Saturday, December 29, 2012

Termina el año



Se va el año y es como si todo el tiempo estuve sentado en la orilla de nada, viéndolo pasar. Mientras más viejo me voy haciendo, más complicado me hago. He tomado la costumbre de observarlo todo de una forma periodística, dispuesto a la redacción. Siempre se piensa que lo que nos pasa, si lo sabemos narrar, se convierte en algo interesante para los demás. Algunas cosas logran su cometido. Algunas personas pueden ser receptivas. Todo depende. En este año, sin razón aparente, los gatos se han exiliado de la casa. Zulu desapareció sin dejar rastro. Las niñas dicen que lo ven todos los días, que es un gato tan negro como él, que ronda el barrio. Yo sé que no es el mismo,  pero  no las contradigo. Conozco la forma de andar de cada uno, es algo sutíl que aprendí con los años (y con los gatos). Duda, mi favorito, me saluda cuando me bajo del carro. Deja que lo acaricie, hablamos, le pido que entre a casa, lo engaño y lo tiento con deliciosas latas de ese mejunje asqueroso que tanto le gusta y después se va a su exilio, despreocupado  y cruel, como el tipo inteligente que es. Jack salió un día y todavía lo estamos esperando.  Jack era un gato macho que actuaba como una madre. Trajo a la casa a dos gaticos muy pequeños, que limpiaba y dormían acurrucados a él. June apareció. También se había evaporado. Una noche abrí la puerta y entró como un bólido. Las tres niñas y mi mujer lo acunaron y acabaron con él como solo las mujeres pueden hacerlo. Yo, en un rincón, me dediqué a  observar  su fiesta envidiando la capacidad de amar que ellas pueden tener. Ya Mariana le compró un collar y lo trajo a la cama a dormir. También en este año perdimos a los pájaros. Dos finches enamorados que ponían huevos en el nido donde  nunca nació otro pájaro. Fue en el anunciado ciclón que pasó por esta ciudad, con un viento miserable que tumbó la jaula y huyeron. Me gustan los pájaros libres. Aunque no quiero pensar en eso, creo que los míos terminaron volando y en libertad. En este año también la justicia puso su grano de arena y después de mucho tiempo, interminable tiempo de luchas y terrores,  Mariana y yo logramos una mejor convivencia  para  las niñas y  Jonathan, que vino a ser parte de esta tribu enloquecida, dejando atrás su vida  de maltratos y esclavitud.  Desde que comencé mi blog Palabras, con la ayuda fundamental de mi mujer, no he dejado de recibir la incondicional  e  inestimable guía de mi suegra Sara Calvo, que con sus asombrosos conocimientos de las reglas ortográficas y su tremenda cultura, ha logrado que pueda publicar todas estas historias y palabras más o menos legibles. Se va el año y una vez más, cuando enumero las caricias recibidas, las bondades inmerecidas y la presencia continua y buena,  tengo que nombrar solo a  mujeres. Solo ellas son capaces de tantas maravillas, de poseer  ese don especial.  Para terminar el año, cuando suenen las doce campanadas, brindaré por ellas, por todas las mujeres que soporto y que  tienen el valor de aguantarme.  ¡Salud para ellas, siempre!

El barrio: Madrina



Era una negra redonda, con la piel pulida que parecía madera tratada, el pelo blanco,  suave, ondulado. Madrina acariciaba con su mano agarrotada, según ella, producto de una espina de la enredadera salvaje que abrazaba la desvencijada cerca. Su casa era la casa del barrio. La puerta nunca tuvo cerrojo y cuando quería cerrarla, un trapo apretado entre el marco y la hoja, era suficiente. En su patio sembré frijoles, tomates y una mata de aguacate que vi crecer y dar frutos. Allí fueron mis gloriosas batallas contra los dragones más terribles, cace leones gigantes en las selvas africanas y en peceras que goteaban, criaba peces de colores y calandracas que no paraban de danzar, agrupadas en una bola de color naranja. Allí creció mi primer gato, que se llamo Telémaco y más tarde resulto una dama cariñosa, que no dejaba  de parir. Madrina olía a comida, a café,  a cigarros; y cada rincón de la casa tenía su huella de animal cansado, sabedor del mundo. Algunas tardes los muchachos jugábamos parchís. Ella era mi pareja. Me exasperaba con su torpeza y lentitud. Perdíamos casi siempre por su culpa. Nunca se casó. Su frase favorita era: soy señorita, pero de las de verdad. Tuvo a su cuidado durante toda su vida, niños perdidos en el laberinto de parientes y vecinos, que con el tiempo y la costumbre  nadie  preguntaba por sus orígenes. De esa forma crecíamos, entrando y saliendo de su casa, pidiendo y exigiendo, contando con ella, sabiéndola dispuesta a complacer y a dar. Daniel fue su último niño. Se quedó en su casa después que Paco, su  hermano menor, preñó a una mujer retrasada mental y la madre se apareció una tarde con la hija boba y un bebé color café con leche, que se retorcía debajo de  una frazada, cubierto  de mierda  y vomitando. Madrina lo acunó  en sus brazos de leona vieja y despidió a la madre y a la vieja: este que esta aquí es  de mi  sangre, váyase tranquila que aquí no le faltara un pomo de leche, les dijo.  Daniel comenzó a crecer bajo su sombra tibia, limpio y rollizo como un tronco de ébano. Cuando el primer doctor le pronóstico un severo caso de retraso mental donde no había nada que hacer, se levantó  indignada, cargando al niño y salió de la consulta diciéndole al doctor: como que me llamo Hilda Martínez, le digo a usted que yo encamino a este vejigo. Esa frase la incorporó a su repertorio de anécdotas sobre los avatares de su vida "pura y virgen, pero de las de verdad". Comíamos desperdigados por toda la casa porque no había  mesa de comedor. Podía llevar el plato a la cama, en el piso, debajo de la mata de naranja agria o en el alero de la ventana  con la misma libertad que me daba para todo. Su casa era un campo interminable de juegos, donde varios muchachos entrabamos y salíamos a nuestras anchas. Cuando fui creciendo, vi la rivalidad secreta entre mi madre y ella por mí. Pero la convicción del cariño sin fronteras, las mantuvo en una paz calculada y cómoda. Recuerdo los "batilongos" como ella los llamaba, con que se vestía. Cualquier tela miserable bastaba,  mientras buscaba y peleaba para darnos a todos lo mejor que podía. Siendo ya un adolescente, una tarde la arrastré casi a la fuerza hasta Coppelia. Nunca antes había ido.  Me sentía orgulloso viéndola sentada conmigo en la mesa, nerviosa, tímida, tomando helados pagados por mí. Durante todo el paseo no dejó de hablar y preocuparse por Daniel, que lo había dejado al cuidado de una vecina. Después fuimos al Cementerio Colon para que visitara la tumba de sus hermanos muertos y cruzamos la bahía para ir al pueblo de Regla, porque ella quería pedirle algo a la virgen. Recuerdo su pelo blanco como se alborotaba con el aire del mar y su mirada perdida ante tantas maravillas. En la iglesia, habló  con la virgen, negra como ella, como lo hacía con las vecinas del barrio, pidiéndole que cuidara a Daniel en su ausencia, porque todos sus otros niños tenían a alguien que los protegiera. Recibí una carta hace muchos años estando aquí en esta ciudad, que me contaba su muerte en un hospital. Nunca me he podido librar de la sensación de desamparo que dejó. Y hoy, que no creo en nada, la llamo en mis momentos mas difíciles y estoy seguro que sus manos retorcidas y cansadas,  me acunan como solo ella,  "Virgen de las de verdad", supo hacerlo siempre, inolvidablemente.


