Sunday, December 9, 2012

El barrio: Julio



Julio era el zapatero del barrio y le llamaban El manco. Se molestaba mucho cuando escuchaba ese epíteto, nombrando de alguna manera su brazo derecho, malformado. Vivía en un cuartucho en el patio de mi casa, sin baño ni cocina y su único adorno era un recorte viejo de periódico con una fotografía de Janis Joplin vestida de hippie, tocando una guitarra enorme. Estaba peleado a muerte con mi madre, el abuelo y todos los demás familiares que vivían en su entorno. Conmigo tenía un trato diferente. Conversábamos mucho. Me hacia cuentos de sus triunfos con su brazo izquierdo, de como había derribado de una sola trompada a varios tipos por burlarse de el o abusar de algún animal. Tenía varios perros. Repartía  latas en diferentes casas para que le guardaran las sobras. Lo veía todos los días cargando alguna de ellas y compartiéndolas  entre los famélicos animales. También su propia comida. Julio casi no hablaba con nadie. Cuando llegaba un cliente a traerle unos viejos zapatos para arreglar lo despachaba a monosílabos, con cara de pocos amigos. Me pasaba las horas con él en su cuarto, viéndolo martillar, cortar y arreglar zapatos sobre su viejo  yunque, mientras me hablaba y contaba historias. Actina  también era su preferida. Cantábamos canciones de Serrat, Nino Bravo y Camilo Sesto  y el hacía de juez. Siempre ella ganaba. Pero después a solas me dijo un día que yo cantaba mejor una canción de José Tejedor. A Julio lo seguían todos los perros del barrio. Iba caminando y una jauría de ellos  corría  a su alrededor. Recuerdo el día que mi madre le dio porque tenía que eliminar a  todos los animales  de la casa. Comenzó a tirar las cosas, a maldecir y gritar como un loco, golpeaba las paredes con su brazo fuerte  y se le salía la saliva de la boca.  No tengo memoria de  como el problema se calmo pero  al final solo tuvo que deshacerse  de dos o tres que estaban muy enfermos. Se  puso así también cuando cortaron la mata de mangos que crecía junto a su cuarto. Y de la misma forma protestaba cuando alguno se subía en ella a tumbar las frutas. Actina  se llevaba  comida de su casa para que el comiera  y yo hacía lo mismo cuando podía. Le robaba cigarros a mi abuelo  y le llevaba café. Ahora que yo también soy casi un viejo, comprendo cómo  nos separaba de todos los demás y éramos, de alguna forma, la familia que  nunca tuvo. Después lo olvide. Llegue a este país y desapareció de mi memoria. Jamás  le envié nada, ni siquiera una carta. Lo hice con gente que no tenía que hacerlo. Una tarde hablando con mi madre le pregunte por él. Le botaron todos  los perros  y se enfermo. Alguien se acordó  al cabo de los días  y  lo encontraron en su camastro, muriéndose. Creo que Actina  lo cuido en el hospital hasta que murió una mañana. Después derrumbaron su cuarto,  tiraron  todas sus cosas y el recorte del periódico con la foto de Janis Joplin tocando aquella guitarra desapareció entre toda la basura. Recuerdo hoy su brazo fuerte como un tronco de árbol, que era su orgullo. Sus perros que lo seguían a todos lados,  sus mugrientas latas de comida y su mano deforme agarrando una puntilla, sobre la suela de un zapato. Pero no recuerdo su voz y su cara se va distorsionando en una neblina que lo abarca todo inmisericordemente.



1 comment: