Dormí mal.
Pasé frio toda la noche, me dolían los riñones y la cabeza. Lo sentía entre el
sueño y la duermevela. Me levanté de la cama a las 5:45 am. No aguantaba más.
Con el café me tomé dos Advil's. Me puse un abrigo. La casa, a esa hora, es una
especie de témpano glacial. Puse la laptop sobre la mesa del comedor, la
conecté a la corriente, busqué en mi email. Me había mandado yo mismo un post
que escribí en el trabajo. Rectifiqué cosas, agregué otras, borré varias. Al
fin quedó más o menos como yo quería. Busqué una foto que me gustara para el
escrito y lo publiqué en mi blog. Mandé la invitación a varios amigos por
email. Siempre me pregunto si lo leerán. Algunos sí lo leen, otros, no sé. No
tiene importancia. Sí, la tiene, pero no puedo hacer nada. Que no me prohíban
que les mande mis cosas ya es un logro.
Preparo la
jaula para transportar gatos. Vamos a llevar a Butter y a Nala a operar. En
Cuba dirían capar. Aquí son más finos, neuter le llaman en inglés, esterilizar,
dicen en español. Es más suave. Casi no se piensa en que le van a extirpar los
huevos, y a la hembra le cortarán no sé qué cosa por allá adentro. En una sola
jaula metemos a los dos. Tendremos que comprar otra caja de cartón en el
veterinario para uno de ellos. Cinco dólares cuesta la caja.
Llegamos a
las 7:45 am. Nos dijeron que teníamos que estar allí a las ocho. Ya hay más de
quince personas con sus jaulas, sus cajas y sus perros espantosos. Llenamos un
formulario. Le presto mis espejuelos a mi mujer porque olvidó los de ella.
Protesta, se le caen de las orejas. Le pregunto de quién son los espejuelos. No
contesta. Me pregunta la fecha de hoy. Los perros ladran. Olor a perro. Gente
de perros. Somos los únicos que llevamos dos gatos. Nos miran. Miran a los
gatos. Ellos son superiores, nosotros somos inferiores con esos animales satos y feos apretados en una misma caja.
Hablan entre ellos de los perros. Todos parecen amigos. Es como una comunidad
donde cada cual lleva un can amarrado a la muñeca. Ninguno nos dirige la
palabra. Se muestran fotos del mismo perro en sus celulares. Mientras, los
animales se huelen el culo unos a otros.
Entra un
tipo con una jaula y un gato. Se sienta frente a mí. Mira a todo el mundo.
Descubre que soy el dueño de los gatos. Me mira y sonríe. La hermandad. No le
sonrío. Una muchacha sostiene un perrito entre las manos. Tiembla el perrito.
Es igual a ella. Los dos tienen la misma cara. No deja de ladrar y ella de
contar lo que hace el perrito. Todos se ríen. También tienen historias que
contar de sus perros. Espero que de un momento a otro intercambien teléfonos,
direcciones y salgan a pasear, a bailar, a un picnic, con sus perros y sus
collares y sus fotos y sus celulares.
Me levanto y
salgo un momento. Necesito aire. Lleno los pulmones y expulso el oxígeno apestoso
que llevo dentro. Regreso. Un hombre con un perro gigante está sentado al lado
de mi mujer. Encuentro un espacio en frente y me siento. Miro el techo, miro
unos cuadros de animales, miro unos papeles para donar dinero sobre una mesita,
miro los zapatos y las chancletas y las sandalias. Miro a mi mujer. Observa un
punto neutro frente a ella. Hace muecas con la boca. No se da cuenta que lo
hace. Ya no le digo nada. Antes la volvía loca diciéndole que no haga muecas.
Su padre hace muecas, sus sobrinos hacen muecas. Me di por vencido. Tiene el
cabello revuelto. Veo canas, veo lo
pobre que ahora es su pelo. La miro como hace veinte años la miré cuando
caminaba hacia mí. Mañana es su cumpleaños. Hace veinte años atrás no teníamos
gatos, ni siquiera teníamos conciencia de que pasaría el tiempo.
Nos llaman.
Pasamos a otra habitación. El veterinario nos dice que es bueno insertarles un
microship para que no se pierdan. Eso es lo que yo quisiera, que se pierdan,
bromeo. Ni él ni mi mujer sonríen. Las vacunas contra la rabia, las vacunas
contra los gusanos. Están a salvo los gatos, y yo sin seguro médico. A las 3:00
pm tenemos que recogerlos. Si nos demoramos, nos cobran más.
Salimos.
Arranco el carro.
─ Pobrecitos
─ dice ella de pronto.
─
Pobrecitos, ¿quiénes? ─ pregunto.
─ ¡No me
hables ahora!─ casi me grita.
─ ¿Por qué
no?
─ ¡Porque
tengo ganas de ir al baño big time!
Al parecer lo de los bandos es cierto. Acá pasa lo mismo, jajaja.
ReplyDeleteSaludos