Tuesday, December 18, 2012

Otra vez


Pobres los ángeles urgentes
que nunca llegan a salvarnos.
¿Será que son incompetentes
o que no hay forma de ayudarnos?
Silvio Rodriguez

Escribí sobre este tema hace unos meses. No sé si tenga fuerzas  hoy para decir algo coherente. Volvió a suceder. Un enajenado mental arremetió contra niños y adultos en una escuela primaria de Newtown, en el estado de Connecticut. Adam Lanza, casi un niño el también, tomo las armas de asalto compradas legalmente por su madre, la mato y después fríamente disparo contra los pequeños aterrorizados y los adultos que trataron de pararlo o defender a los alumnos. 20 niños y 7 adultos, y el que se suicido. Estoy leyendo ahora las palabras del presidente. Aun con las mejores intenciones y un dolor genuino no dejan de ser palabras huecas, como cualquiera de las que se les puede decir a los padres de cada persona asesinada ese día. ¿Que palabra podría paliar ese vacío, ese dolor? ¿Que se podría decir ante esta enorme tragedia? La primera pregunta (de cientos que me hago) es: ¿cual era la razón para que la madre de Adam Lanza, una profesora de escuela, compre y coleccione armas de asalto? La segunda: ¿por qué se tienen que vender esas armas tan mortíferas a la población como si fueran zapatos? ¿Que necesidad tiene una persona de acumular en su casa, ametralladoras, rifles semiautomáticos de mirillas telescópicas, bombas de gases y cuanta parafernalia de guerra existe? Si en este país es tan fácil hacerse de armas de ese calibre, esas carnicerías no pararan jamás. En EU hace más de un siglo que no hay una guerra en su territorio. Pero los ciudadanos no hemos dejado de leer, ver y  escuchar sobre todas las guerras externas donde participa. El dolor de la guerra se siente en este país por los medios de comunicación y eso distorsiona, de alguna forma,  la realidad. El  sentimiento de poderío y superioridad que se tiene viviendo aquí es contraproducente. Como también lo son los juegos de videos electrónicos que el único objetivo es matar, y toda la cultura sobre la guerra. Aunque  desde los tiempos inmemoriales los niños han jugado a la violencia: pistolas, cuchillos, espadas, arcos y flechas, escopetas y todo lo demás y después no salen a las calles matando personas. Algunos sí, es obvio; casos aislados, problemas mentales profundos y el fácil acceso a las mortíferas armas. No creo que haya solución a este problema. El dinero lo mueve todo y esa industria es muy poderosa. Dice el presidente  que los padres de esos niños no están solos. Es un apoyo, ganas de ayudar, deseos de consolar con el desconsuelo. Pero si están solos. Todos nosotros tenemos la tristeza de la alegría. Alegría de ver a los nuestros salvos. Nos duelen esos  pequeños. Sentimos el horror de aquellos momentos trágicos porque vemos en ellos a los nuestros. Pero nadie que no sean esos padres y familiares podrá sentir la lanza que atraviesa cuando recuerdan sus voces  o ven un juguete tirado en el suelo de sus cuartos. He escuchado decir que ahora son ángeles en el cielo. Quisiera poder pensar así. Sería un consuelo. Puede que para muchos lo sea. Pero para mí, son niños asesinados. Son vidas truncas. Otra vez.


Sunday, December 16, 2012

El barrio: Cancha



Si había una boda, se celebraban los 15 años de alguna muchacha,  un velorio, el cuidado de un enfermo, ahí estaba Cancha. Para arreglar una casa, limpiar con cubos de agua una acera o correr al policlínico con un niño sangrando por la cabeza de una pedrada,  Cancha. Las mejores fiestas para celebrar a San Lázaro las hacia el  junto al altar mas decorado y surrealista que se pudiera imaginar.  En la cola del hielo, si venia alguna  vianda, en cualquier reunión  la risa histérica de Cancha era suficiente para animar a todo el mundo. Cuando un grupo de mujeres se juntaban  en un portal y hablaban sin parar, el estaba entre ellas. Todos lo usaban para algo y todos de una manera u otra, se burlaban de él. Veía a los muertos y hablaba con ellos. Tenía un recado del mas allá para casi todo el mundo. Le gustaban los hombres. Sobre todo los más delincuentes. En su casa siempre había un primo, un sobrino del campo, el hermano de una amiga querida a los que daba albergue y comida. Recuerdo cuando apareció en la casa llevando en la muñeca un reloj, que exhibía a todo el mundo, regalo de su sobrino, un mulato con dientes de oro que de solo mirarlo producía escalofríos. A los pocos días, con un ojo morado y el labio roto,  le contaba a las mujeres como le entro a golpes aquel sobrino, le quito el reloj y se fue a vivir con una mujer negra de la calle 1era. Cancha entraba a la casa y sin pensarlo, fregaba algo que estuviera sucio, limpiaba los ceniceros, siempre en movimiento, hablando sin parar, ayudando sin descansar, magro, pequeño, su edad parecía ser indefinida, nunca supe si era joven o viejo; no tenia edad, no sé si vivió todo el tiempo en el barrio o él era el mismo barrio. Siempre aparecía como de la nada y de la misma forma se iba. Era como el éter, volátil, aunque su presencia no podía pasar inadvertida.  Recuerdo que cuando se dirigía a mi padre lo llamaba Aparicio. Hace ya unos años alguien me conto que había muerto. Uno de sus sobrinos lo apuñalo tres  veces en el pecho en la sala de su casa,  justo frente el altar que cuidaba con  esmero. ¿Fue así realmente o tanto lo he imaginado que no puedo diferenciar la realidad de  mi imaginación?  Puede ser, ya no estoy seguro de nada.  Pero creo que una persona como él,  lleva  el destino de una muerte trágica ligada a su vida; de la misma forma como lo daba todo, el que nada tenía.


La vida en dos


Bebita Alvarado camina con la mirada fija y la cabeza erguida, por un viejo pueblo donde los recuerdos van de la mano la historia de tres muchachos encandilados de amor y de juventud. Pueblo que me trae por momentos un aire de  La balada del Café Triste. Un amor similar, desproporcionado e imposible. Hace 45 años que se publicó  La vida en dos, de Luis Agüero y hace 17 que la tenía guardada, dedicada por él sobre  la mesa de un restaurante y olvidada dentro de un cajón perdido. El destino de ésta obra que nació para el olvido. Cuidando que las hojas no se deshicieran entre mis dedos, terminé de leerla. Bailén del Sur surgió delante de mí, animándose con bobos, curas, santurronas, putas y fotógrafos desaforados, chinos tristes,  americanos  perdidos y un pueblo que reúne la vida en dos, partida por el dolor de lo cotidiano y simple. Novela relegada  en el engranaje de las malas intenciones. Pero sin dudarlo, entre las grandes  escritas en Cuba, tiene un lugar primordial. Y es por eso, a pesar de todo, que Bebita Alvarado sigue caminando, provocadoramente, imperecederamente,  por las aceras de Bailén del Sur.

Saturday, December 15, 2012

NY City



Aquella noche
la ciudad se abrió
como la sombrilla
con la que me
tronchaste el dedo.
Salpicó de luces
y de sombras
y de ti.
Las calles se alineaban
con tu sonrisa
porque tú sonreías
en ese siglo
y cantabas.
Buscábamos piedras
para el recuerdo
y un pequeño dragón
chino de plástico barato.
¿Recuerdas al muchacho
que nos preguntó
una dirección en cantones?
Reíamos entonces,
¿lo recuerdas?
El castillo en el centro
de lo inalcanzable,
el olor y el smog.
Aquel árbol
y tan fácil
tu cuerpo entre las hojas
amarillas hojas
y rojas.
Las mochilas llenas
de libros
de pequeñas,
varias Estatuas de la Libertad,
reproducciones
Modigliani y sus cuerpos
desnudos, Dalí,
si, ya me lo habías dicho:
no te gusta Dalí.
Te quedaste afuera
cuando subí a  las torres
tu eterno miedo
a las alturas.
No sabíamos que seria
la última vez.
La ciudad es ahora
como una película
que se muestra
por escenas.
En este siglo.


