Sunday, June 30, 2013

La verruga


Ahora que me voy poniendo viejo de una manera acelerada soy más paranoico e hipocondríaco que antes. Hace años vi una película de esas espantosas y que a mí me encantan; en una de las truculentas escenas, una mujer está frente al espejo maquillándose y distraídamente se toca una pequeña protuberancia en la mejilla. Continúa arreglándose, pero se le enrojece y comienza a crecerle un grano de aspecto desagradable. Trata de apretarlo y de aquel pequeño hueco sale un insecto. No es más que un recurso usado hasta el cansancio, pero (y aquí es donde comienza mi película personal) a mí me ha salido también en la mejilla una pequeña carnosidad que cuando la toco la siento dura y... por favor, no piensen que deliro; le he visto pequeñas patas cubiertas de pelos que luchan por salir. Entonces, ¿estoy loco, esquizofrénico, esclerótico? Nada de eso. Soy una persona cuerda, quizás con cierto  grado de paranoia, no lo voy a negar. Esa cosa que tengo en la cara para los demás no es más que una verruga, producto de alguna infección de la piel y la edad. Está bien, vamos a creerlo, no lo discuto. Ni siquiera protesté cuando Mariana me dijo que Serrat tenía algunas y se veía muy bien, y que Robert De Niro las llevaba y era un hombre muy atractivo. Yo, tranquiloquieto, como me dijo un dominicano. La miré como si observara la fotografía de una lavadora de platos en un periódico de especiales del domingo y no demostré nada, porque ya conozco su trampa. En algunas ocasiones que he  tenido algo en la cabeza dándome vueltas, molestándome, y aún con mi silencio absoluto sobre el tema, de repente, como si leyera dentro de mí, me ha dicho:  chico, a ti lo que te pasa es esto y esto y esto... y lo descubre todo. Uno tiene que ir con cuidado, porque la familia es muy poderosa, y si me ponen el cartelito de loco, loco me volveré. Sigo como si todo estuviera bien, dejo ir a Rosy a la piscina con sus amigas, converso con Nani de las aventuras de Carnito, su tigre imaginario, y me siento con Nataly a ver "películas malas", o sea, de puñaladas, cabezas volando por los aires, una mano atravesada por un hierro, etc., que son unas delicias, y nos gustan a los dos mientras los demás en la casa huyen despavoridos para no verlas.  Sigo normal, nadie sospecha de mis terrores, y sigilosamente me levanto de madrugada, que es el momento perfecto, y voy al baño a mirarme en el espejo. Algunas veces no lo veo, solo es esa pequeña y desagradable cosa negruzca, hasta que comienzo a tocarla, casi acariciándola. Al cabo de dos o tres minutos el bicho empieza a salir. ¡No, que no estoy loco, coño!  Saca la cabeza y es como una mosca, pero de un color amarillo transparente. Lo más impactante son las alas, de un azul perlado con varios tonos e intensidades. Sale, roza mis dedos, camina por toda la cara y vuela alrededor del baño. La miro con una mezcla de estupor y miedo, porque creo que tiene una inteligencia muy sutil. Ella y yo, por uno o dos minutos, nos comprendemos mutuamente, y no sé si sabe lo que estoy pensando, o es que yo sé lo que ella piensa, y ninguna de las dos nociones son muy placenteras.  Después de mirarnos fijamente a los ojos, se suicida: vuela en picada como si fuera un kamikaze y se lanza furiosamente hacia las profundas aguas del inodoro.  Movido por un reflejo que es ajeno a mi voluntad, halo la cadena y la observo hasta que se pierde en el remolino de agua. Estoy convencido que la próxima noche se repetirá la misma historia, y otro bicho saldrá de mí como un ser conocido que desaparece sin ninguna despedida. Volveré a la cama sin hacer ningún ruido, como si solo hubiera ido a orinar. Tengo que tener mucho cuidado, porque si me descubren van a pensar lo que no es, y eso es muy peligroso.

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