba y se dejaba amar como se dejan amar los superiores. Todavía no era nada, ni gato, ni gata, hasta que le llamamos Pablo.  Asesino y cerrajero, mataba todo lo que se moviera a su alrededor, abría las gavetas y las puertas cuando no tenían el cerrojo echado. Nos traía ofrendas de pájaros, lagartos e insectos destrozados que depositaba orgulloso frente a nosotros.  Ni los gritos de mi mujer ni mi cara de ogro lo hacían desistir, solo nos observaba extrañado de que no fuéramos capaces de gustar de los exquisitos manjares.  Una puerta era un desafío. Con una pata iba empujando, mientras me miraba como diciendo: no hago nada, mira que ni me muevo; convencido de que me engañaba y de su superioridad sobre mí. Con la misma parsimonia a la hora de dormir, exigía su lugar en nuestra cama, que se fue convirtiendo en la de él. Nosotros solo podíamos acomodarnos alrededor de sus bigotes o de su cola o de sus patas sobre mi cara. Arrabalero, se aventuraba por los techos más altos y los balcones de los vecinos.  Así creció en medio del caos que era nuestra casa; de las tormentas que llegaron con mi hijo como un regalo de la enloquecida juventud que me cobraba los errores que había dejado atrás.
Silvio:
Caminando una tarde por el barrio, escuché los  sonidos extraños como si fueran un llanto apagado pero constante. Busqué.  En el hueco que dejaban unas piedras estaban ellos. Eran tres. Temblaban de miedo cuando los agarramos y se aferraban con las uñas a la ropa. En ese momento llegó la madre mirándonos atenta y protestando, lista para defenderlos. Después cometí el terrible acto de robarle uno y llevarlo para la casa. Lo dejé en el medio de la sala estremecido de miedo y lo llamamos Silvio. Nos seguía llorando por todos  lados  y se calmaba con el abrazo y las palabras que le susurrábamos.  Creció sin un mínimo intento de salir,  delicado y gay, sin interés por la caza ni por otros gatos. Solo mostraba fidelidad por Pablo, que lo aceptaba como a un súbdito más y un amor indestructible hacia mi mujer. Sus mejores siestas eran sobre mi periódico cuando estaba leyéndolo o sobre el teclado de la computadora si la estaba usando. Un día lo obligué a ir afuera y cerré la puerta. Lloraba para que lo dejara entrar. Después desapareció.  Lo buscamos en todos los lugares y a los dos días lo vi debajo de un carro. Me miraba sin moverse y con mucho esfuerzo logré halarlo hacia mí.  Tenía una herida inmensa en la barriga, donde la sangre ya se había coagulado. Se dejó curar sin protestas.  A la semana caminaba por la casa. Cuando trajimos a Finamama para que muriera entre nosotros, Silvio la acompañó en su cama de hospital armada con premura en un rincón de la sala. Trepaba sobre mi mujer cuando la angustia la abrumaba y se pegaba a su cara oliéndola, rozándola, y era como un consuelo.
Pablo y Silvio:
Todas las tormentas las capearon y salieron a flote de la misma forma que salíamos nosotros.  Primero llegó mi nieta  Nataly, después Rosy y luego Jonathan, para salvarlos.  En lo retorcido de cada día vivían en la casa entre nosotros, aunque ya nada era igual.  Después nos quitaron a los tres niños y  quedaron  flotando  los dolores. Pablo una noche llegó y estaba enfermo. No lo vimos más. No sé dónde murió.  Silvio comenzó a envejecer la tarde en que, bajando las escaleras, rodó como un muñeco sin vida. Se convirtió en un viejo que se quejaba y caminaba con pasos imprecisos. Cerca de la puerta lo encontré al llegar del trabajo, y con él se había ido un tiempo nuestro, la juventud y el ímpetu.