Despidiendo al siniestro


Hoy asistí a un espectáculo que podría llamar triste, aunque esa no sería la palabra correcta; ¿miserable?, creo que es más apropiada. Fue el último día de labor de uno de los personajes siniestros de mi trabajo. Si no me equivoco  lleva trabajando con esta compañía por más de 50 años. Recuerdo algunas anécdotas sobre él. Todos lo desprecian de una forma u otra. Era los ojos y los oídos de los grandes. De los que tienen el poder para joderte la vida. No hacía nada más  que mirar, observar y transmitir. Un día me llevo a la oficina. Dijo que lo trate mal. Delante del jefe mayor lo obligue a que repitiera lo que le había dicho. No pudo. Was in spanish, dijo. Entonces ¿por qué tú dices que te trate mal si no entiendes español? Todo quedo ahí. Me había cagado en su madre, pero con el idioma de Cervantes, que suena más profundo. Nos acaban de reunir en la cafetería. Los grandes (incluido el dueño) trajeron pizzas,  un cake y lo tiraron al ruedo para las palabras de despedida. Él era el orador de las fiestas, las comidas. ¡Oh Lord, gracias a (nombre de los dueños) y a Jesús!... y llanto y mocos y gracias y mas, y llanto otra vez... Yo por mi parte le pedía a mi cerebro que jamás me permitiera protagonizar un espectáculo semejante. Manos alzadas al cielo, ojos anegados. Que no permita un momento así en mí. Y mi cerebro me contesta: ¡ssshhhhh!..cállate y escribe un post. Abrazos a los grandes, gritos de ¡Amén! Siento pena y asco. Termino su ciclo. Termino el show. El siniestro actuó espectacularmente en la retirada. Y me regalo  un relato.

Arriba de la bola


Veo una foto en el periódico de Mariela Castro con un cartel que dice: Obama, give me five now!, rodeada de unas personas disfrazadas grotescamente. Después comprendo que era una especie de parada gay en La Habana. Me resultan graciosos. No voy a hablar de la política de la isla, porque de eso ya se encargan los cientos de blogs de las dos orillas y realmente, me aburren. Pero lo que sí es implacable es el tiempo. Ese nos sitúa en el lugar que corresponde, aunque nos  pasemos  la vida huyendo de él. Leo las noticias pero  cuando mi mujer por alguna razón deja de mirar Food Network o las novelas brasileras y de pronto soy el dueño del tv, corro a mirarlas.   Ya no se habla de Fidel Castro. Cuba paso de moda. Creo que si salgo cuatro millas de Miami, podría vivir por meses sin escuchar nombrar a la isla y  a su gobernante. Porque no es Raúl el que gobierna; ese país lo gobierna el mito. Aquí en esta ciudad es donde viven esos personajes. Es aquí donde se les exorciza, se les recuerda, se les tiene en cuenta. Yo, con poder haría parques, malls, avenidas, restaurantes con los nombres de todos ellos: Fidel Castro Park,  Restaurante Revolución,  platos típicos: ensalada Mariel-Camarioca, frijoles a La invasión de Cochinos, Tostones Rellenos a la Escuela al Campo, calle 103 de Hialeah: Avenida Asalto al Moncada, Camilitos Scouts  y así sucesivamente. Total, si se vive amándolos, ¿por qué no darles algún crédito? Yo he criticado a los ingleses (un pueblo que considero inteligente) por su adoración a la Reina y toda la parafernalia que la rodea. Con mi cerebro tropical, tomándome una cerveza debajo de una mata de mango, no lo entiendo. Pero nosotros somos iguales (bueno, bueno...) que los ingleses en eso de amar al jefe. Fidel Castro es amado. ¿Odiado también? Por supuesto; pero ¿que es el amor sin su cuota de odio? Yo me imagino a ese señor levantándose en las mañanas y pidiendo el periódico (lo veo a la antigua, con el papel escrito) y separando los periódicos del mundo entero, solo buscando El Nuevo Herald. Allí se lee. Ególatra como es, no concibe la vida sin protagonismo. ¿Y donde más lo nombran?, en ese periódico y Diario de las Américas. Sera triste para él. El olvido es su mayor tortura. Que su última imagen sea la de ese esperpento vestido de Adidas, mostrando como mueve los brazos o escribiendo sobre los beneficios de la moringa, es la Historia matándolo. La Historia absorbiéndolo. Es como si en su viaje final, para joder, lo vistieran de payaso. Esa imagen del hombre impetuoso, con el tabaco y la pistola al cinto, siempre de verde olivo, siempre preparado para la guerra no existe más. Es como el destino de la legendaria imagen del Che: ya no se sabe muy bien que tiene que ver ese hombre melenudo con la cerveza o si es una marca de ropa. Quiéranlo o no, Mariela Castro representa la época en que vivimos. Vestida de las mejores marcas, compradas en boutiques de Europa, sonríe mientras miente convincentemente. Está situada en esta época. Ella si esta "arriba de la bola, arriba de la bola".



Sunday, December 9, 2012

El barrio: Julio



Julio era el zapatero del barrio y le llamaban El manco. Se molestaba mucho cuando escuchaba ese epíteto, nombrando de alguna manera su brazo derecho, malformado. Vivía en un cuartucho en el patio de mi casa, sin baño ni cocina y su único adorno era un recorte viejo de periódico con una fotografía de Janis Joplin vestida de hippie, tocando una guitarra enorme. Estaba peleado a muerte con mi madre, el abuelo y todos los demás familiares que vivían en su entorno. Conmigo tenía un trato diferente. Conversábamos mucho. Me hacia cuentos de sus triunfos con su brazo izquierdo, de como había derribado de una sola trompada a varios tipos por burlarse de el o abusar de algún animal. Tenía varios perros. Repartía  latas en diferentes casas para que le guardaran las sobras. Lo veía todos los días cargando alguna de ellas y compartiéndolas  entre los famélicos animales. También su propia comida. Julio casi no hablaba con nadie. Cuando llegaba un cliente a traerle unos viejos zapatos para arreglar lo despachaba a monosílabos, con cara de pocos amigos. Me pasaba las horas con él en su cuarto, viéndolo martillar, cortar y arreglar zapatos sobre su viejo  yunque, mientras me hablaba y contaba historias. Actina  también era su preferida. Cantábamos canciones de Serrat, Nino Bravo y Camilo Sesto  y el hacía de juez. Siempre ella ganaba. Pero después a solas me dijo un día que yo cantaba mejor una canción de José Tejedor. A Julio lo seguían todos los perros del barrio. Iba caminando y una jauría de ellos  corría  a su alrededor. Recuerdo el día que mi madre le dio porque tenía que eliminar a  todos los animales  de la casa. Comenzó a tirar las cosas, a maldecir y gritar como un loco, golpeaba las paredes con su brazo fuerte  y se le salía la saliva de la boca.  No tengo memoria de  como el problema se calmo pero  al final solo tuvo que deshacerse  de dos o tres que estaban muy enfermos. Se  puso así también cuando cortaron la mata de mangos que crecía junto a su cuarto. Y de la misma forma protestaba cuando alguno se subía en ella a tumbar las frutas. Actina  se llevaba  comida de su casa para que el comiera  y yo hacía lo mismo cuando podía. Le robaba cigarros a mi abuelo  y le llevaba café. Ahora que yo también soy casi un viejo, comprendo cómo  nos separaba de todos los demás y éramos, de alguna forma, la familia que  nunca tuvo. Después lo olvide. Llegue a este país y desapareció de mi memoria. Jamás  le envié nada, ni siquiera una carta. Lo hice con gente que no tenía que hacerlo. Una tarde hablando con mi madre le pregunte por él. Le botaron todos  los perros  y se enfermo. Alguien se acordó  al cabo de los días  y  lo encontraron en su camastro, muriéndose. Creo que Actina  lo cuido en el hospital hasta que murió una mañana. Después derrumbaron su cuarto,  tiraron  todas sus cosas y el recorte del periódico con la foto de Janis Joplin tocando aquella guitarra desapareció entre toda la basura. Recuerdo hoy su brazo fuerte como un tronco de árbol, que era su orgullo. Sus perros que lo seguían a todos lados,  sus mugrientas latas de comida y su mano deforme agarrando una puntilla, sobre la suela de un zapato. Pero no recuerdo su voz y su cara se va distorsionando en una neblina que lo abarca todo inmisericordemente.



