Sunday, August 25, 2013

La lluvia


Cuando al fin despierto y me sacudo de tantos sueños intermitentes, me doy cuenta que llueve. Bajo y abro la puerta y allí está la lluvia. La lluvia sobre los carros, inundando la calle. Me quedo un rato parado en el umbral de la puerta, mirando. No pienso.  Es como si mirara y no viera nada. Solo la lluvia y yo y los árboles mojados y las macetas mojadas y las baldosas en la entrada de la casa. Hago café. Lo endulzo con una mínima cucharadita de agave. Busco mi taza preferida y lo revuelvo. Pongo la cafetera en el fregadero y la lleno de agua. Salgo a tomar el café afuera con la lluvia. En la calle el agua se acumula. El tragante que está frente a la casa está obstruido. Pasa un auto y el agua acumulada hace olas que chocan contra las gomas de los otros carros. Flotan hojas y pequeñas ramas y un papel de propaganda y una pieza de lo que fue un juguete de color rojo. Miro la pared de la casa del frente. Una mancha oscura se va formando y no es nada, no es un animal o una luna o sangre derramada, pero no puedo dejar de observar esa extraña mancha que no es nada. Acabo el café. Me gustaría tomar otro, pero no tengo deseos de hacerlo.  Solo quiero estar parado aquí, y mirar sin ver y no pensar en nada ni recordar nada.
Pero sí recuerdo; recuerdo el sueño que tuve: no puedo decir que estaba en un lugar específico, porque no veía paredes ni un paisaje ni calles; era como si de alguna manera flotara en un líquido viscoso y a mí alrededor no existiera el mundo. La vi sentada, de espaldas a mí. Estaba desnuda, gorda, y por la piel le corrían gotas de agua. Me acerqué a ella y la toqué cerca del cuello. Dos gotas resbalaron por mis dedos. Se volteó y me miró. La miré, y sus ojos no me mostraron alegría, ni asombro ni tristezas, solo eran dos ojos que me miraban como si traspasaran mi cara, y eso me hizo estremecer.
─ Soy yo ─ me dijo.
Y en este momento que recuerdo su voz, es como si fuera la lluvia que no deja de caer. La miré y no dije nada. Después se quedó quieta, observando hacia delante. Yo también miré en la misma dirección, y todo era acuático, espeso, sin formas precisas.
─ No te veo siempre ─ dijo de pronto.
Sabía que por su espalda seguían corriendo las gotas de agua. No quería ver sus ojos. Me senté a su lado. Abracé mis piernas con mis brazos. Ella hizo lo mismo.
─ No te veo siempre ─ repitió.
Volvió la cabeza. Miró mi cara como si detrás algo llamara su atención.
Desperté y fui al baño. Bajé las escaleras y abrí la puerta. La lluvia sobre los carros, desbordando la calle, escurriéndose entre los árboles, desapareciendo en la tierra, resbalando por los cristales, mojándolo todo.

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