Saturday, September 26, 2015

La mujer y la Muerte

                                                         la anunciación. antonia eiriz



Entre varias pinturas cubanas apareció, en la pantalla de mi tablet, el extraordinario cuadro de Antonia Eiriz titulado La anunciación. Es la figura de una mujer sentada a una máquina de coser, echada hacia atrás en su silla mientras la Muerte, en forma de un espantoso esqueleto, parece tocarla delicadamente.
La escena está tratada con colores brillantes y trazos aparentemente infantiles. La cara de la mujer tiene el tono gris blanquecino de un muerto, mientras el brazo mantiene la lozanía y el calor de los vivos.
De niño, íbamos periódicamente a la consulta del doctor Otto Gómez, lo que era una especie de fiesta para mí. Me agradaba aquel señor regordete que olía a brillantina, y que siempre tenía alguna palabra amable, un gesto cariñoso, y penetrantes miradas a las nalgas de mi madre.
Recuerdo esto porque la obra de Antonia me trajo a la memoria un cuadro que colgaba de la pared del consultorio que me fascinaba y aterrorizaba por partes iguales: era una mujer desnuda, desmadejada (¿muerta?) sobre un sillón, y un esqueleto inclinado sobre ella  contemplándola expectante, pensativo, enternecido ante tanta belleza; mientras apoyaba suavemente sus huesudos dedos sobre la blanca piel del pecho. El cuerpo de la mujer (¿dormida?) era alargado, ondulante, perfecto. El pelo le tapaba uno de los senos y el brazo caía hasta rozar con los dedos el piso. El otro seno, casi al centro del cuadro, se imponía contundente, majestuoso, haciendo bailar escenas truculentas y secretas en la mente del niño que yo era.
La contemplación de aquella obra me producía un terror y una excitación tan profunda que después, ya en la casa, cerraba los ojos tratando de borrar las imágenes que creaba en secreto, pero no lograba dejar de ver a mi madre, extrañamente desnuda y muerta, mientras el esqueleto la acariciaba dulcemente.
He buscado aquel cuadro sin poder hallarlo. No conozco a su autor, y aunque he probado con infinidades de nombres y pintores de diferentes épocas, la búsqueda ha sido inútil. Su recuerdo sigue siendo tan real que a veces dudo. Pienso en las cientos de obras de arte que he visto que se mezclan y confunden en mi mente, que esa en específico, la hermosa mujer y la Muerte, podría ser una amalgama entre la imaginación y la realidad. Podría ser una dualidad entre mi niñez y el viejo que ahora soy.
La infancia se me hace cada vez más y más difusa. Las imágenes que me han acompañado siempre y han estructurado de alguna manera mi existencia se van difuminando en esta etapa de mi vida. Lo que hice hace apenas unos días me resulta un hecho antiguo, como algo que sucedió siglos atrás. ¿Qué será entonces de los recuerdos de tantos años? ¿En cuál recoveco de mi memoria se perderán como si nunca hubieran sido? ¿Es real lo que recuerdo, o mejor: es completamente real? No tengo respuestas.
Hace varios días comencé este pequeño relato. Llevo semanas paralizado, incómodo, hueco, insatisfecho. Tengo la sensación de que no me queda nada más que decir, nada más que contar, y me aterrorizo.
El 11 de agosto, se cumplieron tres años desde el inicio de este blog, y no lo recordé. Ahora me parece estar reviviendo aquella noche, muy tarde, y Mariana seleccionando el color ideal, el diseño preciso. El nombre del blog. ¿Cómo lo vas a llamar? Y yo, con mi indecisión habitual, titubeando. ¿Te parece bien Palabras? Sí, creo que es bueno ese nombre. Entonces ya está: Palabras.


2 comments:

  1. Oh, el olor de la brillantina... qué recuerdo me ha traído!

    ReplyDelete
  2. Los recuerdos, o no recuerdos, empotrados en la niñez o la adolescencia tienen una fuerza que nunca la he podido comprender y por lo tanto la acepto tal y cual, son recuerdos y de algo servirán, digo yo.
    Ahora pasando al tema de las palabras que se dejan en un libro, proyecto de libro, plaquette, blogs, y esto lo digo a título personal, sinceramente creo que muy pocas personas leen y por lo tanto es algo que hacemos para nosotros mismos. Se dice que buscamos que nos lean, yo pienso al contrario, escribimos porque nos brotan las palabras y necesitamos que salgan a recorrer el camino, es una catarsis propia.
    Un abrazo mi amigo.

    ReplyDelete