Friday, June 7, 2013

La fiesta


La fiesta siempre termina. Es la sensación con la que vivimos y nos amolda, aún sin tener conciencia exacta de ello. Pero ahora,  imaginemos otra  gran fiesta, suntuosa, llena de colorido, risas, alegrías, amistades y gente linda. Imaginémonos inmersos en ella. Me parece maravilloso. Sería el sueño perfecto, el maná que se vertió sobre nosotros. Entonces  observemos otro detalle: en la invitación, con letras muy pequeñas están escritas estas palabras: llame para confirmar su asistencia y aceptar que nunca, por todo el tiempo que existe, usted  saldrá  de ella.  Usted vivirá para siempre en nuestra fiesta. ¿Imaginaron lo que sentiríamos? ¿Llamaríamos  para confirmar  y estaríamos  desde ese instante, eternamente, en la fiesta?   ¿La idea de la fiesta sin fin?   Sería terrible. Saber que no voy a terminar nunca quitaría todo peso a la carga que ahora (por llamarlo de alguna forma) voy a llamar vida. La conciencia de lo perecedero está asimilada en nosotros como el hecho de respirar. Solo por eso las cosas pasan a diferentes niveles y planos existenciales. Aunque a pesar de eso (o por eso) el hombre sueña y desea no morir, vivir eternamente. La religión se apresuró para darnos la esperanza de una vida eterna. ¿Realmente una vida eterna?  ¿No tenemos que morir primero? Por supuesto, no podrían tentarnos con el conocimiento de esta porque vivimos, como dije antes, con la convicción de que perecemos. Entonces, ¡voila!, aquí entra la fiesta, la eterna,   la soñada. Miremos las letras pequeñitas: ¿qué dicen? Ya todos sabemos lo que dirán y exigirán de nosotros esas aparentemente ingenuas palabras. Entonces, concluyendo;  en la fiesta que si  terminará,  en la que estamos, es en la única donde podemos bailar, si bailar podemos, o mirar y tomar, o estarnos sentados moviendo los pies al ritmo que nos tocan. Todo lo demás es sueño.


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