Saturday, May 18, 2013

Entrevista



En estos días no me ha dejado de dar vueltas en la cabeza la idea de escribir un post de preguntas y respuestas. Por supuesto, yo mismo formularía ambas, porque esta demás aclarar que a mí nadie me entrevistaría. Hace más o menos  veinte  años, el esposo de Sara  mi suegra, que es periodista de The Miami Herald, me pidió hacerme  una entrevista en conmemoración de un aniversario del  Mariel. Acepte. Esa tarde me llamo una reportera del periódico diciéndome que estaban entrando al barrio acompañada de  su camarógrafo. Entre en pánico. Terror, sudores, discusión con Mariana, hasta que hui por la puerta trasera y no regrese en varias horas.  Deje a mi mujer con la ingrata tarea de recibir y mentirle a la periodista. No puedo todavía imaginar lo que aquella mujer pensaría  de mi. Así fue como perdí mi única oportunidad de salir en un periódico. Ahora hablamos sobre aquel incidente y nos reímos. El tiempo le resta dramatismo a casi todo. Pues bien, volviendo al principio; imagine una serie de preguntas y aunque todas las respondía mentalmente, me parecían demasiadas provocadoras, algunas hirientes a ciertas sensibilidades y además, absurdas. Las preguntas eran ( uno lo reconoce después ) una especie de demostración de mis rabias, de algunas frustraciones y un amasijo de blasfemias ( dichas lindamente, claro, sin olvidar que jugaba al intelectual ) hacia  algunos hechos y personas que todavía logran molestarme. Mientras las formulaba y las iba contestando, las desechaba. Sentía una abulia tan atroz  y era tanta la insignificancia de mi objetivo, que, por suerte para mis lectores  que cada día se multiplican,  no lo voy a escribir (el post del Kamasutra lo han leído 46 veces, restándole dos lecturas mías, 44 posibles lectores han disfrutado o se han desencantado con algo escrito por mí, ¿no parece  increíble?,  aquí debía de escribir jajaja, pero eso es para los text messages). Bueno, tendría que comenzar haciéndome preguntas del por qué quisiera hacer algo así y las respuestas que formulo no me dejan muy bien parado que digamos. ¿A quién le importaría si digo, por ejemplo que me molestan, sobre todas las cosas la estupidez y la maldad humana? O que a esta altura de mi vida puedo dejar un libro a la mitad si su lectura me aburre, aunque sea considerado una gran obra.  ¿O lo que creo del exilio recalcitrante? ¿Alguien pondría el grito en el cielo si cuento  que la Mona Lisa, cuando la vi, con un nudo en la garganta y aguantando los empujones de los japoneses y sus camaritas fotográficas, se quedo en silencio la cabrona  y  no me dijo: mira chico, aquí estoy, ahora orínate en los pantalones, por cuantos años esperaste? Entonces desistí, como  hago con tantas otras cosas. Sera un proyecto más que quedo trunco. Y no pasa na'.


