Bebita Alvarado camina con la mirada fija y
la cabeza erguida, por un viejo pueblo donde los recuerdos van de la mano la
historia de tres muchachos encandilados de amor y de juventud. Pueblo que me
trae por momentos un aire de La balada del Café Triste. Un amor similar,
desproporcionado e imposible. Hace 45 años que se publicó La vida en dos,
de Luis Agüero y hace 17 que la tenía guardada, dedicada por él sobre la
mesa de un restaurante y olvidada dentro de un cajón perdido. El destino de ésta obra que nació para el olvido. Cuidando que las hojas no se deshicieran
entre mis dedos, terminé de leerla. Bailén del Sur surgió delante de mí, animándose
con bobos, curas, santurronas, putas y fotógrafos desaforados, chinos tristes,
americanos perdidos y un pueblo que reúne la vida en dos, partida
por el dolor de lo cotidiano y simple. Novela relegada en el engranaje de
las malas intenciones. Pero sin dudarlo, entre las grandes escritas en
Cuba, tiene un lugar primordial. Y es por eso, a pesar de todo, que Bebita Alvarado
sigue caminando, provocadoramente, imperecederamente, por las aceras de
Bailén del Sur.
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