El martes 16 voy a cumplir 52 años. He vivido
51 Navidades, cincuenta y una vez, alguien me ha felicitado, participe la misma
cantidad de veces en las fechas de mi madre; si multiplicara 51 por los días
vividos, ¿cuantas veces he visto amanecer, caer el sol y llegar la noche? Si
siguiera enumerando acontecimientos parecería el infinito, además de manido. Y
hoy estoy aquí, escondido tratando de escribir estos sinsentidos en mi celular
y puedo decir que nada queda, como el poema de Machado. Que a estas alturas,
cuando me he creído de regreso de todos los caminos, solo preguntas contestan a
mis preguntas. Creo que en los últimos tiempos he logrado algo (que como todo
se convierte en una duda) y es que casi he podido desterrar a la nostalgia. Es
un ejercicio diario, casi imperceptible, pero constante. Hay trampas en ello.
Pero esas solo yo las reconozco. Ir cambiando la nostalgia por una especie de
empeño, de constancia, puedo decir. Porque con lo ya vivido, llegue a la conclusión
de que la nostalgia es un mal demasiado molesto y resquebraja, hace perder
fuerzas y te convierte en un ser vulnerable y eso es muy peligroso. Las
conclusiones son inútiles, porque nada concluye, sino que se amolda a otra
forma de sentir y de ver. Pero como no me cabe ninguna duda y solo soy esta
cosa que ahora trata de explicarse; que después no hay nada más y que
estamos tan solos que espanta, trato de no perder la rabia. Porque sin la
rabia, no tendría sino vacío, hueco. Y es desde esa rabia donde me apoyo
primero para seguir y después para reírme de mi mismo, que es la única forma de
mandar todo a la mierda, aunque fuera simbólicamente. Happy Birthday, Marquito.
Felicidades!!!!
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