Saturday, November 22, 2014

Alice


Conocí a la escritora Alice Munro cuando ganó el Premio Nobel de 2013 y salió la noticia en los periódicos. Antes no sabía nada de ella, es más, creía que Canadá, su país de origen, era un lugar enorme cubierto de nieve, donde los esquimales convivían entre alces y focas, pernoctando en iglúes, y transportándose por desolados parajes en trineos tirados por perros.
No sonrían ante mi ignorancia, porque esta confesión es solo una minúscula parte del océano infinito que es mi desconocimiento.
Pues como venía diciendo, vi la foto de una señora delicada, menuda, con cara de pajarito, que sonreía a la cámara y acababa de ganar el prestigioso premio, y me dí a la tarea de buscar varios de sus libros para conocer su obra.
A algunos escritores hay que encontrarles los trucos para disfrutar y poder digerir mejor lo que cuentan, (no me refiero a los que, en la mayoría de los casos, suplantan el no tener nada que decir con subterfugios idiomáticos y frases ampulosas; con esos ya me di por vencido) se les tiene que conocer, o adivinar el camino que utilizan para armar la trama.
El primer cuento que leí de Munro me dejó en ascuas, se me escapó. La historia comenzaba de una forma y, sin darme apenas cuenta, me perdí entre varias otras anécdotas sutilmente conectadas con algunos de los personajes, y terminó abruptamente, como si de pronto hubiera decidido no continuar escribiendo.
¿Es así?, me dije.
Atento a cualquier detalle, por más insignificante que fuera, pasé al próximo. Entonces comencé a sentir empatía por las pequeñas y sutiles historias, por los pueblos que describe, sus casas antiguas, por las personas, por las tragedias que involucraban sus vidas, por el paisaje helado, y el lenguaje duro, hostil, de la gente del campo. Empecé a descubrir sus trampas.
Los cuentos de Munro parecen anécdotas contadas entre mujeres, que en susurros, se intercambian confidencias. Si no estoy equivocado y la memoria no me traiciona, todos son descritos desde una visión femenina. Parten de detalles aparentemente insignificantes que se van ramificando, camuflando, entre personajes que surgen como por azar, transformándose en el puntal de la trama.
¿Cuál es el tema central de sus anécdotas? podría cualquiera preguntarse. El tema central es elástico, te muestra varios caminos, es el pueblo y su gente, son sus rencores, sus costumbres, los deseos aplazados, la vejez, el esfuerzo de la mujer, su empuje en la sociedad, la grandeza y la miseria humana. Se enfoca aquí, se distorsiona un poco más allá; te va llevando sutilmente de la mano como un paseo, como si por azar escucharas una conversación ajena.
Aquí voy a hacer un paréntesis, porque, en definitiva, mi propósito no es un estudio sobre la obra de la escritora, sino la intención de hablar, o tratar de describir, lo que tanto placer me ha proporcionado.
Y lo que quería decir es que me fascinan las historias de mujeres. Me entusiasma lo que piensan, cómo nos juzgan a nosotros los hombres, sus temores, las ideas que tienen sobre la belleza, su capacidad de sacrificio, su inteligencia, su sexto sentido, su valentía, y sus miserias; por nombrar sólo algunas.
De eso se trata la obra de Alice Munro, cuentos simples, sin grandes pretensiones, donde los personajes son gente común que cuida niños, se enferman de cáncer, sufren accidentes, trabajan, aman, se odian, engañan, se frustran, mienten, viven y mueren como vive y muere la mayoría, sin adornos, sin falsas filosofías, sin alardes intelectuales, arreando con problemas ajenos, con los propios, o sea, como la vida misma.


1 comment:

  1. Comparto cada palabra que has escrito sobre Alice Munro.
    Tampoco yo conocía mucho sobre ella y me encantó leer su libro y he ido por más.
    Un abrazo
    Maffi

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