Saturday, March 16, 2013

Nada que decir


Hace días que no escribo. Leo, miro, vuelvo a leer y algo me da vueltas y vueltas. Cuando no logro decir nada que medianamente me satisfaga, me siento mal. Voy a ser sincero: me da pánico. Siento como si no pudiera  volver a decir una palabra, crear  una imagen. Aparte de sentirme mal por eso, realmente me duele todo. Los brazos, las piernas y la ingle. Por momentos presiento que el bicho de Aliens se retuerce dentro de mí. Aunque trate de no demostrarlo soy un poco hipocondriaco. Un dolorcito en el hombro izquierdo y comienzan las imágenes truculentas de un hearth  attack. La pierna y me imagino sin poder caminar, arrastrándome por el suelo. Me aterroriza la idea de que me tengan  que limpiar mis miserias. No es pose, estoy diciendo la verdad. Hace unos minutos hablaba con un tipo argentino que viene al trabajo de vez en cuando. Es algo así como el fumigador, o ratonero o que se yo. Este hombre, como argentino que es, viene de  otro planeta y vive en una actuación made in Argentina, patagónica,  constantemente. Pero bueno, le gusta Pablo, Silvio y ya eso lo hace más asequible. Le decía que creía que todo lo que éramos, estaba sujeto  por una cuerda tan delicada, que la vida no era más que una sucesión de milagros. Que todo era extremadamente  frágil y perecedero,  que un minuto después del que ya vivimos es casi un acontecimiento triunfal. Mas o menos eso le decía, porque me gusta a veces ser un pedante y mostrar una filosofía que ni es cierta del todo y que tampoco me pertenece. Entonces el comenzó a disparar su descarga metafísica y profunda, con música de bandoneón. Y mientras hablaba yo imaginaba un bife de chorizo del tamaño del plato con papas fritas y una copa de Malbec, acompañado con  un tango de esos de sufrir de verdad, que me encantan.  Es bueno hacer esas cosas de vez en cuando. Mariana lo odia.   No entiendo muy bien porque. Mariana es la mujer más inteligente que  he conocido. Y Sara, su madre. Pero ella odia que me ponga a "hablar mierdas". Ella es mas practica. Su cerebro es una mezcla de matemática y bondad. El mío es una especie de maquinaria que crea musarañas y por momentos tiene destellos del Cromagnon. Así somos, ¿que le vamos a hacer? ¿Quien puede cambiar a esta edad? Además, no cambiaria absolutamente nada. Solo mi sedentarismo. Que me guste correr, brincar, sudar y esas cosas que hacen millones de personas con tanto placer. Mentira, cambiaria otras cosas también. Pero no las voy a decir aquí, que está bien que uno sea abierto y que no le importe lo que otros piensan; pero de ahí a caminar en cueros va un gran trecho. Bueno, como dije al principio no tengo nada para escribir. Entonces será mejor que me calle, que no hable más mierda,  que en boca cerrada no entran las moscas.


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