Saturday, December 8, 2012

Las Torres del Silencio



En Mumbai,  la comunidad parsi, está  gestionando un programa para que los buitres vuelvan a comer cadáveres humanos. El zoroastrismo, que es la religión de los parsis, domino Irán en el siglo X DC. Bajo la persecución del Islam, muchos de ellos huyeron y se establecieron en la India. Allí, en Bombay, hermoso nombre de la ciudad que se convirtió  en Mumbai, se construyen los aviarios para la cría de las aves, y se estima que ya podrán ingerir cadáveres para enero de 2014. Rodeadas de rascacielos, se erigen las tres Torres del Silencio, donde depositaban a los cadáveres en espera de que alimenten a los buitres. Con unos buenos prismáticos, sentados en cómodos sofás y un agradable te caliente, se podía observar el macabro quehacer de estas aves carroñeras con la carne putrefacta. Estas Torres del Silencio son construcciones erectas al aire libre, con anillos de mármol. El anillo externo, es exclusivo para los hombres, el del medio para las mujeres y el del centro para los niños. Allí los cadáveres son consumidos en horas y los huesos quedan en una cuenca central para su recolección. Con las protestas y la modernidad, esta práctica se extinguió y de casi 400 millones de buitres que poblaban el cielo de la India, se estima que solo prevalecen  unos cuantos miles. Los buitres se alimentaban de la vasta población vacuna del país. Es prohibido el sacrificio del ganado y cuando morían, servían de alimento. Pero la modernidad también llego al ganado. Con la ingestión del  diclofenaco, un analgésico que todos tomamos con el nombre de Voltaren, Advil o Alive, para evitar el dolor en las vacas, provocaron masivas muertes en los buitres, que son susceptibles a la insuficiencia renal, provocada por el analgésico. Los parsis comenzaron a cremar a sus muertos, pero según los cánones que rigen su religión, es una abominación, porque el fuego es sagrado y los cuerpos no están limpios. Dentro de poco tiempo, espero ver en los libros de viajes de la India, la recomendación del espectáculo de los buitres, donde todo estará incluido, te, servicio de primera y buffet.


Incendies



Acabo de ver una película. Sudo la película. Esta aquí adentro y las imágenes se suceden. Y el paisaje árido y las rocas y la tragedia y la guerra. Una canción como un lamento, desgarradora. La historia de Nawal Marwan. Su vida en El Líbano, en Canadá. Dos hijos de ella en la búsqueda de un hermano y de su padre. Búsqueda terrible. Descubrimiento de la miseria de los hombres, el tremebundo olor de la guerra. La guerra y el odio mezclados y lanzados por las bocas de los fusiles, las bombas, la muerte. El hilo que enlaza el odio y que no tiene fin. Con la muerte no termina una historia. Se abren brechas por donde se camina con los ojos cerrados y las manos queriendo agarrar lo que se encuentra  delante, el dolor que se descubre, el dolor aun mayor. Vidas marcadas por el odio embrutecedor  y religioso, por las miserias de los humanos, por el sinsentido de la vida. Incendies se llama la película. Esta aquí adentro. Cine que se queda. Película que comienza cuando en la pantalla se lee la palabra Fin.


La madre y su hija



En cada movimiento, o actitud humana, hay una historia detrás. No sé si siempre observe detenidamente a las personas, pero ahora lo hago conscientemente. Se puede evaluar a la gente por sus actitudes. Las más simples hablan. No diría nada nuevo si afirmo que toda persona es diferente,  sin temor a equivocarme, una frase, una mirada, un movimiento del cuerpo, una expresión del rostro, pueden dibujarme a grandes rasgos el mapa de la vida de alguien. Todas las madrugadas, en la estación de tren donde me bajo, también lo hacen dos  personas para mí, peculiares. Son una madre y su  hija. Mujer muy joven, diría unos 24 años y la niña unos 6. Parecen una copia pero de diferentes tiempos. Las veo bajarse del tren y caminar casi corriendo para alcanzar el bus que tiene la parada a dos cuadras de la estación. Tienen una camaradería que se siente. Yo pienso que la madre esta consiente del esfuerzo que será para la pequeña estar de pie a esa hora de la madrugada y suplanta el sacrificio con actitudes hacia la niña que la alegren de alguna manera. Camina a su lado y le hala con cuidado una de las trenzas adornadas con diminutos  anillos de colores; con la cadera se golpean y ríen, a veces dan cortas carreras, se dan nalgadas, etc. Y así van cada día, o noche, porque a esa hora falta bastante para que salga el sol. Entonces, diariamente, cuando miro a esas dos mujeres, automáticamente  vuelo, aterrizo, choco con otros recuerdos que no son nada gratos para mí.   Tengo varias anécdotas, que si las contara todas no habría post que las resista. Pero de eso no voy a hablar aquí. Aunque no puedo evitar las comparaciones, como ya lo dije antes: cada persona es diferente.


Papeles en la mochila



Hace casi una semana salió un artículo en el periódico que me llamo la atención. Recorte la pagina, hice varios apuntes, trate de buscar más datos, fotografías, etc, pero con  mi celular  y en el trabajo, me fue imposible.  Mi intención era  hacer un post para el blog, basándome en  la noticia que me intereso.  Pero ahí está el recorte del  periódico y la hoja con varios  apuntes, en el fondo de la mochila, revueltos con el frasco de analgésicos, los soldaditos de plástico que me regalo Nani (para que jugara en mi trabajo), el dado rojo que místicamente me acompaña hace tantos años, el llavero sin llaves regalo de Rosy y la pluma con forma de lagarto que me compro Nataly,  esperando. Es llover sobre mojado, pero puedo decir que no tengo tiempo. En la tablet, con mi mujer, estamos leyendo una maravillosa novela que se alarga cada día mas; sobre la mesa de centro otra novela sin terminar, escrita por mi suegro, tremenda,  y la Internet que bombardea con  basuras, pero también con maravillas. Todo esperando,  pospuesto para después. Los  días  se van trabajando, en el transporte, en los "terribles encantos que tiene el hogar". Las ideas llegan y las mastico, les doy vuelta, duermo con ellas, despierto con otras, y el momento  para armarlas, corriendo desaforadamente delante de mí. Si fuera un hombre con dinero compraría mi tiempo. Espero el sábado, para sentarme frente a la computadora antes de que amanezca, para tratar de arreglar, escribir, buscar, borrar, cambiar, todo lo que durante la semana voy acumulando sigilosamente en mi teléfono.  Todo eso sin nombrar lo que viene con los dos días de supuesto descanso. Y después nadie me lee, ¿no es  el colmo del masoquista?


Saturday, December 1, 2012

Poema inaguantable



Despierto y no aguanto
hoy es de esos días
que pesan
como sacos de piedras.
Es difícil el tren
el intercomunicador constante
la voz que chilla
la música góspel de los negros
su olor dulce empalaga.
Si comienzo a enumerar
me pierdo
no veo horizontes
ni estrellas
ni todas esas mierdas.
Hoy si estoy
verdaderamente inaguantable.
Podría escuchar
los sermones de siempre
bla bla bla y esas cosas
pero tendrían que pasar
tantas horas
tal vez meterme
sin cerebro
en el trabajo
no ver nada más.
Pero ahora
que nadie me venga
diciendo que mire
hacia otros lugares
que observe
y vea a otros peores
eso lo se
pero este día
es el mío
es mi inconformidad
mi estupidez
mi autocomplacencia.
No aguanto
ni escucho
la ciudad es un cajón
donde me tropiezo

