Saturday, May 18, 2013

Las profesiones



Lo cierto es que cada día que pasa puedo afirmar convincentemente que tomar las cosas muy en serio es perjudicial para la salud y el bolsillo. Casi toda mi vida he tomado lo que viene  al pie de la letra y mirándolo bien... no debiera ser tan así. Existen profesiones por las que guardado un profundo respeto, creyendo que quien las practica son una especie diferente al común de los mortales: escritores, cirujanos, jueces, presidentes, actores, abogados, pintores, etc. Son, claro está,  profesionales muy importantes y serios,  pero mirándolos un poco de lado, así, con un ojo pa' ya y el otro guiñao, bueno, tienen sus  cosas. No sé cómo fue que desistí de ser astronauta. Medico sí; quería ser médico cirujano. También un día en una vieja revista Bohemia observe detenidamente un dibujo de un recogedor de basuras que se encontraba un anillo de diamantes en un basurero y era tan feliz la expresión de la cara del muñequito, que también soñé con recoger basura. Un poco después quería ser escritor; escribir grandes novelas que hicieran que las ya existentes palidecieran al lado de las mías. Todas las tonterías mal hilvanadas y aburridas, escritas hasta el momento, serian olvidadas por la humanidad  que solo reverenciaría mi obra.  Si, porque lo mío era hiperbólico, nada podía ser normal, corriente, común. Nada de eso, todo en forma agigantada, el único, el mejor de los mejores. Cuando quise ser cantante, con Asela  hacíamos que Julio fuera el juez que decidía cual de los dos cantaba mejor. Ella siempre recibía el mayor puntaje, aunque sospecho  que Julio hizo trampas aquella  vez  que  cante esa que decía:  borriquito como tú, tururú, que no sabe ni la u, tururú; porque no es que diga mentiras o quiera inspirar lastima,  lo hice  bien y su negación a dejarme ganar castraron  mis inclinaciones vocalistas. Y ahora me pregunto el por qué no quise ir al espacio. Rebuscando en mi mente, creo que fue por culpa de mi tía Sila: un día mientras ella envolvía en algodones la pila de la nevera para filtrar el agua le conté que un astronauta norteamericano había caminado por la Luna y  plantado una bandera en el suelo. Recuerdo que termino con la madeja blanca de algodón y me dijo: pero mira que tu eres bobo chico,  ¿como tú crees que eso es verdad, si los estados juntos hubieran hecho eso, porque no vemos la bandera en la Luna? Me quede pensando en sus palabras y después de escrutar por varias noches a la cambiante esfera iluminada me di por vencido y decidí que ese nunca sería un verdadero trabajo para mí, porque todo era mentira. Entonces, ni cirujano, ni escritor,  ni basurero, ni cantante ni astronauta ni nada. Y en estos días no dejan de hablar y mostrar el video del astronauta allá arriba, pasándola de lo mejor. Como dije antes, las cosas no son tan  lineales. Yo imaginaba a esos hombres dentro de las naves aprisionados en unos asientos incómodos, con trajes de mamertos, con esos cascos claustrofóbicos, exponiéndose a encontrarse con un Alíen baboso que solo piensa en almorzárselos y ¿que es lo que veo? : un hombrecito con bigotes, cantando mientras toca una guitarra  (aunque no el borriquito como tú, tururú) jugando con  los trastes alrededor del, lavándose  los dientes, comiendo con una cuchara flotante, hablando y mandando mensajitos  a Twitter, o sea, pasándola de lo mejor, relajado, vacacionando y así cualquiera, ¿no? Por eso digo como me conto una amiga hablando  de los alemanes: oye, que no son tan tan inteligentes ni na ni na!


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