Como terminé de arreglar el patio, botar cosas
innecesarias, acumuladas en el tiempo, me siento en la mecedora, destapo la
cerveza y miro alrededor mío. ¡Estoy solo! Lo vuelvo a repetir, ¡estoy
solo!, nadie me pide algo, ninguna niña ha venido a decirme que tiene hambre,
Jonathan, como siempre no para de jugar con el Xbox 360, cortando cabezas,
disparando, corriendo en su guerra personal, y mi mujer no sé donde está.
No escucho la música de los vecinos, ni gritos y hasta la temperatura es
agradable. ¿Sera verdad todo esto? ¿Estaré soñando que sueño? Realmente a veces
pasan estas cosas. Cierro los ojos para disfrutar más el sabor de la bebida.
Que rico. Entonces, como siempre, cuando no es Juana es su hermana, me asalta
el Marquito quejón, el que se pregunta todo, el que de aburrido se aburre a sí
mismo y la cabeza comienza a dar vueltas. Y surgen las preguntas. Me
pregunto si realmente vale la pena tener, escribir, cuidar un blog. Me respondo
que para nada. En lo absoluto. Vale la pena comer carne de puerco, tomar
cervezas heladas, tostones crujientes. Vale la pena un cuerpo desnudo, buscando
y entregando placer. Dormir, ver buen cine. ¿Pero escribir en un blog? ¿Tratar
temas diferentes, buscar una foto, abrirte y decirlo, o sea, perder el tiempo?
No tiene ningún sentido. ¿Que es en realidad lo que tiene sentido? Creo que únicamente
lo que por un instante te importe. Y si lo que en ese instante te importo,
crees que se trasmite a otros, estás perdido. Si te importa algo escríbelo,
déjalo ahí, corrígelo, que quede lo mejor posible. Eso es lo que importa. Todo
lo demás, serán consecuencias. Sera tu tiempo, una de tus personales formas de
comer mierda. Y la cabeza sigue y sigue y yo dale que dale a la mecedora con
los ojos cerrados. Otra cerveza. Este es el tiempo que me gusta. La temperatura
va cambiando y es agradable estar afuera, sin el aire acondicionado, sin
hacer nada. La vida, de todas formas, vale la pena de ser vivida. Otra cerveza.
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