Sunday, November 25, 2012

El barrio: El isleño

                                                            fotografia: Geysa Chirino

Hubo una vez un hombre que tomo un barco y cruzo el océano. Desembarco en una ciudad que lo deslumbro desde el primer instante de pisar su suelo. Ese hombre vino de una isla y llego a aquella otra isla y el olor a frutas a frijoles negros a negras y el aire lo hicieron creer que al fin toco puerto en su destino final. Y el hombre camino y miro y escucho y vio los colores y los pájaros y comió tamales y carne de cerdo y se dispuso a trabajar que era lo único que sabía hacer. Y tomo en sus manos un martillo y un  serrucho y una pala y un cincel y le dio forma a la madera y pavimento la tierra y clavo puntillas como aferrándose a ese destino deslumbrante que le había dado en el rostro. Cambio las alpargatas por zapatos y tocaba el acordeón cuando la nostalgia lo enfermaba. El hombre conoció a una mujer que no sabía leer ni escribir y construyo una casa. Con maderas rescatadas levanto el techo y pinto las paredes de color naranja y armo un portal como un ajedrez en blanco y negro. La mujer supo parir y pario una hija y después otra y otra, que crecieron junto a las maderas,  las herramientas y los caracoles que acumulaba en un misterio indescifrable. Y un día el hombre comenzó a levantar una construcción extraña junto a su casa y surgió un castillo que cubrió de caracoles, de santos y vírgenes y campanas donde anidaban los pajaron del verano. Después ese hombre cuidaba su capilla y pedía arrodillado a sus vírgenes y el barrio entero venia a postrarse humilde y miserable  porque pedir era la única esperanza de los que no tienen esperanza. Y llegaban las ofrendas, las flores y los tabacos y los pájaros se iban de los nidos y arribaban  otros pájaros y hacían otros nidos. El barrio cambiaba y las hijas del hombre traían hijos y maridos y el hombre solo frente a la virgen, recordaba a la mujer que nunca supo escribir su nombre y dejo aquel espacio imposible. Entonces el tiempo se fue escurriendo traicionero y pertinaz por entre los muros y surgieron las primeras grietas, a las que nadie presto atención, porque los dolores cotidianos no dejaban espacio para caracoles y de las vírgenes se acordaban cuando todos los otros remedios eran  inútiles. El hombre dejo de ser hombre para convertirse en un viejo y la mente a irse por caminos de otros mares y fue un niño y fue la nada hasta que un día durmió debajo de  la tierra que lo deslumbro y nunca más dejo. Entonces de el quedo aquella capilla cubierta  de caracoles que se desprendían y caían al suelo precipitándose a un fin inminente y solitario. Y las hijas y los hijos de las hijas y los maridos de las hijas fueron desparramándose por lugares de este mundo y la capilla solitaria se fue resquebrajando, se fue muriendo como un gigante herido y solo, con  nidos viejos y vacios. Y cuentan los que todavía pasan por allí, que algunas paredes aun resisten el embate del tiempo y la desidia de los que no les importa nada. Dicen que las vírgenes desaparecieron y que el barrio olvido que hubo un tiempo que les pedían a ellas en sus  ultimas  esperanzas  y sus miserias. Dicen también que junto a las paredes que aún quedan construyen casas donde se hacinan gente desconocida y sin memorias. Eso es lo que todavía queda de aquel hombre que un día cruzo el océano. Del que dejó su isla y llegó a otra.


Sin agua



En Jerusalén, el Santo Sepulcro padece de sequia. La compañía Hagihon, que administra el agua de la ciudad, presento a los responsables de la iglesia una deuda de casi tres millones de euros, por el consumo de los últimos 15 años. Ahora los greco-ortodoxos le prohibieron el acceso a los representantes de la compañía del agua y amenazan con cerrar el sepulcro, que es visitado por tres mil personas diarias y en Semana Santa por más de 20.000 fieles. Así están las cosas, además de todos los otros problemas entre la Franja de Gaza y Palestina. Resulta que el lugar donde murió supuestamente el hombre más importante de todos los tiempos, no tiene agua para descargar toilettes y urinarios. Porque no pagan. Los cristianos del mundo podrían ver las puertas de tan importante iglesia cerrada con un cartel que diga: cerrada por no pagar el agua. Todo cuesta y todo se paga. La fe se paga. La historia se paga. El morbo se paga. Y si la caca se acumula, no hay iglesia ni fe que la aguante. Pero para todo hay una solución. De alguna manera se resolverá. Volverá a correr el líquido por las tuberías y la fe, otra vez ganara la partida. Y así seguirá todo. Y las bombas seguirán, y los disparos seguirán y los muertos seguirán. Pero tengamos fe. Que corra por las venas, como el añorado líquido. Pero antes,  paguemos, por favor, ¿si?


Thursday, November 22, 2012

El barrio: Antonio Boy



Antonio Boy era el jefe del Comité de mi cuadra. Un viejo terrible, que a todos los muchachos nos causaba fastidios constantemente.  Vivía en la casa de la esquina rodeada de arboles y hierbas por todos lados.  Tenía dos nietas muy lindas, intocables para nosotros. Era un viejo esclerótico y revolucionario, siempre vigilando, metiéndose en donde nunca lo llamaban. Caminaba encorvado hacia delante,  molesto, como si toda la cuadra viviera las 24 horas cometiendo errores.  Daba órdenes gesticulando como si fuera el mismo Fidel Castro. Cuando llegaron los trabajadores que iban a pavimentar nuestra calle, con bulldozers, camiones, un cilindro amarillo y otros instrumentos,  fue una fiesta para nosotros. De pronto, la calle comenzó a transformarse en lomas de tierra y gravillas que los camiones dejaban en cualquier parte.  Aquellos hombres desconocidos abrían huecos, gritaban y el polvo llenaba las casas de una capa blanca, imposible de eliminar.  Y el viejo Antonio Boy a gritarnos a todos, dando órdenes inútiles, peleando hasta con los obreros. Un día sin explicación alguna no volvieron más. Mi calle parecía un animal enfermo, desahuciado. Recuerdo el silencio  encima  de  las lomas de tierra que eran las delicias de todos nosotros. Envuelta en polvo y fango quedo como un insecto gigante, solitaria y abandonada, la bulldozer amarilla. La  primera sensación que sentí cuando tímidamente me subí a las inmensas esteras de hierro que formaban las ruedas es casi la misma cuando después de tanto tiempo me he acercado a alguna de esas maquinarias. Antonio Boy se convirtió en el celador de la maquina. Desde su casa nos vigilaba y venia gritando y levantando los brazos amenazadoramente. Corríamos todos riendo y gritándole ¡Antonio Bollo, Antonio Bollo chivatón!, hasta que lo perdíamos de vista. Un día no fui a la escuela, no recuerdo si estaba enfermo u otra cosa. Lo cierto es que la bulldozer fue solo para mí. Movía todas las palancas, haciendo ruidos con la boca imaginándome en acción, cuando sentí una mano que agarraba mi tobillo. Creí que me paralizaba cuando vi al viejo Boy. No corras, ven acá, me ordeno. Fui con él hasta su casa. Me pidió que me sentara en el portal y entro. No sentía miedo, solo curiosidad. Regreso con una caja de cartón y me mostro viejas fotos de él en un ring de boxeo. Fui campeón en esa época, me dijo. Ganaba por knock-out.  Tenía el puño de hierro. Cerró el puño y temblando, me tiro suavemente un gancho al mentón. Yo reí. Subí al ring con Kit Gavilán, que me gano por puntos, me conto  como si soñara. Cuando tú seas un hombre, dijo con un hilo de voz, con esa estatura que tienes vas a derribar al primer cabron que se te meta por delante. Sonrió. Yo también sonreí.  Recuerdo aquel día como si fuera hoy. Sus palabras   parecían  que venían  de lejos, limpias  de la amargura que siempre usaba con nosotros. Mostraba unos dientes amarillos y grandes con manchas de color chocolate. Después me dio dos ciruelas de la mata del patio y un mango filipino.  Todos lo odiaban en el barrio. Siguió gritándonos y persiguiéndonos  hasta que nos fuimos haciendo mayores y lo olvidamos. Nunca he preguntado por el a nadie. Creo que por muchos años no había pensado en Antonio. Hoy lo recuerdo y siento de alguna manera aquella tarde, el olor a humedad que emanaba de la caja de donde  cuidadosamente extraía las fotos amarillentas y sepias. En este instante rememoro  aquellos  deseos de ser constructor y boxeador. Después, todo se pierde o se esconde en una nebulosa del tiempo  y de otros recuerdos. Hoy en  mi memoria es Antonio Boy, el chivato revolucionario, el viejo loco, mandón y boxeador que aquella tarde me mostro las fotos más importantes de toda su vida.


