El día 21 de
julio de este año publiqué en mi blog un post llamado El silencio y las fotos.
Al final, describo una foto que estoy viendo en una computadora. Después de ese
momento no la vi más, pero por una inexplicable razón, me quedó dando vueltas
en la mente y en el instante menos esperado, como un flash, la volví a ver.
Anoche,
cenando sentado en la mesa del comedor, distraídamente miraba las fotografías
que pasaban por la pantalla y de pronto vi la descrita por mí. El tenedor con
el pedazo de pollo y una rebanada de tomate quedó en el aire, estático, frente
a mi boca. Observé la imagen los escasos segundos que le toma al programa pasar
a otra. No pude entender que lo que yo había descrito en mi relato y que quedó
en mi memoria era casi completamente diferente a la fotografía real.
No tuve
intención de transformar lo que vi, y de hecho, creía que así era realmente;
pero mi memoria, una vez más, idealizó algo, lo describió, no como era, sino
como si yo lo hubiera hecho. Mi memoria y mi forma de escribir crearon una
atmósfera que se aislaba de la realidad (que en este caso era la fotografía).
No puedo
escribir nada que, de alguna manera, no haya padecido. No significa eso que sea
autobiográfico, pero de la mano de la imaginación y el mundo enloquecido que llevo
dentro de mí va lo que vivo día a día. La realidad simple con la fantasía.
Sería muy
difícil para mí tratar un tema que no tuviera nada que ver con mi entorno.
Cuando era muy joven y conocí los dos maravillosos libros de cuentos de Ray
Bradbury, El hombre ilustrado y Crónicas marcianas, quedé fascinado por la
atmósfera de soledad y tragedia de sus personajes. Me entusiasmaba el ambiente
extraterrestre creado por él, con un fondo humano tan trágico.
Pensando en
los paisajes desolados de Marte y el recuerdo de la fotografía en la
computadora, me imagino abandonado en aquel planeta lejano, vestido
surrealistamente con un traje en forma de tomate, mirando hacia lo lejos.
Aunque de
cualquier manera, es una imagen fantástica, irreal, estoy convencido que en algún rincón de mi
cerebro ha sido armada por momentos "reales". Una realidad alucinada
e íntima. La realidad aliada a la imaginación. Solo así puedo escribir.
Toda la razón, las dos van de la mano.
ReplyDeleteSaludos :)