Saturday, June 6, 2015

Gottfried Benn



No recuerdo cómo llegué a ese poema que me dejó sin aire. Era tal su belleza, que no podía entender cómo, desde aquellas imágenes terribles, pudiera la poesía ser tan dura, irreverente, escatológica.
Mi incultura es gigantesca. Cada día descubro lo poco que conozco y lo mucho que me falta por leer, por descubrir. Y no tengo tiempo para tanto. Nadie tiene el tiempo que se requiere para abarcarlo todo, o casi todo. Ni siquiera para lo más necesario, lo imprescindible.
Cuando algo como este breve libro de solo nueve poemas llega a mis manos, y compruebo que ha estado ahí por años, al alcance de todos, y lo ignoraba, no puedo evitar el sentimiento de vacío y orfandad que me asalta. 
Morgue und andere Gedichte, o Morgue y otros poemas, su traducción al español, fue publicado en Alemania en el año 1912. Escrito por Gottfried Benn, nacido el 2 de mayo de 1886 en Mansfeld, hoy Putlitz, Brandenburgo, falleció el 7 de julio de 1956, en Berlín. Especialista en enfermedades venéreas y medicina preventiva, dermatólogo, poeta, y ensayista. Participó como médico militar en las dos Guerras Mundiales. Hoy es considerado uno de los grandes escritores alemanes del siglo XX.
Cuando publicó Morgue, estudiaba medicina forense. Años después, en su ensayo "La carrera de un intelectual", escribiría: "Cuando escribí Morgue era de noche, vivía en el noreste de Berlín, y tomaba un curso de medicina forense en el hospital de Moabit: un ciclo de seis poemas largos que surgieron en la misma hora, que brotaron de golpe. El profesor impartía el curso en el depósito de cadáveres, yo estaba vacío, hambriento...".
La primera edición constó de solo 500 ejemplares que se agotaron en una semana, provocando un gran escándalo. 

A principios de 1935, y ya con una sólida obra que lo respaldaba, los nazis comenzaron a atacarlo. Das Schwarze Korps, la revista de las SS, calificó a Gottfried Benn de "poeta degenerado, cerdo, homosexual, judío y comunista".
Todos sus intentos por publicar las obras escritas en los últimos diez años fracasaron, ninguna editorial le abrió sus puertas. En 1946, en su diario Benn escribió: "Y entonces, después de tanta muerte, de tanto dolor y tanto duelo, encontré a Herta, mi tercera esposa, lo demás interesa poco. Si publico o no, es asunto de los dioses".
Sus últimos años los vivió dedicado por completo a la medicina. En su libro de poemas titulado Aprèslude, un año antes de morir, Benn escribió:
"Me he preguntado con frecuencia, sin encontrar
respuesta,
de dónde provienen el bien y la dulzura,
ni siquiera hoy lo sé, ahora que debo marcharme".

Cuatro poemas de "Morgue y otros poemas":

PEQUEÑA ÁSTER

Un repartidor de cerveza ahogado
fue puesto sobre la camilla.
Alguien había clavado un áster lilaclaroscuro
entre sus dientes.
Al atravesar el pecho
bajo la piel
con un largo cuchillo
a fin de cortar su lengua y paladar,
he debido chocar con la flor pues se deslizó
hacia el cerebro reposando al costado.
La coloqué dentro del tórax
junto al aserrín
mientras lo cosíamos.
¡Bebe hasta la saciedad en tu florero!!!
Descansa en paz,
pequeña áster.

BELLA JUVENTUD

La boca de la niña que había estado largo tiempo entre los juncos
lucía tan roída.
Cuando abrimos su pecho, el esófago estaba tan agujereado.
Finalmente en el arco bajo el diafragma
encontramos un nido de jóvenes ratas.
Una hermanita yacía muerta.
Las otras se alimentaban del hígado y riñón,
bebiendo la fría sangre gozaban de
una bella juventud.
Y bella y rauda fue también su muerte:
lanzamos a toda la pandilla al agua.
¡Oh, cómo chillaban esos pequeños hocicos!!!

CICLO

La muela solitaria de una puta,
que murió sin identificación,
tenía una tapadura dorada.
Como parte de un acuerdo silencioso
las otras muelas cayeron.
Más ésta  la extirpó el encargado de la morgue,
y la empeñó para ir a bailar.
A lo que dijo,
solo el polvo debe retornar al polvo.

LA NOVIA DEL NEGRO

Entonces el rubio cuello de una mujer blanca
yacía encamado en oscuros cojines sanguinolentos.
El sol tempestuoso en su cabello
se extendía lamiendo sus delicados muslos
y se arrodillaba ante sus bronceados pechos,
aún no deformados por el vicio o el parto.
A su lado un negro de ojos y frente marcados por la coz de un caballo
mete dos dedos de su sucio pie izquierdo dentro de su pequeña oreja blanca.
Sin embargo, ella yace durmiente como una novia:
En el marco jubiloso del primer amor
y la víspera de numerosas ascensiones de cálida juventud.
Hasta que hundimos el cuchillo en su blanca garganta
y le echamos una bata púrpura de sangre muerta
alrededor de sus caderas. 

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