Wednesday, August 29, 2012

Ana



Dice mi madre que me cagué cuando me sacaban de su vientre. Puede ser verdad, siempre he sido un cagón. A consecuencia de eso y la infección que cogió, no pudo tener más hijos, y así me crié solo. Esa fue mi primera victoria hacia la independencia total.
Nunca me gustó jugar con otros niños, y cuando me obligaban a hacerlo, me apartaba, jugaba solo con mis cosas, y si alguno se acercaba, gritaba, los golpeaba o mordía. Creo que únicamente mi madre me quería un poco, porque mi padre desapareció de la casa después que me cargó en sus brazos solo una vez y no pudo dormir por tres días seguidos. Al cuarto, salió de la casa y no supimos nada más de él. 
Madre hay una sola, padre puede ser cualquiera, decía mamá, y si ella lo decía, tenía que ser verdad. Cuando comencé a ir a la escuela me busqué muchos problemas por mi forma de ser. Comenzando por la maestra, pasando por el director y los compañeros de clase, todos querían que me comportara como ellos, que fuera amigo de los otros alumnos, que participara en sus juegos estúpidos, y nada de eso me importaba. No entendía, como no lo entiendo ahora, por qué las personas quieren que uno sea como ellos. Rápidamente llegué a la conclusión de que debía ceder en uno o dos detalles para poder pasar por ese período sin que me jodieran tanto: respondía a todas las preguntas de la profesora, hacía las tareas puntualmente, y en los exámenes era el primero en terminar; cuando los muchachos formaban alboroto, permanecía callado y tranquilo porque era la única forma de librarme del castigo que se avecinaba. Por lo menos, con la maestra evitaba algún problema mayor.
 Logré ser el alumno más aventajado de la clase, porque todo lo que tenía que estudiar era tan tonto, tan obvio, que me sorprendía al ver cómo los otros muchachos pasaban trabajo con los sencillos problemitas de matemática o para recordar alguna cosa de otra asignatura.
Así llegué a la secundaria. Mientras todos se juntaban en hordas vociferantes, yo seguía apartado, sin preocuparme en lo más mínimo por las muchachas, ni por sus culos, ni por sus tetas, que era todo lo que a los otros les comía el cerebro. Era de lo único que sabían hablar, y por ese motivo abría mi boca solo lo imprescindible para que no me tomaran mucha rabia, cosa muy peligrosa cuando están en manadas y se sienten fuertes.
 Pasé la secundaria sin muchas historias para recordar. Después el pre-universitario y llegué a la universidad con las mejores calificaciones.
Allí comenzó otra etapa de mi vida. Realmente tan simple como las demás, pero teniendo que preocuparme por mi madre, que envejecía y necesitaba cada día más de mis cuidados. No me desesperé, tomé las cosas con calma y la ayudé en lo que pude, pensando que de alguna manera ella fue la única persona que hizo algo por mí. Calculé el tiempo que todo este trastorno me llevaría. Era algo que tenía que pasar, y pasó.  Mamá murió, y me vi libre de consultas de médicos, hospitales, pastillas y quejas constantes. Recuerdo que me preguntaba cuando regresaba del entierro si de veras me importaba algo, o mucho, o si pasaba a ser alguna etapa natural por la que tenía que transitar, como tantas otras cosas. No llegué a una respuesta definitiva.
Comencé a transformar la casa en un lugar habitable para mí. Regalé todas las pertenencias de mamá; a los vecinos insoportables  y entrometidos les entregué varios de los muebles que no iba a necesitar, el noventa por ciento de los trastes de cocina que ella acumulaba y que no sabía ni para qué se podían usar.  Regalé adornos, muñecos horribles, cuadros con paisajes aburridos, lámparas innecesarias, y al fin todo quedó como a mí me gustaba. A una vieja que hablaba con mamá le regalé la jaula con los canarios, y no entendí muy bien lo que me decía llorando y queriéndome abrazar. El contacto físico con otras personas me molesta y me repugna.
 Al fin la casa casi vacía, con los trastes estrictamente necesarios, y todo quedó perfecto. Con las fotografías, tuve mis dudas. Flaqueé un poco ante los álbumes que mamá guardaba con tanto esmero. Miré, las revisé todas, observé con calma a los familiares desconocidos, reconocí a algunos, y vi en ellos algunos rasgos míos. Tenía muchas fotos  de mi padre, mi padre cargándome cuando acababa de nacer, mi padre montando a caballo, mi padre embadurnado de aceite cerca de un carro, mi padre besando a mi madre, mi padre con un perro horroroso que miraba con mucho cariño. Todas las boté. Eran un estorbo y las tiré al latón de la basura. Solo conservé algunas de mamá, pocas.
