Aquella noche
la ciudad se abrió
como la sombrilla
con la que me
tronchaste el dedo.
Salpicó de luces
y de sombras
y de ti.
Las calles se
alineaban
con tu sonrisa
porque tú sonreías
en ese siglo
y cantabas.
Buscábamos piedras
para el recuerdo
y un pequeño dragón
chino de plástico
barato.
¿Recuerdas al
muchacho
que nos preguntó
una dirección en
cantones?
Reíamos entonces,
¿lo recuerdas?
El castillo en el
centro
de lo inalcanzable,
el olor y el smog.
Aquel árbol
y tan fácil
tu cuerpo entre las
hojas
amarillas hojas
y rojas.
Las mochilas llenas
de libros
de pequeñas,
varias Estatuas de la
Libertad,
reproducciones
Modigliani y sus cuerpos
desnudos, Dalí,
si, ya me lo habías
dicho:
no te gusta Dalí.
Te quedaste afuera
cuando subí a
las torres
tu eterno miedo
a las alturas.
No sabíamos que seria
la última vez.
La ciudad es ahora
como una película
que se muestra
por escenas.
En este siglo.
No comments:
Post a Comment