Sunday, December 16, 2012

El barrio: Cancha



Si había una boda, se celebraban los 15 años de alguna muchacha,  un velorio, el cuidado de un enfermo, ahí estaba Cancha. Para arreglar una casa, limpiar con cubos de agua una acera o correr al policlínico con un niño sangrando por la cabeza de una pedrada,  Cancha. Las mejores fiestas para celebrar a San Lázaro las hacia el  junto al altar mas decorado y surrealista que se pudiera imaginar.  En la cola del hielo, si venia alguna  vianda, en cualquier reunión  la risa histérica de Cancha era suficiente para animar a todo el mundo. Cuando un grupo de mujeres se juntaban  en un portal y hablaban sin parar, el estaba entre ellas. Todos lo usaban para algo y todos de una manera u otra, se burlaban de él. Veía a los muertos y hablaba con ellos. Tenía un recado del mas allá para casi todo el mundo. Le gustaban los hombres. Sobre todo los más delincuentes. En su casa siempre había un primo, un sobrino del campo, el hermano de una amiga querida a los que daba albergue y comida. Recuerdo cuando apareció en la casa llevando en la muñeca un reloj, que exhibía a todo el mundo, regalo de su sobrino, un mulato con dientes de oro que de solo mirarlo producía escalofríos. A los pocos días, con un ojo morado y el labio roto,  le contaba a las mujeres como le entro a golpes aquel sobrino, le quito el reloj y se fue a vivir con una mujer negra de la calle 1era. Cancha entraba a la casa y sin pensarlo, fregaba algo que estuviera sucio, limpiaba los ceniceros, siempre en movimiento, hablando sin parar, ayudando sin descansar, magro, pequeño, su edad parecía ser indefinida, nunca supe si era joven o viejo; no tenia edad, no sé si vivió todo el tiempo en el barrio o él era el mismo barrio. Siempre aparecía como de la nada y de la misma forma se iba. Era como el éter, volátil, aunque su presencia no podía pasar inadvertida.  Recuerdo que cuando se dirigía a mi padre lo llamaba Aparicio. Hace ya unos años alguien me conto que había muerto. Uno de sus sobrinos lo apuñalo tres  veces en el pecho en la sala de su casa,  justo frente el altar que cuidaba con  esmero. ¿Fue así realmente o tanto lo he imaginado que no puedo diferenciar la realidad de  mi imaginación?  Puede ser, ya no estoy seguro de nada.  Pero creo que una persona como él,  lleva  el destino de una muerte trágica ligada a su vida; de la misma forma como lo daba todo, el que nada tenía.


1 comment:

  1. Me gusto mucho tu forma de describirlo,con esa realidad e imaginacion a flor de piel...super lindo...

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