Las profesiones



Lo cierto es que cada día que pasa puedo afirmar convincentemente que tomar las cosas muy en serio es perjudicial para la salud y el bolsillo. Casi toda mi vida he tomado lo que viene  al pie de la letra y mirándolo bien... no debiera ser tan así. Existen profesiones por las que guardado un profundo respeto, creyendo que quien las practica son una especie diferente al común de los mortales: escritores, cirujanos, jueces, presidentes, actores, abogados, pintores, etc. Son, claro está,  profesionales muy importantes y serios,  pero mirándolos un poco de lado, así, con un ojo pa' ya y el otro guiñao, bueno, tienen sus  cosas. No sé cómo fue que desistí de ser astronauta. Medico sí; quería ser médico cirujano. También un día en una vieja revista Bohemia observe detenidamente un dibujo de un recogedor de basuras que se encontraba un anillo de diamantes en un basurero y era tan feliz la expresión de la cara del muñequito, que también soñé con recoger basura. Un poco después quería ser escritor; escribir grandes novelas que hicieran que las ya existentes palidecieran al lado de las mías. Todas las tonterías mal hilvanadas y aburridas, escritas hasta el momento, serian olvidadas por la humanidad  que solo reverenciaría mi obra.  Si, porque lo mío era hiperbólico, nada podía ser normal, corriente, común. Nada de eso, todo en forma agigantada, el único, el mejor de los mejores. Cuando quise ser cantante, con Asela  hacíamos que Julio fuera el juez que decidía cual de los dos cantaba mejor. Ella siempre recibía el mayor puntaje, aunque sospecho  que Julio hizo trampas aquella  vez  que  cante esa que decía:  borriquito como tú, tururú, que no sabe ni la u, tururú; porque no es que diga mentiras o quiera inspirar lastima,  lo hice  bien y su negación a dejarme ganar castraron  mis inclinaciones vocalistas. Y ahora me pregunto el por qué no quise ir al espacio. Rebuscando en mi mente, creo que fue por culpa de mi tía Sila: un día mientras ella envolvía en algodones la pila de la nevera para filtrar el agua le conté que un astronauta norteamericano había caminado por la Luna y  plantado una bandera en el suelo. Recuerdo que termino con la madeja blanca de algodón y me dijo: pero mira que tu eres bobo chico,  ¿como tú crees que eso es verdad, si los estados juntos hubieran hecho eso, porque no vemos la bandera en la Luna? Me quede pensando en sus palabras y después de escrutar por varias noches a la cambiante esfera iluminada me di por vencido y decidí que ese nunca sería un verdadero trabajo para mí, porque todo era mentira. Entonces, ni cirujano, ni escritor,  ni basurero, ni cantante ni astronauta ni nada. Y en estos días no dejan de hablar y mostrar el video del astronauta allá arriba, pasándola de lo mejor. Como dije antes, las cosas no son tan  lineales. Yo imaginaba a esos hombres dentro de las naves aprisionados en unos asientos incómodos, con trajes de mamertos, con esos cascos claustrofóbicos, exponiéndose a encontrarse con un Alíen baboso que solo piensa en almorzárselos y ¿que es lo que veo? : un hombrecito con bigotes, cantando mientras toca una guitarra  (aunque no el borriquito como tú, tururú) jugando con  los trastes alrededor del, lavándose  los dientes, comiendo con una cuchara flotante, hablando y mandando mensajitos  a Twitter, o sea, pasándola de lo mejor, relajado, vacacionando y así cualquiera, ¿no? Por eso digo como me conto una amiga hablando  de los alemanes: oye, que no son tan tan inteligentes ni na ni na!


Monday, May 6, 2013

Dos viejas cabezas




El sentimiento más profundo que me asalta cuando recuerdo a mi padre es la pena. No lo puedo evitar. Trato de sobreponerme, situarme por encima de ella y reconocer que ya tengo casi la misma edad que cuando dejó de estar, pero algo muy oscuro siempre fluye, irremediablemente, dejándome inseguro, vulnerable.
No nos conocimos mucho. Creo que era para él como una especie de paquete que alguien le entregó diciendo: aquí está, ahora cuídalo, porque te va la vida en ello. Y asombrado, como quien no se convence de lo que hizo,  me miraba crecer, distante y cruel, como suelen ser los adolescentes.
Ahora que dos de mis nietas se alzan y se distancian de los verdaderos amores, para entregarse al de la ilusión transitoria, enloquecida, que trae la juventud, pienso a cada rato en él. Ya dejé de preguntarme hace mucho tiempo si la influencia nefasta de mi madre logró que surgiera ese sentimiento, en algún momento, casi sin notarlo. Ya no juzgo nada. Solo veo pasar delante de mí todo esto que, para nombrarlo de alguna manera, llamo vida.
Anoche volví a soñar con papá. Lo veía esperando ansiosamente un ómnibus en un lugar que semejaba a una vieja y desolada estación de trenes. Creo que esto que escribo ahora es provocado por el recuerdo que me queda de ese extraño sueño. Estaba de espaldas a mí. Su cabeza, cubierta de canas, era mi cabeza y, delicadamente, la acaricié, con la misma sensación de torpeza e incertidumbre que sentía cuando estábamos juntos. Él se dio vuelta y, sin asombrarse de verme, como si hiciera mucho tiempo que me esperaba, me dijo: debo de estar en San Cristóbal antes de mañana. Su voz rezumaba seguridad y se iba repitiendo como el eco que choca contra las paredes de una cueva. Nos quedamos en silencio observando  una puerta abierta por donde veíamos pasar, lentamente, una antigua locomotora.
Después él ya no estaba y comencé  a llamarlo por mi celular, pero ningún número que marcaba lograba comunicarnos. Con una mano aferraba el teléfono y con la otra, marcaba los botones rojos, azules y blancos, del control del televisor. La locomotora se alejaba y yo trataba de "cambiarla" tocando desesperadamente los botones del control remoto.
Ahora sé que el día entero estará  dándome vueltas este sueño con la figura imprecisa de mi padre, esperando aquel ómnibus-tren que lo llevaría al pueblo deseado. La imagen de los dos, juntos, desconocidos, las cabezas idénticas. Como dos viejos en silencio.









