El silencio. ¿Que es realmente? ¿Como
se consigue en esta colmena infinita en la que estamos sumergidos? ¿Donde
encontrarlo si nos rodean avasalladoramente la gente y sus teléfonos, la música,
¡ay la música! los gritos, las televisoras, la chusmería, la insoportable
estupidez humana, la ciudad y sus eructos? Si pudiera disponer de dos o tres
horas al día para estar a solas, sin que nada interrumpa ese milagro... La
soledad y el silencio se me han convertido en algo literario, o sea, ficticio.
Tengo recuerdos de un silencio profundo que no dejan de ser una mezcla de imaginación
y añoranza. Es una mañana en una solitaria carretera de los alrededores de
Charleston. Campos interminables de girasoles. Un lago y una construcción de
madera en ruinas y el silencio entre nosotros. Pesaba el silencio. Otro día
perdido por unas montañas en los alrededores de Atenas, un barranco y allá
el Mediterráneo, el frio y charcos de nieve, el viento, el sonido del
viento y una soledad embriagadora, el vacio para saltar y perderse, el olor del
invierno. Unas horas. Literatura, imaginación, solo ahí. Lo demás es ruido,
bulla, comparsa, tribu. La realidad. Queda la busqueda.
La eterna búsqueda. Me gusta la ciudad eructando...
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