Guyana 1978



El 18 de Noviembre de 1978, en Guyana, se suicidaron tomando Koolaid con cianuro de potasio 918 personas, de las cuales, casi 300 eran niños. Jim Jones, su guía espiritual, los congrego en ese lugar que bautizo con el nombre de Jonestown, para apartarse de la sociedad y vivir en unión con el espíritu, las drogas, la agricultura y la dictadura que el fomentaba con la mayoría de enajenados mentales que lo seguían. Digo la mayoría, porque hubo un pequeño grupo que se desligo de él  y denuncio los abusos cometidos. Lo demás es historia. Cuando eso sucedió yo tenía 17 años y aunque era una  edad en la que  muy pocas  cosas  te conmocionan verdaderamente, recuerdo nítidamente  las noticias y los comentarios de amigos y familiares.  Me resulta muy difícil, tratar de comprender el tipo de mentalidad que se deja influenciar de una manera tan enloquecida por un hombre. Yo me aparto de las  hordas. Cuando veo esas iglesias, por ejemplo, con cientos de personas creyendo ser tocadas por el Espíritu Santo, enajenadas, desmayándose al simple roce de la mano del pastor de turno, además de verlo como  un espectáculo circense de mal gusto, me pregunto si son tan ignorantes que no se dan cuenta de la farsa. No, por supuesto que no se dan cuenta. Y como apoyando la idea se suman a sus filas personas con una educación elevada. Siempre parto de la primicia de que cada cual debe hacer lo que le venga en gana. Pero (y es solo mi opinión personal)  esas personas capaces de dejarse embaucar por esos llamados líderes espirituales, podrán tener la educación mas calificada  y aun así no son más que educados  ignorantes. Si realmente alguien tiene la fe, el amor por Dios, y cree en su palabra,  o sea, en La Biblia, (que fue escrita por otros hombres),  y siente que el todo lo puede y está presente, etc, etc y todas esas cosas que esgrimen los creyentes,  el solo hecho de seguir a  esos que se autoproclaman venir en el nombre del Señor, ya es una falacia. Seguir a un hombre seria ir contra los mandatos de Dios. Ese es  el primer error del religioso. La religión es una mentira muy bien estructurada para mantener a los hombres con miedo. Un hombre temeroso nunca es un hombre libre. Y todas las religiones se basan en el temor, el castigo, y la fe. Fe es una palabra complicada. La asocio a la ignorancia. Yo también soy un ignorante, pero sin fe. No me gusta que me digan que para aceptar algo o entenderlo tengo que tener fe. Yo prefiero tener conocimiento. La fe es muy ambigua. 34 años atrás, Jim Jones llevo a la muerte  (juntos con él)  a ese grupo de personas. Realmente no se puede asegurar como fue el momento de ingerir aquella bebida fatal. ¿Que pasaría por las cabezas de aquellos padres ofreciéndoles a sus hijos "la refrescante bebida", por la que todos dejaron sus juegos y corrieron hacia ellos? ¿Que poder puede guiar una mente enferma? ¿Que enfermo se puede dejar guiar por esa mente? ¿Donde estará el límite entre la inteligencia y la imbecilidad?


Sunday, November 18, 2012

Esperando el tren



A veces
sin razón alguna
me asalta la nostalgia
y la aparto
es enfermizo tener
lastima de mí.
Ya llego el tiempo
de mirar sonriendo
sentarse tranquilo
y ahora que anuncian
por los altavoces
que el tren se demora
esperar.
Puedo mirar a la muchacha
que no para de hablar
por teléfono
o recordar las palabras
que grite anoche
imagino que salieron
huyendo de mí
y están escondidas
debajo de mi mujer.
Pero no  voy a dejar que
nada me interrumpa
ni siquiera la nostalgia.
No quisiera parecerme
a mi madre
y veo tanta
sutil similitud
que me espanto.
No sé hablar
de algo  si no esta
ligado a mi
realmente no se hablar de nada
lo ideal seria el silencio
pero insisto
aunque no se bien porque.
El tren sigue por otras vías
y a la muchacha se le agoto
la batería
no hace silencio
solo se agoto
espera ella también.
Anoche releí un libro
de poemas que ya
era viejo.
Aquellos poemas
que tanto revuelo
nos causaron cuando
éramos tan jóvenes
hoy son palabras molidas
masticadas palabras.
Pasa a veces.

El tiempo



Si se tuviera una pequeñísima noción del tiempo de vida que nos va a tocar vivir, otro gallo cantaría. Porque cuando se nace, la distancia entre la vida y el fin de esta es abismal, no existe. Y después, cuando comenzamos a crecer, son tantos los acontecimientos, son tantas las esperanzas y las trampas que la idea del fin no va acorde al empuje de la vida. De esa forma o por eso, se malgasta. Aunque yo pienso que esta palabra es relativa. Malgastar en algo, puede tener muchas interpretaciones. Lo que para mi puede generar un placer infinito, para otro seria un suplicio. Llévenme, por ejemplo al flamante stadium de los Marlins a ver un juego. No importa contra cual equipo. Sería una tortura. Me sentiría como un alienígena entre esa muchedumbre que grita hasta perder las cuerdas vocales. Para muchos de esos que están viendo el juego me tomarían como un perdedor, si me ven leyendo La inmortalidad  de Kundera,  por ejemplo. Así es en todo. Pero si es verdad, que a pesar de las diferencias, existen cosas generales por las que perdemos nuestro tiempo y que son irrecuperables. Con la  familia es una de ellas. ¿Cuanto tiempo malgastamos cuando se hiere, se discute, con las personas que uno ama? Como se pierde el tiempo cuando ponemos distancia. Porque la peor distancia es la que está a centímetros de ti. Continuamos un día detrás del otro posponiendo a veces lo que es verdaderamente genuino por cosas perecederas, sin raíces y sin una verdadera importancia. El tiempo, como casi todo,  es relativo. Si pudiéramos usar el nuestro solo en lo que queremos realmente, todo seria más llevadero. Pero se interponen siempre cosas que hacen los momentos más complejos y difíciles. De todas formas, esto es lo que hay, o lo tomas o lo dejas, tú decides con el tuyo. 


