Se va el año y es como si todo el tiempo
estuve sentado en la orilla de nada, viéndolo pasar. Mientras más viejo me voy
haciendo, más complicado me hago. He tomado la costumbre de observarlo todo de
una forma periodística, dispuesto a la redacción. Siempre se piensa que lo que
nos pasa, si lo sabemos narrar, se convierte en algo interesante para los demás.
Algunas cosas logran su cometido. Algunas personas pueden ser receptivas. Todo
depende. En este año, sin razón aparente, los gatos se han exiliado de la casa.
Zulu desapareció sin dejar rastro. Las niñas dicen que lo ven todos los días,
que es un gato tan negro como él, que ronda el barrio. Yo sé que no es el
mismo, pero no las contradigo. Conozco la forma de andar de cada
uno, es algo sutíl que aprendí con los años (y con los gatos). Duda, mi
favorito, me saluda cuando me bajo del carro. Deja que lo acaricie, hablamos,
le pido que entre a casa, lo engaño y lo tiento con deliciosas latas de ese
mejunje asqueroso que tanto le gusta y después se va a su exilio, despreocupado
y cruel, como el tipo inteligente que es. Jack salió un día y todavía lo
estamos esperando. Jack era un gato macho que actuaba como una madre.
Trajo a la casa a dos gaticos muy pequeños, que limpiaba y dormían acurrucados
a él. June apareció. También se había evaporado. Una noche abrí la puerta y
entró como un bólido. Las tres niñas y mi mujer lo acunaron y acabaron con él
como solo las mujeres pueden hacerlo. Yo, en un rincón, me dediqué a
observar su fiesta envidiando la capacidad de amar que ellas pueden
tener. Ya Mariana le compró un collar y lo trajo a la cama a dormir. También en
este año perdimos a los pájaros. Dos finches enamorados que ponían huevos en el
nido donde nunca nació otro pájaro. Fue en el anunciado ciclón que pasó
por esta ciudad, con un viento miserable que tumbó la jaula y huyeron. Me
gustan los pájaros libres. Aunque no quiero pensar en eso, creo que los míos
terminaron volando y en libertad. En este año también la justicia puso su grano
de arena y después de mucho tiempo, interminable tiempo de luchas y terrores,
Mariana y yo logramos una mejor convivencia para las niñas y
Jonathan, que vino a ser parte de esta tribu enloquecida, dejando atrás
su vida de maltratos y esclavitud. Desde que comencé mi blog Palabras,
con la ayuda fundamental de mi mujer, no he dejado de recibir la incondicional
e inestimable guía de mi suegra Sara Calvo, que con sus asombrosos
conocimientos de las reglas ortográficas y su tremenda cultura, ha logrado que
pueda publicar todas estas historias y palabras más o menos legibles. Se va el
año y una vez más, cuando enumero las caricias recibidas, las bondades
inmerecidas y la presencia continua y buena, tengo que nombrar solo a
mujeres. Solo ellas son capaces de tantas maravillas, de poseer ese
don especial. Para terminar el año, cuando suenen las doce campanadas,
brindaré por ellas, por todas las mujeres que soporto y que tienen el
valor de aguantarme. ¡Salud para ellas, siempre!
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