Saturday, March 1, 2014

El Lamborghini


Leí un chiste en internet que me causó risa. Voy a tratar de escribirlo otra vez, más o menos a mi manera y como lo recuerdo:
Estaba un hombre parado afuera de un bar, medio borracho, fumando. Se le acerca otro señor que lo reconoce y le dice, en tono de reproche:
─ Si hubieras ahorrado todo el dinero que te has gastado fumando y tomando, hoy tuvieras un Lamborghini.
El borracho lo mira largamente, expele una bocanada de humo y pregunta:
─ ¿Tú fumas?
─ No.
─ ¿Y tomas?─ vuelve a preguntar el borracho.
─ No, yo no fumo y tampoco bebo alcohol─ responde el otro, orgulloso.
─ Y entonces, ¿dónde carajo está tu Lamborghini?
Hace ya miles de años, recuerdo que mi padre, desesperado por mi vagancia habitual me dio varios consejos:
─ Tienes que pensar en el futuro y dejar a un lado toda esa porquería de música, novelas y musarañas. Si yo tuviera tu edad, las cosas serían muy diferentes.
Traté de imaginar a Papá con mi edad,  con lo que había logrado hasta el momento en que me disparaba su monserga,  y solo vi a un joven lleno de temores, de preguntas sin respuestas, y a un cocinero de tercera que no escuchaba a los Beatles ni leía libro alguno.
Mi padre tampoco nunca tuvo un Lamborghini.
Ayer llevé a Nataly, Rosy y Jonathan a una óptica para hacerse los espejuelos que necesitan. En años anteriores aceptaban mis consejos que consistían en seleccionar la armadura más barata y fea. Siempre he sido un tacaño, pero ellos no se daban cuenta.
Ahora las cosas cambiaron. Los tres van siendo mayores y quieren estar a la moda, y la moda es imitar a los demás, y eso lo cobran caro. Terminaron escogiendo cada uno espejuelos de más valor y más bonitos.
Molesto y frustrado por tener que pagar tanto dinero comencé una arenga inútil  que no paró hasta montarnos en el carro, y terminó con la vieja frase de Papá:
─ Si yo tuviera ahora la edad de ustedes, ¡ah!, cómo sería de diferente todo.
Creo que no me escucharon, porque cuando miré por el espejo retrovisor, los tres tarareaban una canción con los audífonos puestos. Rosy me sonrió, ausente, moviendo la cabeza al compás de la música. Los otros dos escribían mensajes en el celular.
Sisto, mi padrastro, le gustaba darme consejos "de hombre a hombre". Los escuchaba con una mezcla de admiración y profundo malestar. Mientras me hablaba yo recordaba el chirrido del bastidor de la cama que compartía con mi mamá. Trataba de no escuchar aquellos sonidos tapándome la cabeza, inútilmente, con la almohada.
Todos los consejos que me dio, y que de alguna forma me enseñaron cómo enfrentar el futuro "de hombre", traen irremediablemente el sonido chirrión del colchón donde se cogía a mi madre.
Sisto fue la figura masculina más importante de mi infancia. Papá, casi siempre ausente, esporádicamente imponía su presencia como un personaje que llegaba de tierras lejanas, un extranjero interesante que contaba aventuras y mentiras, irradiando simpatía y olores de lugares remotos.
Quería ser, en el fondo de mí, como Sisto: feo, capaz de levantar las cosas más pesadas, agarrar la pelota cuando me la lanzaba, y cantar rancheras, ser el mejor chofer del mundo, sacar cuentas como una calculadora, abrir una lata de leche condensada y dársela a cucharadas a mis hijos; tirarme a todas las mujeres, como me contaba en secreto, y derribar de un solo golpe al que se enfrentara conmigo.
Quise ser todo eso, pero sucedió de otra forma:
Mi Lamborghini tampoco nunca llegó.

3 comments:

  1. Yo hubiera querido ser una buena cantante, ser inteligente. Nunca sentí envidia de la belleza de las otras mujeres. Tuve mis aciertos y mis desaciertos. Por supuesto, tampoco tuve un Lamborghini y no bebo nunca ni fumo. En fin toda esta parrafada es para decir que me gusto el artículo. Sarcal.

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  2. Con tanta gente que maneja mal en Santiago un Lamborghini sería un imán para los choques, el metro es tan puntual y tan rápido…

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