Saturday, December 15, 2012

Arriba de la bola


Veo una foto en el periódico de Mariela Castro con un cartel que dice: Obama, give me five now!, rodeada de unas personas disfrazadas grotescamente. Después comprendo que era una especie de parada gay en La Habana. Me resultan graciosos. No voy a hablar de la política de la isla, porque de eso ya se encargan los cientos de blogs de las dos orillas y realmente, me aburren. Pero lo que sí es implacable es el tiempo. Ese nos sitúa en el lugar que corresponde, aunque nos  pasemos  la vida huyendo de él. Leo las noticias pero  cuando mi mujer por alguna razón deja de mirar Food Network o las novelas brasileras y de pronto soy el dueño del tv, corro a mirarlas.   Ya no se habla de Fidel Castro. Cuba paso de moda. Creo que si salgo cuatro millas de Miami, podría vivir por meses sin escuchar nombrar a la isla y  a su gobernante. Porque no es Raúl el que gobierna; ese país lo gobierna el mito. Aquí en esta ciudad es donde viven esos personajes. Es aquí donde se les exorciza, se les recuerda, se les tiene en cuenta. Yo, con poder haría parques, malls, avenidas, restaurantes con los nombres de todos ellos: Fidel Castro Park,  Restaurante Revolución,  platos típicos: ensalada Mariel-Camarioca, frijoles a La invasión de Cochinos, Tostones Rellenos a la Escuela al Campo, calle 103 de Hialeah: Avenida Asalto al Moncada, Camilitos Scouts  y así sucesivamente. Total, si se vive amándolos, ¿por qué no darles algún crédito? Yo he criticado a los ingleses (un pueblo que considero inteligente) por su adoración a la Reina y toda la parafernalia que la rodea. Con mi cerebro tropical, tomándome una cerveza debajo de una mata de mango, no lo entiendo. Pero nosotros somos iguales (bueno, bueno...) que los ingleses en eso de amar al jefe. Fidel Castro es amado. ¿Odiado también? Por supuesto; pero ¿que es el amor sin su cuota de odio? Yo me imagino a ese señor levantándose en las mañanas y pidiendo el periódico (lo veo a la antigua, con el papel escrito) y separando los periódicos del mundo entero, solo buscando El Nuevo Herald. Allí se lee. Ególatra como es, no concibe la vida sin protagonismo. ¿Y donde más lo nombran?, en ese periódico y Diario de las Américas. Sera triste para él. El olvido es su mayor tortura. Que su última imagen sea la de ese esperpento vestido de Adidas, mostrando como mueve los brazos o escribiendo sobre los beneficios de la moringa, es la Historia matándolo. La Historia absorbiéndolo. Es como si en su viaje final, para joder, lo vistieran de payaso. Esa imagen del hombre impetuoso, con el tabaco y la pistola al cinto, siempre de verde olivo, siempre preparado para la guerra no existe más. Es como el destino de la legendaria imagen del Che: ya no se sabe muy bien que tiene que ver ese hombre melenudo con la cerveza o si es una marca de ropa. Quiéranlo o no, Mariela Castro representa la época en que vivimos. Vestida de las mejores marcas, compradas en boutiques de Europa, sonríe mientras miente convincentemente. Está situada en esta época. Ella si esta "arriba de la bola, arriba de la bola".



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