Dunia se levanta diariamente a las
seis de la mañana. En la cocina prepara el desayuno para sus cinco hermanos.
Los viste, los lleva al colegio. Dunia regresa. Lava, cocina, atiende a su
madre, cumple con los pedidos de su padre, acude rauda al primer grito. Dunia
no levanta la cabeza ante ellos. Dunia sabe. Tiene 13 años. Dunia no sabe ni
leer ni escribir.
Karima no tiene casa.
Vive desde los 6 años en la calle. Salió de la casa huyendo de los abusos de su
tío. Karima no tiene padre ni madre. Tiene 21 años y tres hijos. Karima no sabe
quién es el padre de sus hijos. Ha peleado y la han golpeado. Karima ha
golpeado defendiendo a sus hijos. Tiene marcas en los brazos, en la cara,
en la espalda. Fue violada por primera vez a los 8 años. No fue la única vez.
Karima no sabe ni leer ni escribir.
Zulema espera por el
hombre que pidió la mano a sus padres. La madre de Zulema la saco de la
escuela. Cuenta que la maestra le llamaba fea, bruta. Zulema nunca vio la cara
de su maestra. Solo escucho cuando la nombraba fea y miraba la burka que cubría
sus labios, su cara, su pelo. Zulema vive en el depauperado barrio
que está cerca del viejo cementerio judío de la ciudad. Zulema conoce la ablación.
Su abuela y su madre mutilaron su cuerpo en un amanecer caliente como la
navaja. Esta lista para el matrimonio. Tiene 12 años. Zulema no sabe escribir y
se le está olvidando leer.
Dunia, Karima y
Zulema, viven en diferentes barrios de la ciudad de El Cairo, en la Republica Árabe
de Egipto. Está situada en el extremo norte de África y la mayor parte de su
territorio la integra el desierto de Sahara. Es famosa por su antigua civilización,
sus monumentos, las pirámides y la esfinge.
Me gusta la forma en que se describe la vida de estas desgraciadas niñas. La descripción, escueta y objetiva, concuerda con el modo de sus vidas donde prima la crueldad de las costumbres y se ve aflorar la fuerza del espíritu y el estoicismo.
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