Y desde ese momento vivo solo. Gano mucho dinero por hacer algo que me parece muy estúpido, que estudié porque no tenía otro remedio, y además calculé que para vivir sin que me jodieran tenía que tener una solvencia económica para no depender de nadie ni tener que pedir, que es lo peor y lo más frustrante. Sin saber muy bien por qué, me he visto impulsado en mi trabajo a cargos mayores que nunca había deseado ni hecho nada para merecerlo.  Soy cuidadoso con mi vestuario no porque me interese, sino porque no se puede imponer respeto con una ropa barata. Pienso que los que están debajo de mí deben de estar convencidos de que están en esa posición.  Los hombres y mujeres que tengo a mi cargo en el departamento que dirijo me respetan y obedecen las órdenes que imparto. Eso creo. La verdad es que no me interesa lo que ellos piensen o dejen de pensar sobre mí. Sigo las reglas y las hago cumplir, porque es lo que tengo que hacer para mantener mi estatus y ganar lo que gano. Ellos pueden quedarse, irse, o explotar, y me importaría un bledo.  Con una palabra amable, una sonrisa mínima y la distancia necesaria, saco de todos ellos lo que quiero y se sienten más cómodos en sus puestos para rendir una mejor labor.
  Solo a María, mi secretaria, le permito ciertas intimidades, como contradecirme en algunas cosas, faltar a trabajar si me miente diciendo que su hijo está enfermo, que se demore algo más de lo estrictamente necesario cuando sale a almorzar; porque es con ella, una o dos veces al mes, que nos vamos a mí casa y nos revolcamos un poco. Después se va por el mismo camino y yo, tranquilo, aliviado de su presencia, que no deja de ser molesta al cabo de un rato.
Hoy cumplo 41 años. Estoy frente al espejo. Todavía me veo joven. Soy delgado, el estómago plano, buen plante en general. Algunas canas sí, pero nada de qué preocuparse. ¿Y por qué me preocupo? Vivo como siempre quería. He podido apartar a todos los que han tratado de remover mis cimientos; puse barreras ante las cosas que pudieran hacerme molestar, ante todo lo que no me importaba. Y aquí estoy, recordando a Ana.
Desde el mismo instante que la vi parada en el umbral de mi puerta, el bombillo rojo de la alerta se prendió.  Ana = problema = alerta roja. ¿Quién era Ana? Ni yo mismo lo sabía. Creo que tampoco ahora lo sé.  Ana es... una mujer que tocó a mi puerta y abrí. Con un torrente de palabras que me aturdían y que comprendí a medias me explicó de dónde venía, cuáles eran nuestros lazos familiares, y que llegó a mi casa porque no tenía a nadie en esta ciudad,  que  "venía a hacerse alguien", y que "no me molestaría en lo absoluto". Aturdido por su verborrea interminable, creo que entendí que era hija de un medio hermano de mamá que jamás había conocido y que nunca estaría interesado en conocer, y la dejé dormir en el sofá de la sala.  Encabronado y hablando solo, subí a mi cuarto y clausuré la  puerta por primera vez en mi vida. No pude dormir. Saber que Ana estaba abajo me molestaba, sentía que en algo me equivocaba.
Cuando bajé para ir a la oficina ella todavía dormía. La mochila que trajo a sus espaldas, tirada con descuido y abierta, la ropa desordenada en el suelo y sobre una silla. Con cautela me acerqué y la observé. Dormía de lado, abrazada a un cojín, y el pelo sobre la cara le daba un aspecto juvenil y algo descuidado. Un brazo le colgaba fuera de las sábanas, y vi cómo en la muñeca  llevaba varios brazaletes de cuero y algunos de telas de colores. Los labios entreabiertos se estremecían por instantes como si soñara.
 Mientras me tomaba el café, volví a mirarla y decidí que cuando regresara del trabajo hablaría con ella y conversaríamos sobre el   momento en que tendría que irse. Así me fui más tranquilo. Haber llegado a esa conclusión me daba la seguridad de que no perdía mi rumbo, de que todo estaría como siempre he decidido.
Pero volví y no le dije nada. Ella caminaba por la casa como si todo el espacio le perteneciera, y yo la observaba disimuladamente, entre molesto e intrigado.  ¡Cómo hablaba! Todo el tiempo me contaba cosas, me contó de su familia, de "nuestra familia", así decía, de dónde vino, de sus estudios, de sus deseos, habló  de películas horribles que a ella "la volvían loca", porque parece que todo la "vuelve loca". La música que le gusta "la vuelve loca", la comida de aquel restaurante "la vuelve loca", el desprecio de aquel novio "la volvió loca". Loco me estaba poniendo ella a mí.  Respiraba su perfume por todos lados, la casa entera olía a ella, veía sus cosas en desorden y trataba de controlarme.
