Si había una boda, se celebraban los
15 años de alguna muchacha, un velorio, el cuidado de un enfermo, ahí
estaba Cancha. Para arreglar una casa, limpiar con cubos de agua una acera o
correr al policlínico con un niño sangrando por la cabeza de una pedrada,
Cancha. Las mejores fiestas para celebrar a San Lázaro las hacia el
junto al altar mas decorado y surrealista que se pudiera imaginar.
En la cola del hielo, si venia alguna vianda, en cualquier reunión
la risa histérica de Cancha era suficiente para animar a todo el mundo.
Cuando un grupo de mujeres se juntaban en un portal y hablaban sin parar,
el estaba entre ellas. Todos lo usaban para algo y todos de una manera u otra,
se burlaban de él. Veía a los muertos y hablaba con ellos. Tenía un recado del
mas allá para casi todo el mundo. Le gustaban los hombres. Sobre todo los más
delincuentes. En su casa siempre había un primo, un sobrino del campo, el
hermano de una amiga querida a los que daba albergue y comida. Recuerdo cuando apareció
en la casa llevando en la muñeca un reloj, que exhibía a todo el mundo, regalo
de su sobrino, un mulato con dientes de oro que de solo mirarlo producía escalofríos.
A los pocos días, con un ojo morado y el labio roto, le contaba a las
mujeres como le entro a golpes aquel sobrino, le quito el reloj y se fue a
vivir con una mujer negra de la calle 1era. Cancha entraba a la casa y sin
pensarlo, fregaba algo que estuviera sucio, limpiaba los ceniceros, siempre en
movimiento, hablando sin parar, ayudando sin descansar, magro, pequeño, su edad
parecía ser indefinida, nunca supe si era joven o viejo; no tenia edad, no sé
si vivió todo el tiempo en el barrio o él era el mismo barrio. Siempre aparecía
como de la nada y de la misma forma se iba. Era como el éter, volátil, aunque su
presencia no podía pasar inadvertida. Recuerdo que cuando se dirigía a mi
padre lo llamaba Aparicio. Hace ya unos años alguien me conto que había muerto.
Uno de sus sobrinos lo apuñalo tres veces en el pecho en la sala de su
casa, justo frente el altar que cuidaba con esmero. ¿Fue así
realmente o tanto lo he imaginado que no puedo diferenciar la realidad de
mi imaginación? Puede ser, ya no estoy seguro de nada. Pero
creo que una persona como él, lleva el destino de una muerte trágica
ligada a su vida; de la misma forma como lo daba todo, el que nada tenía.
Me gusto mucho tu forma de describirlo,con esa realidad e imaginacion a flor de piel...super lindo...
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