Desde su computadora Mariana me envía una
foto de la fotógrafa Ania Powalowska. Una vieja que abraza la cara de una
mujer muy joven. El color es de tonos grises y los labios de las dos son
acentuados por un matiz rosado uno y el otro de tan rojo parece sangre
derramada. La mujer vieja, de fondo, muestra los surcos de la piel salpicada de
manchas y la expresión le duele al tacto de la belleza. La joven, plácidamente
se deja acariciar, como quien la vida le pertenece. Un arete brilla y adorna la
antigüedad. En la otra los ojos miran adormecidos con la
tranquilidad del que no teme el final, de quien se merece la vida. Los cansados
ojos se cierran y se aprietan para no ver, mientras la mano
acaricia, roza la perfección, temerosa de lo perdido, con
la inseguridad de tocar algo delicado y frágil, de saberlo efímero, perecedero.
Un dedo señala el cuello largo, infinito. Unas verrugas en el otro
manchan el color. Unidas las dos por la vida, por el instante interminable. Dos mujeres y el tiempo.
Una foto contrastante de los continuos cambios en le vida. La descripción, apropiada, poética y mesurada.
ReplyDeleteArmando
Es muy posible que esa señora de edad cuando joven haya sido tan bonita como la que está junto a ella.
ReplyDeleteArmando