Comencé a calcular como hago en todos los trances de mi vida, y me dije que esto también sería pasajero, un tiempo prudente para ayudarla a tomar su rumbo, y Ana.... puedes tomar tus cosas y adiós. Así sería.
Pensando de esa manera, pero alterado, confundido, dupliqué los encuentros con María, que estaba encantada de ir conmigo a diferentes moteles, ya que mi casa había sido tomada por Ana... esa loca. Pronto tendría que irse con su risa y con su pelo y su olor y sus colgajos y sus zapatos estrambóticos y su música y sus comidas horribles. Si, tendría que irse, me decía a mí mismo mientras embestía como un animal salvaje a María, que gritaba de placer y decía que me amaba y que dejaría a su marido para estar conmigo nada más. Pero eso lo decía siempre que iba a llegar al clímax, y ya no me preocupaba;  que dijera y gritara todo lo que quisiera, la muy puta.
No recuerdo en qué momento comencé a vigilar a Ana. Creo que nunca se dio cuenta de nada porque vivía en su mundo personal donde todo fluía sin el menor tropiezo. Parecía no preocuparse por nada. Alegre todo el tiempo, llegaba con su torrente de palabras tarde en la noche, y sin sospechar por qué aún estaba despierto, iba a la cocina, se preparaba una ensalada, unos huevos cocidos y con la boca llena, hablaba y hablaba sin esperar  respuesta alguna, sin preguntar nada de mí, sin interesarse para nada de lo que era mi vida.  Ana y su mundo. Yo y mi mundo, y Ana.
Llevaba una agenda con sus salidas, sus llegadas. Las comidas que hacía en casa, las horas del  baño, la ropa sucia acumulada, revisaba sus panties buscando algún rastro, miraba en su cartera, contaba su dinero, le saqué fotocopias a la licencia de conducir, a su Social Security. Trataba de escuchar sus conversaciones telefónicas. Me levantaba a hurtadillas para verla dormir. En algunas ocasiones hui de la oficina con cualquier pretexto para pasar por algún lugar donde pensaba que ella podría estar;  besaba sus zapatos, su almohada, revisaba sus perfumes, me lavaba los dientes con su cepillo dental con  la sensación de que el suelo se me movía a cada paso, de que el descontrol era imposible de controlar.
Esta mañana, después de templarla enloquecidamente, le dije a María que no íbamos a vernos más como amantes.  Lloró, gritó, me dijo maricón, me golpeó en la cara, pero ni una pestaña se movió en mi rostro. Me sentí dueño del control de mi vida, como antes. Inventaré alguna situación para poder despedirla y después respiraré más aliviado. Volveré a ser lo que era... No más el estorbo de una secretaria histérica y peligrosa. Todo otra vez en su lugar… ¿y Ana?
Volvió a mi memoria como un garrotazo en plena nuca. No sabía qué hacer. No sabía si decirle o callar. Ante ella no sabía nada. Su sola presencia me anulaba. Todo por lo que había vivido, todo lo que había controlado, construido, organizado, se derrumbaba ante la barahúnda de su paso por la casa. Porque Ana siempre estaba de paso. Ana era imposible de retener. A esas conclusiones llegaba mientras un sentimiento extraño me invadía y me descontrolaba.
 Esta noche le hablaría, no dejaría más alagar ese momento. Todas las horas que pasé en la oficina las gasté pensando en lo que iba a decir imaginando cómo iría a reaccionar. Ana, Ana, Ana. Su nombre se repetía en mi mente. Control.  Hoy sería el momento, decidí una vez más para darme ánimo.
Llegué a casa. Ana me esperaba en la sala con la mochila en el suelo, dos bolsas junto a ella, y del mismo modo como me habló todo este tiempo, sin esperar mi respuesta o preguntarme alguna cosa, me dijo, más bien me disparó a la cara, que se iba, que ya había encontrado un lugar donde vivir con un muchacho que conoció, y dándome un beso en la mejilla, abrió la puerta y se fue.
No sé cuánto tiempo quedé en la misma posición, sin mover un solo músculo, mirando atontado hacia la puerta cerrada. No recuerdo si dije algo, si pensé en algo. Solo recuerdo que corrí una silla que estaba salida de la mesa del comedor, y que después subí a mi cuarto.
Todavía con el golpe de la puerta al cerrarse en mis oídos, estoy frente al espejo, observándome, pensando, desistiendo, tratando de llevar hacia un plano pasado la invitación por mi cumpleaños que iba a hacerle a aquel restaurante " que la volvía loca ", la película horrible "que la volvería loca ", y calculando cuánto tiempo me tomará para que las cosas sean como antes, para que el suelo vuelva a ser firme, y pueda comenzar el proceso del olvido de Ana.

