Saturday, July 27, 2013

La imagen


Iba caminando por el barrio, cruzando la calle 5ta hacia mi casa, y desde lejos lo vi.  Se movía con el viento y chocaba contra el contén de la acera, volviendo al centro de la calle; retrocedía lo mismo que avanzaba hacia mí. Es una imagen que no he olvidado. De adulto, mirando una película de la que no recuerdo ni el nombre, por un momento la cámara capta un pedazo de papel que se desliza en una sucia calle.  El lente lo olvida todo, a la ciudad, a los personajes, al diálogo, y enfoca ese instante. Era una visión cargada de nostalgia, y aunque olvidé completamente el contenido de la película, esos minutos quedaron en alguna parte. Me transportó a mi barrio, en la esquina de 5ta y F, donde estaba mi casa. ¿Qué edad tendría en aquel momento?  Nueve, diez años. ¿Por qué un papel de colores que ni siquiera podía distinguir bien en la distancia se atrinchera en un rincón del cerebro y puede volverse casi de una forma palpable cuando lo catapulta alguna otra imagen? Recuerdo los detalles que pasaron por mi mente infantil colmada de fantasías alucinantes.  Recuerdo las aventuras que se cruzaron y se entrelazaron unas con otras en apenas dos, máximo, tres minutos. Mientras hechizado por el hallazgo caminaba hacia él, imaginaba que lo que rodaba, vapuleado por el viento, era un mapa abandonado de algún tesoro enterrado en una isla desierta. Un paso más y era un mensaje cifrado que estaba destinado a mí.  Podrían ser los apuntes, dibujos y maquetas de un científico maléfico para construir un monstruo de dimensiones gigantescas. Y así continué hasta llegar a la arrugada página sucia de una revista china, en donde unos campesinos asiáticos sonreían tímidamente al lente, rodeados de tractores y un hermoso paisaje bucólico.  Después, lo olvidé. No recordé nada de aquel instante hasta el día, muchísimos años más tarde, que la mediocre película abrió, por decirlo de alguna manera, el escondrijo donde se había refugiado.  Ha vuelto a pasar el tiempo y he resucitado la misma escena, de una forma caprichosa, sin nada en particular ni alguna semejanza con aquel instante. Son incontables las veces que traté de escribir  algo, con aquella imaginación desbordada, donde el papel arrugado fuera el protagonista de un cuento con historias truculentas.  Siempre desistí. Fue una imagen cargada de ideas que al paso del tiempo, el mismo viento hizo rodar sin control. Hoy la recojo aquí, y la exorcizo. La deposito en un rincón fuera de mí, y la olvido.

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