Saturday, November 17, 2012

Lunes en la Ermita



Aunque hoy es lunes, no voy a trabajar. Tengo una cita en una oficina y eso me molesta. Odio esas cosas de papeles, datos, preguntas. Me levanto más temprano que los demás y bajo las escaleras a prepararme un café. Hace 24 horas estaba vomitando y con un dolor de cabeza que me mareaba, producto de la resaca de la noche anterior, los dos litros de vino que ingerí y el asado delicioso que hicimos en el patio. Valió la pena. Mariana y yo cantamos a todo volumen las canciones de siempre, para fastidio de los vecinos. He revisado Facebook. Encontré a mi hermana de casualidad. Ya no recuerdo por medio de quién. Mi hermana vive a unas cuadras de mi casa, pero estamos lejos. Bueno, la pedí como amiga y me aceptó. Me alegra, realmente. También me alegra que una vez más, yo diera el paso para el abrazo. Y la abrazo. La vida pasa tan rápido y siempre estamos pendientes de tantas tonterías. Creo que me estoy poniendo viejo a una velocidad vertiginosa. También siento  que ya no me preocupa mucho eso. Solo me sigue preocupando la gente que amo. Serrat y Sabina vienen a otro concierto aquí en Miami. Sabina no me interesa para nada. Tiene algunas canciones regulares. Nada más. Es, para mí, un poco oportunista en sus canciones. No sé, siento que utiliza una poesía progre para el grupo. Cosa que es válida, todo es válido. Además, que haga lo que le dé la gana, que muy bien que gana con eso. Serrat. ¡Ah, Serrat! Creo que si alguna vez me enamoré de un hombre fue de él. Era tan joven en aquel entonces. Escuchar sus canciones ha sido para mí uno de los placeres que me han acompañado durante toda mi vida. Ahora es un viejo ridículo, que no canta, que baila en el escenario y cosas así. He escuchado algunas canciones  de  sus  últimas  y me dan pena. La dupla con Sabina es de lo peor. Pero de todas formas, queda su poesía cantada, maravillosa,  sus gestos, su pelo largo, aquella juventud que me hacia soñar mientras  me sentía apresado en la isla y el deseo de vivir otra cosa. Después viví esa otra cosa,  y no pasó nada. Ahora también  soy un viejo horrible, obeso, lleno de líos en su cabeza, que son los peores,  y una madurez que no me sirve para nada. También me quedan mis escritos, mi mujer,  que es el tronco de todo, el sostén de esta carga y mis nietas, tres niñas maravillosas que acaban con mi vida y me suman cosas especiales y terribles. Ahora mientras escribía me llamó Nani, dice que "está enfermita un poquito". Yo también estoy un poquito enfermito, le dije. Dice que hoy no me van a inyectar. Qué bueno, porque  voy a llorar, le conteste. Ok, Apo, te voy a comprar un toys en Target, ok?, me dice como consuelo   y cuelga. ¿Ven? Esas son las cosas. Ni la literatura, ni la pintura, ni el cine ni la música, nada es comparable, nada.  Nataly bajó con su cara de dormida y viene y sin preocuparse porque estoy escribiendo,  se me echa encima y huelo su pelo, el olor de su cama, su aliento  y busca que la acaricie y lo hago y es tan lindo sentirla y tocarla. Rosy llega  casi bailando, Rosy baila, baila y todo es tormentoso a su alrededor,  y me pide leche con chocolate,  y le preparo un biberón, grandota como está; y mientras tanto el entorno no  es igual cuando ella pasa, arrasa, derriba, destruye y construye al mismo tiempo, siendo la tormenta y la nube, pero también la lluvia  y la beso y le pido que se porte bien y me contesta: ok Apito,  y se va, olvidándome inmediatamente. Más tarde vamos a La Ermita. Me siento con ellas y miro el mural, observo. Encuentro detalles, personajes,   también soy un poco ese mural,  y ahora  que no creo en nada,  le doy gracias a la Virgen y le pido por todas las mujeres que amo, que son más que hombres y susurro  bajito para no alterar el espectáculo de sentirme mínimo y frágil. Después el mar. El espectáculo mayor. El mar cercándonos, acunándonos, recordándonos el tiempo, el pasado, el que está hoy.


Conversando con el viejo.



Veamos, porque este tema es un poco escabroso para mí. Además no tengo mucha base para hablar, porque, ya lo he dicho antes,  de política no se nada. Pero bueno, soy un ciudadano más o menos como los demás, más o menos bien o erróneamente informado, como la mayoría y leo el periódico y veo alguna que otra noticia. Además, opino porque me da la gana de opinar. Al grano, la ONU  (Organización de Naciones Unidas). Se supone que son un grupo de países unidos por el deseo de cooperación. Y además que se vota para dar fuerza a la opinión generalizada. ¿Hasta ahí voy bien? Entonces, para hablar de la votación sobre el embargo a Cuba: de 193 países, 188 votaron a favor de levantar ese embargo que EEUU tiene sobre Cuba hace ya más de 50 años, Estados Unidos, Israel y Palau, votaron a favor y las islas Marshall y Micronesia se abstuvieron. Un paréntesis aquí: ¿donde coño están Palau y las islas esas? Porque Israel, eso es sabido, va a estar de acuerdo con lo que diga EU, es lógico, casi lo entiendo, le paso la mano por los hombros y le digo: claro, chico, ¿cómo  te vas a poner en contra de la gallina de los huevos de oro? Si no haces eso, te fulminan, te eliminan del mapa todos tus vecinos que te miran por mirillas de misiles y ametralladoras. Israel, a ti un poco te entiendo, ok?, tranquilo. Y a los otros tres, ni les digo nada, porque no sé nada de ellos, ahí los dejo quietecitos  también. Entonces me dirijo a EU. Ahora dime, primero que todo, ¿para qué sirve la ONU? Si todos votan en algo que tu no estás de acuerdo y  te cagas en la noticia, entonces ¿para qué sirve? ¿Quien es el que manda? ¿Solo tú eres el que manda? Es claro eso, ¿verdad? Y te digo más, viejo: yo vivo en tu suelo y te confieso que no viviría en un lugar diferente. Te digo también que creo en muchas cosas buenas, buenísimas que tienes, pero sé que a veces te equivocas, me parece que no ves más allá y te estancas en un pasado que ya no tiene remedio. Dime, ¿de qué ha servido ese famoso bloqueo? Tú lo sabes,  porque comemierda no eres. No ha  servido para nada. Si, para algo si: para que los Castro se justifiquen de la miseria, del hambre de la vida horrible que viven los cubanos. Dime aquí, bajito,  ¿para qué mas ha servido? Los Castro siguen ahí, el país sigue ahí, herido de hambre y miseria y ya son más de 50 años, viejo, no te parece? Si Cuba quiere comprar tus maquinarias, las compra,  tú lo sabes, tú sabes del traqueteo, el business  que existe en todos lados, porque tú de bobo no tienes nada. ¿Entonces qué? ¿Que Cuba no paga? Ok, tú le vendes a quien compra. Tú pones el orden. Si Cuba te quiere comprar, véndele y ya. ¿Que no tiene créditos internacionales? Está bien, en tu casa mandas tu: Cuba, aquí tienes todo lo que yo vendo, money por delante y te lo llevas, yo no fio, a ti no te fio porque tú eres un ladrón que no paga. ¿Viste viejo? Así se habla. ¿Y sabes donde tendrían que meterse la lengua los Castro y toda la retahíla de izquierdistas miserables que los aúpan? Bueno, tú sabes donde se la meterían. Pero te digo la verdad,  no jodas más. No me vengas con el sermón de los derechos humanos, que tu eres amiguito de muchos que de derechos no tienen ni las espaldas. ¡Y mira que negocias con ellos!!! Entonces ¿cual es el problema con esa islita de mierda que es Cuba? Quítate ese lio antiguo. Manda pal carajo a todos los politiqueros  cubanos que son unos descarados y haz lo que tienes que hacer. Esa sería la mejor manera de terminar  con aquel gobierno horrible. Empuja más una lavadora eléctrica, el A/C, un carro, un televisor de pantalla plana  y un par de zapatos que toda la monserga de honor tardío  y tonto que es lo que esgrimen los cubanos ultra de Miami. Dime,  ¿no piensas que lo que te digo es la verdad? Piensa, padre, te lo dice un cubano del montón, que vive  en tu suelo hace ya una pila de años.


Saturday, November 10, 2012

A Zoe se le fue el metro.


Hace poco, leí en el blog de Zoe Valdés, nuestra escritora insigne, un post sobre la muerte del pintor  cubano Ramón Unzueta, que murió en Islas Canarias  y era gran amigo de ella. Me gusto mucho. Se sentía real el dolor  ante la pérdida de un amigo de casi toda la vida. No tenía nada que ver con su escritura tan llena de olores de la vulgaridad más tremebunda, que es lo que acostumbra describir en sus libros, para mi opinión, inmetibles, para tratar de usar una palabra de su léxico. Lo mejor en estos casos es no decir nada, ignorar a quien no te gusta y todo tranquilo, cada cual con su tragedia. Pero hay cosas que resultan demasiado. Hoy me encuentro con algo que escribió, en un espacio llamado  "Zoe en el metro", con el título de   "Gano el populachero".  Según ella, los latinos y cubanos que votamos por Obama, somos unos vendidos al comunismo, que queremos para nuestros hijos el islamismo, o sea, el obamismo (según ella ). Sigue con una retahíla de palabras de Zoe o sea soeces, que no sé si me dieron ganas de reír o de orinar y opte por escribir esto, que es casi la misma cosa. Resulta que ella también se hace eco de las tonterías dichas aquí en Miami de que el presidente es amigo de Mariela Castro, de Chávez y de no sé que otro personaje más de la farándula latinoamericana de izquierdas. ¿No será que Obama le pide consejos a Evo Morales para tratar de recuperar la economía de Estados Unidos? Podríamos analizar este punto basándonos en el post de la escritora. Cada cual puede escribir y decir lo que le viene en ganas, pero yo creo que una persona medianamente inteligente, debía  pensar en lo que dice dos segundos antes de dejar que otros la lean. Otra de las soasadas escritas en el artículo dice que Ronmey vivió dos años en Francia y era muy elegante, algo que se ha perdido en las pasarelas de modas. Aquí hice un paréntesis y fui al baño. Bueno, ¿es algo relevante que Ronmey haya vivido dos años en el país galo para que lo hagan más capacitado que el que no vivió allí? Además, ¿de qué elegancia habla Zoe Valdés? Imagino que no tenga nada que ver con el vestuario que acostumbra mostrarnos, estilo Baker-Kalho-Monroe, plumas incluidas. Creo que a Zoe se le fue el metro. La imagino parada en la estación de Saint-Lazare, mirando a su alrededor, aburrida, imaginando cual será su próximo escrito, imaginando el aplauso de los intelectuales y demás seguidores, arreglándose en el pecho el cartel de Escritora Insigne de la Cuba Libre.




