Si destapo la botella
de vino que queda en la despensa
podría cantarte como
una mujer
una canción de Chico
Buarque.
Podría tratar de
decirte cosas antiguas como antes
aunque las niñas
suban y bajen las escaleras y jodan
y pidan cosas
constantemente.
Y leerte un poema
porque hoy un poema
puede llegar para
instalarse entre la computadora y tú
y yo.
Con esa copa te diría,
por ejemplo,
que un día vi una
cueva y un bote inservible y viejo
vestido de musgo
y que de ese recuerdo
me queda el olor a cigarros de sus manos.
Y mirar por la puerta
de cristal, la cerca nueva que nos defiende
de los vecinos
y decirte que va a
llover dentro de poco tiempo.
Y te escucho recitar
los poemas de Bukowski y te miro
y te recuerdo.
Porque la casa está
muy fría
y ponemos en la
cocina una carne,
unos platanitos
maduros y después el arroz.
Que rico tu arroz, te
digo
Lo sé, respondes, y sonrío.
Y busco a otros
poetas y leo y algunos me hacen sentir un hastío
un cansancio.
Y otros me dan deseos
de escribir y copiarlos.
El vino sabe a frutas
a recuerdos sabe y a
deseos.
Y me callo
y tú me dices que
Duda tiene una pata coja.
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