Saturday, August 31, 2013

Los recuerdos inventados


Cuando logro agarrar el control remoto es porque Mariana o está dormida, o en la Internet, o un tsunami se acerca a Miami Lakes. Entonces, como un niño con juguete nuevo, comienzo mi recorrido por todo lo que vale en la televisión: El Show de Fernando, el de Charytín, el otro que no recuerdo el nombre donde hay un gallego vestido de vieja, y algunos aún mejores. No tienen desperdicio las gorditas medio en cueros  bailando con el mismo ritmo  un bolero como un  guaguancó o un entrañable  reggaetón. Me levantan el ánimo, no lo voy a negar.
Pero la felicidad dura muy poco, y son escasos los momentos en que puedo ser dueño de la pantalla. Estoy obligado a ver recetas de comidas que no puedo comer, tragedias en las salas de emergencia de los hospitales, asesinatos múltiples, ballenas, osos, tigres, mantis religiosas, elefantes, ciervos, hormigas y un millón más de animalejos salvajes. Ah, y me olvidaba de los científicos; que si las neuronas, que las bacterias, la obesidad mórbida, las arterias obstruidas, etc., etc., etc.  ¡Ay de mí!
Pero lo peor que podía pasar me sucedió anoche. En un programa científico donde dos personas se sientan una frente a la otra y hablan y hablan hasta que llega la hora de terminar, de pronto escuché algo que me dejó frito. Resulta que un científico inglés (ni recuerdo el nombre ni me importa) dijo que la mayoría de los recuerdos son falsos. Según él, nuestros recuerdos están distorsionados o marcados por hechos externos que los "colorean o los construyen", como una foto, una anécdota, una historia leída, un lugar, etc.
O sea, que todo lo que ha sido el andamiaje que forma nuestra vida pasada, nuestros recuerdos de esa vida, no son más que ideas mezcladas con la irrealidad. Nuestros recuerdos, dijo, son falsos, o por lo menos gran parte de ellos. Nuestra personalidad está basada en las ideas que nos hemos formado de nosotros mismos, en el medio o en el entorno donde crecimos o nos desarrollamos. 
Hablando en cubano: somos postalitas.
Sigue conversando el señor, y explica que es tanto lo que imitamos y adherimos a nuestras historias personales, que en la mayoría de los casos llegamos a viejos sin saber quiénes somos verdaderamente.
Es que somos mentiritas, buche y pluma na' ma'.
Pero ahí no termina la cosa; según el inglés, vivimos imitando a los demás. Sin darnos apenas cuenta, tomamos un modelo y lo vamos asimilando, mientras nos convertimos en aquello que nos llamó la atención.
Digámoslo de esta manera: somos millones y millones de caricaturas que vamos contorsionándonos por ahí de lo más tranquilas.
Conclusión: como dice el refrán, no somos nada; somos la copia de otro, la mentira inventada, el brillo que nos damos, la nada de la nada.
Eso me duele, y así se lo comenté a mi mujer. Pero como todo lo vamos imitando, tratando de hablar tan masculino y decidido como Clint Eastwood, terminé diciéndole enérgicamente:
- ¡Así que a partir de mañana aquí el que llevará el control soy yo!
Ella, mirándome un tanto aburrida contestó:
- ¿Te cayó mal la comida?


1 comment:

  1. Interesante tema. Me gustó el final, un muy buen ejemplo :)

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