Porque la muerte siempre nos sorprende
y nos deja perplejos ante la vida que tenemos, fuimos al hospital. La familia
merma y me encuentro con varios niños. Juegan, preguntan, se les dice que no
griten. Crecen, se renueva la vida. Yvonne esta allí. ¿Está? Creo que estamos
nosotros junto a ella, tan sola. Miro su cara. Ahora la reconozco. Esa nariz
que por años no había visto, muy de los Calvo. Su piel blanca. Y que
solitaria la muerte. El sonido monótono de las maquinas interrumpe los pequeños
espacios de silencio. Hablamos de la lluvia, de los hijos que no
vinieron, justificamos a los vivos. Miro a las mujeres que hablan entre ellas.
Solo mujeres. Familia de mujeres fuertes y peleonas. Voy a la máquina de café.
Sale un agua de color río y lo tomo. Me aparto y respiro. Hago planes. Recuerdo
algo por hacer. Alguien me explica cosas de unos papeles que se tienen
que firmar. Es para estar preparado, dice. Contesto que sí, pero no
entiendo mucho. Las voy mirando a todas. Rasgos en sus rostros, actitudes
similares. Estoy cansado. Vuelvo a observar su cara. Esa será después su
imagen. Nos vamos. Aguanto la puerta del elevador para que entremos todos. ¿Nos
resistirá?, bromea alguien. Adiós Yvonne, pienso. Afuera, las luces se reflejan
en los charcos que la lluvia dejó.
En Paz Descanse.. B<>S
ReplyDeletegracias baby.
ReplyDeleteMuy serena reflexion, de una sencillez que aterra por lo cercana que nos puede resultar a todos. Sin excesos de ningun tipo, supiste dar una idea de lo que es la vida y la muerte, aterradora por la soledad que trae.
ReplyDeleteMe alegra --si cabe la palabra en momentos asi-- haberlo leido.
Yvonne de una belleza tremenda.
JP
Gracias Jorge P por tu comentario.
DeleteGracias, Marco, por tu mensaje de recordacion de Ivonne, que se fue de repente.
ReplyDeleteGracias de nuevo
Tanya