Sunday, May 5, 2013

Brenda


Febrero del  2002. Brenda Heist dejo a sus dos hijos en la escuela y desapareció. Por once años, los hijos y el esposo la creyeron muerta, hasta que hace unos días apareció  desfigurada por las drogas, el alcohol y la vida en la calle, reclamando otra vez, de cierta  forma,  su lugar en la sociedad. Decidió dejar atrás a su familia y huir con varios homeless  hacia Florida. No hubo un contacto, ningún indicio de su paradero, una palabra de auxilio, una llamada. Silvio dice en una canción: Dejarlo todo y largarse, que maravilla... Dejarlo todo, desaparecer, arrancar o tratar de silenciar a  los fantasmas que llevas prendido de la espalda. No quiero juzgar a esa mujer. O si la juzgo, y tengo mi propia idea de su terrible decisión, pero no es sobre la dimensión de su acto que quiero hablar, ni del dolor que dejo, ni la vida trunca, ni de su  desesperación o su  maldad; quiero hablar del paso en sí, el instante en que decides andar y no mirar hacia atrás. Yo lo comparo con el suicidio. Creo que es el momento de no pensar en nadie más que en ti mismo, no imaginar el dolor ajeno he infligirte secamente, sin miramientos,  el tuyo propio. Imagino que muchísima gente (tal vez esté equivocado) en algún momento  ha  pensado en irse, a donde sea, desaparecer y comenzar una nueva vida que no sea la que vive en el instante presente. Es humano soñar un poco con ser lo que uno no ha podido, fantasear con lo imposible, desdeñar lo que te ha tocado. Lo difícil es llegar a hacerlo. No puedo imaginar siquiera el grado de desesperación al que se tiene que llegar para andar ese camino incierto. ¿Dejarlo todo y largarse hacia donde? ¿Se pueden dejar la vida y uno mismo detrás? Son preguntas que traen intrínsecas otras preguntas. Y creo que cualquier respuesta estaría  unida a la idea personal que se tenga del humano y sus responsabilidades.

Patria, guerra, politica.



Los alcaldes de Hialeah y Miami Lakes, se van a golpear, literalmente hablando. Sera una payasada mas entre los dos  políticos, para supuestamente,  recaudar fondos para no sé qué. Ni me importa. Es la misma monería  de estos personajes que además de robar, solo saben joderle la vida aun mas  a los ciudadanos. Pero me parece bien que lo hagan. Aunque será solo un show, así debiera de ser para todos los políticos que han mandado a la destrucción a millones de personas por una serie de robos, prepotencias, avaricias y  deseos de poder, fanatismos y  religiones. Las grandes matanzas de la historia  han sido llevadas a cabo por la imbecilidad de la mayoría de la gente que creen en símbolos, en honores ficticios, en Dios y en la patria. Que palabra más tenebrosa es esa de patria. Solo soy capaz de escribirla cuando tengo que llevarla al lugar que se merece. Si cuando alguno de nuestros presidentes, se levantara una mañana,  mirara el mapa del mundo,  señalara  a un país, cualquier país,  entonces  dijera con un buche de café y un pedazo de tostada mezclados en la boca: quiero acabar con este país, anexarlo, robarlo aun mas, convertir en esclavos míos a todo su pueblo y tomara el teléfono y se comunicara con el presidente del país elegido:
_ Oye, ¿estabas desayunando?, mira, perdona que te interrumpa, pero hoy, porque me dio el palpito, quiero descojonarme contigo, pelear, y el que gane, se queda con el país del derrotado. Elije hora y día y un lugar neutral. Que pases un buen día.
Creo que así debía de ser. Los dos energúmenos se reunirían en un estadio, por ejemplo y a piñazos, tiros, puñaladas, patadas, dedo en ojo; demostraran cual es el vencido, la cosa sería mucho mejor. Los muchachos no irían a despedazarse por los aires con minas, bombas, metrallas, los pueblos quedarían intactos, no morirían viejos, mujeres, hombres y niños inocentes que en definitiva no buscaron la rencilla. Porque morir por la patria es morir, es morir, es morir. El himno es una estupidez, fuera de época y contexto,  como la bandera, el escudo, los dogmas, y la creencia en el todopoderoso.  Esos  símbolos por los que se muere  y se destruye. Ya saben, ¿quieres guerra? que se descojonen los presidentes, que dejen las reuniones, los tés, las grandes comilonas, la buena vida. Que se destruyan ellos por la patria. De todas maneras ¿que es la patria si no un instrumento mas para mover gente, para usarlas, que es sino una  mentira organizada?