Conflicto

                                                               

Estoy trabajando  tranquilamente, pensando en todas las cosas desagradables que tengo pendientes. Papeles que buscar, cita en una oficina del downtown, el hueco eterno del baño para reparar, el filtro del aire acondicionado,  lavar los carros... uff. Cerca de mí, escondiéndose de las cámaras de seguridad, esta un hombre joven  hablando por teléfono. No puedo dejar de escuchar su conversación. Es negro y habla en ingles. Discute con una mujer. Algo me asombra y es que no escucho las palabras habituales, las lacerantes, las que golpean duro.  Discute con la mujer y no se ofenden, algo que sería lo más común. Blancos y negros argumentando  con la mujer o la ex-mujer son sinónimos de gritos, ofensas, recriminaciones. Estos pelean por dinero. Lo más común. Escucho lo que él dice y por sus respuestas imagino lo que ella le plantea. El conflicto humano. El más popular. La incompatibilidad. La discordia. El rencor que arde.  ¿Cuando fue que comenzó esta pelea? ¿Recuerdan los besos, el deseo irreprimible, las ganas de estar juntos? ¿Recuerdan el primer día que estuvieron desnudos, los dedos buscándose, húmedos, temblorosos? ¿Ya se olvido la risa, la complicidad, la  ternura que brota y acaricia? ¿Cuando es que todo eso se transforma? ¿Cuando las manos dejaron de explorar el cuerpo tan conocido? ¿Como fue que la primera palabra surgió y dolió? ¿Fue algo tan simple como que las glándulas que producen feromonas dejaron de producirlas? ¿A que frágil cuerda estuvieron unidos? ¿Recuerdan todavía un juego, un día frente al mar, una cena especial? Ella le exige más dinero. El dice que no tiene más para darle. El tono va subiendo. Él le pide que lo deje hablar. Ella grita algo. Él le dice que eso es mentira. Se justifica. Ahora  hace silencio y la escucha. De pronto ruge, se transforma la voz, la cara, las manos alzadas, las piernas buscando el balance y grita: fuck you fuck you fuck you, bitch!  Apaga el telefono y se va.



Obama



La política a mi me toca superficialmente. Casi no hablo de ella y nunca escribo nada al respecto. Pero tal vez hoy logre decir algo. Me parece muy bien que Obama haya ganado otra vez la presidencia. Creo  que es un hombre inteligente, y que piensa más o menos con los tiempos que corren. Al  candidato presidencial republicano, yo lo veía como un apéndice de Bush. Y creo que algo que pueda recordar a ese señor y su gobierno, es para temerle. Toda la campaña de Romney estaba apoyada en un sentimiento moralizante, lleno de ideas basadas en la religión o mejor dicho en Dios. Eso es fatídico. Cuando entra la Religión, trae de la mano a la Estupidez. Todas esas ideas por las que los cubanos más recalcitrantes perdían  las cuerdas vocales no eran más que un entramado de tonterías como las que hablan hasta el cansancio refiriéndose a Cuba. También creo que tanto Obama como Romney, son dos políticos estadounidenses y que ambos quieren lo mejor para su país. Que yo no esté de acuerdo en cosas de los dos, no me da el derecho de llamarlos con epítetos estúpidos. A este país no lo va a cambiar ni los Demócratas ni los Republicanos. Aquí las bases están establecidas y son muy profundas. Lo que está cambiando a este país son los tiempos en que vivimos, la forma como el mundo se ha estructurado. Esta es la democracia. Ni hay mas na'. El presidente va a tratar de hacer más o menos lo que se pueda y dentro de cuatro años lo veremos en las escalinatas de La Casa Blanca, entregándole la llave al que entra, no importa de cuál de los dos partidos sea. Así es y así será. Nada perfecto, pero de lo imperfecto, lo mejorcito.


Sunday, November 4, 2012

El barrio: las hermanas putas



En el barrio  había una serie de personajes dignos de la literatura. Vivian sus vidas miserables y hasta cierto punto estrafalarias, por encima de los dogmas, las leyes y la estructura monolítica de gobierno, que era el sueño de los que aun tienen el poder en  ese país. Algo tenían en común, mirándolos ahora al paso del tiempo y la distancia insalvable que se creó entre  los que vivian allí y yo. Todos, sin excepción eran personas solitarias, apartadas la mayoría de las veces de grupos y vecinos y la locura, de una forma u otra, era parte de esas personalidades. Entre los muchachos que íbamos a la escuela se rumoraba con altos grados de morbosidad, mentiras y fanfarronería, las aventuras que cada uno de ellos habían tenido con Las hermanas putas. Así se le llamaba a dos mujeres que se pasaban el día, mirando y atrayendo desde la ventana de su miserable casa a todo el que caminaba  por la acera. Yo les tenía un miedo atroz. Escuchaba los cuentos de mis compañeros de escuela y sentía una mezcla de deseos, miedo y repulsión. La casa estaba frente al parque. Era de maderas,  desvencijada, sin pintura, inclinada como si de un momento a otro se fuera a desplomar. No importaba  el momento que pasara por allí, aquellas mujeres estaban en la ventana. Temblaba cuando me aproximaba de miedo y curiosidad. Las dos sonreían. Sus ojos eran pequeños, pero las lenguas inmensas. Reían y sacaban las lenguas y las movían fuera de la boca, mientras me decían cosas que yo, con el miedo y la prisa, no entendía. Después llegaba a mi casa sudando y atormentado por aquellas largas serpientes  que en mis sueños más secretos, recorrían mi cara y partes de mi cuerpo, viscosas y calientes. No recuerdo por cuánto tiempo seguí buscando excusas para pasar por el frente de aquella casa. Nunca hable con ellas, ni siquiera tuve en mi mente la posibilidad de que  me tocaran. Hoy, después de tantos años, me doy cuenta que siempre las he vuelto a ver (morbosas, sibilinas, repugnantes y deseadas secretamente) en el cine; entre personajes solitarios, maltratados, que utilizan mientras son utilizadas, buscadas por  muchachos encandilados por las hormonas y la aventura.  Las he visto en las calles de las ciudades que he visitado, en Pigalle, donde se abrían los sobretodos mostrando el cuerpo desnudo, mientras  pasaba rápido, de la mano de mi mujer, con la misma sensación de miedo y deseos de aquella época cuando  todavía era  un niño lleno de preguntas e inseguridades.  Todas esas mujeres han sido de alguna manera Las hermanas putas. Un personaje clave de  una  novela que  escribí hace más de veinte años,  es la mujer de un pobre  guajiro,  que se acuesta con jóvenes reclutas a cambio de una lata de leche o una toalla manchada, es secretamente pensado en aquellas mujeres, recreándolas a ellas y a  su  casa sucia, envejecida y miserable. Hoy, con cincuenta años vividos, las recuerdo y las exorcizo de la única forma que puedo, junto con el barrio y su locura, su miseria y también con mi vida.  Las hermanas putas, con sus lenguas de serpientes y sus ojitos pequeños me hacen revivir una época, un momento, que forma parte de mis  pasos  hasta hoy.