Saturday, July 20, 2013

Monserga


Cuando todavía creía que algo valía la pena, las cosas eran más difíciles. Sin darme cuenta era muy serio, demasiado, o mejor dicho, me lo tomaba al pie de la letra.   Los amigos eran importantes, las amantes, imprescindibles, lo que otros pensaban pesaba como una roca, que me miraran bien era la meta, y yo allí, entre toda esa barahúnda;  y la vida, corre y corre. Ahora creo que casi nada vale la pena. Todas las banderas que utilicé para darle un significado a mi entorno no sirvieron de nada. Los muros que levanté a mi alrededor ya no están por la simple razón de que no batallo por nada ni en contra de nada. No existen los amigos, las amantes no son más que efímeros y confusos recuerdos que se mezclan y no dejan ningún sabor, tal vez alguna pequeña sensación de pérdida. Pero cuando profundizo un poco surge la pregunta: ¿qué perdí, cuál es la pérdida a la que me refiero? No hallo respuesta. Ni me importa. Me acomodo con el tiempo a otro nivel. La ansiedad ya no está, la fe no la encuentro por ningún lado; la esperanza tampoco. En esta oración anterior he utilizado tres palabras de las que siempre huyo: ansiedad, fe y esperanza. Trato de que no entren en lo que expreso o escribo; pero hoy, porque sí, las he usado y seguidas una de otra. ¿Por qué? Creo que por lo mismo que trato de explicar desde el principio: porque da igual, porque no importa si me creen o no, si ni yo mismo sé bien en lo que creo o no creo. ¿Entonces es la desesperanza? (Y ahí va otra de las palabras que rechazo). No, ni siquiera es eso. Es la ineludible sabiduría del tiempo. ¿La vejez? No necesariamente, aunque es indiscutible que se va aprendiendo o recibiendo cada vez más información al paso del tiempo. Pero muchos pasan, se vuelven viejos y nunca subieron un peldaño en su escala mental. En fin, es un tema controversial. Se podría discutir desde diferentes (y válidos) puntos de vistas, y estoy seguro que algo de razón habría en cada uno de ellos. Pero, ¿qué más da?  ¿A quién le importa?  ¿A mí me importa?  A usted, que lee esta monserga sin sentido, ¿le importa?  A mí, más bien me harta seguir con lo mismo.  Entonces: a la mierda.

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