Saturday, May 4, 2013

Hitchens y yo


                                                                                    Para Sara Calvo.

Cuando tenía 19, en el año 1968, Christopher Hitchens viajo a Cuba para trabajar en un campamento agrícola junto a muchos otros jóvenes marxistas de todo el mundo. Cuenta que le pidieron el pasaporte al llegar al aeropuerto José Martí y después de los grandilocuentes discursos de bienvenida y vasos de mojitos, lo reclamó,  y  le contestaron que ellos cuidarían de él durante su estadía. Fue su primer estremecimiento. Una tarde en el campamento, después de trabajar, escuchar las arengas  reglamentarias y las discusiones reguladas, decidió ir por si solo al pueblo más cercano a conocer al cubano de a pie. Cuando lo vieron alejarse del perímetro establecido, casi lo linchan. Y mientras tanto, la Unión Soviética invadía Checoslovaquia y el estaba ausente de esas noticias. Una noche, Santiago Álvarez fue a dar una charla sobre cine y cuando Hitchens pregunto por las libertades o restricciones que tenia para su arte, el director respondió que disfrutaba de toda  libertad... claro, dijo, no sería aceptado ni bien visto algún ataque o sátira hacia el Líder de la Revolución. Y así, más o menos a ese nivel, fue relacionándose codo a codo con la famosa y mundialmente conocida  revolución cubana. Ahora que soy casi un viejo y he vivido tanto en el monstruo  y disfruto y sufro sus entrañas, me ha dado por pensar en cosas que no tienen remedio. Por ejemplo, creo que si en aquella época del 68, yo hubiera sido un joven ingles, estudiante de una de las más prestigiosas universidades del mundo, pletórico de comer fish and chips cuando lo desee, escuchando a Bob Dylan y discutiendo con prestigiosos catedráticos sobre la injusticia de los imperios y peleando con la policía a cada rato; hubiera sido marxista. Lucharía por los derechos del trabajador, en busca del "hombre nuevo" con el mismo ímpetu que gasto Ponce de León para encontrar La fuente de la eterna juventud.  Hubiera apoyado a Cuba en su lucha contra los Estados Unidos,  cantaría canciones de Víctor Jara, protestaría frente a las embajadas estadounidenses y le hubiera gritado asesino al presidente de turno por su guerra con Vietnam. Me comería dos bistecs con papa asada acompañados por  una botella de vino para calentarme y después  correría a ver el último estreno, aquel  film de la nueva ola francesa. Más tarde,  en el metro, conocería  a una bellísima muchacha también progresista ( por supuesto ) y en un café con la vista del  Big Ben reflejándose en las aguas del Támesis,  quedaríamos de ir a mi humilde apartamento cerca de Picadilli para hacer el amor entre libros y marihuana. Todo esto lo he pensado, pero también recuerdo que nací en Cuba y siempre me dijeron  que los hermanos soviéticos no invadieron Polonia, la liberaron más bien del yugo que la tenia sometida y recuerdo que  comerme un bistec era casi como leer un cuento de Ray Bradbury, que uno decía: tremendo cuento este, pero que paquete!; mientras de la ínfima ración de arroz que nos tocaba al mes, dábamos una parte a un país africano ( cualquiera, eso no era lo importante ) para paliar el hambre de los hermanos oprimidos. También recuerdo que para hacer el amor  teníamos que escondernos en un matorral, o cualquier rincón donde rápidamente saciarnos porque nunca tuve un lugar para mi, ni tampoco una verdadera cama. Recuerdo esas cosas y sigo recordando otras y otras y serian recuerdos interminables;  por eso es que digo: si yo hubiera sido ingles como Hitchens...