 Agosto 28, 2012

Monday, August 27, 2012

El malo y el menos malo



Creo que en general, las personas no cambian nunca. Desde la infancia muestran el sello que los distinguirá durante toda la vida. Comenzando con los primeros e inseguros pasos, hasta el final, es como una línea indeleble en el ADN (dirían hoy).
O sea, en palabras altisonantes y rebuscadas para los intelectuales que se disputan el placer de leerme; el que nace hp, muere hp. Al de buenos sentimientos, le darán por el  culo.  Sera bueno la mayoría de las veces. ¿Solo la mayoría de las veces, aun siendo una persona buena? Sí, porque es mas fácil hacer el mal que hacer el bien. Hacer el bien cansa y es interminable. Casi todas las personas   esperan siempre lo mejor de los otros. Si lo reciben, bien, después quieren más y más. Tienes que seguir dándoles algo.  Si no, ya ganaste a un enemigo frente a ti, declarado, en guardia, espada desenvainada para asestar el tajo en la mejor oportunidad, para joderte cuando menos  lo imaginas.
Y ser un poquito malo a veces, confieso que es reconfortante. Hacer que la línea del ADN se tuerza hacia un lado; que se ponga a ronronear el hijeputometro. Es bueno. Ver como un hp se tambalea con un golpe maestro dirigido al mentón cuando se distrajo un instante. Hacer eso, limpia, rejuvenece, te ayuda, satisface y te mejora el día.
O sea, que el hp desde que es feto, baba asquerosa, es hp. El bueno, lo es.... pero no siempre, no constantemente. La vida obliga. Alguna que otra vez, se tiene que utilizar el mismo látigo con el que tanto te han pegado.
No sientas pena por eso cuando lo descargas en su espalda. 'Cuando sientas que te está dando pena', recuerda sus latigazos en la tuya.
Abre bien los ojos y mira como la piel del hijo de puta es tan endeble como la tuya. Y alegrate.


Saturday, August 25, 2012

La Habana


La Habana es la ciudad donde nací. También es la ciudad que no dude ni un segundo en dejar atrás, cuando la oportunidad o el Olimpo lo permitieron. Para mí, un lugar contradictorio. Cuando trato de generalizar, casi siempre me equivoco. Para demostrármelo, tengo a mi secretaria y critica, mi mujer, que me baja de la hipérbole regresándome a la realidad, con esa inteligencia matemática y certera que posee.  Pero creo que todas esas frases de amor hacia el lugar donde nacimos, no dejan de ser un poco ambiguas, etiquetadas en la marisma de la confusión del tiempo y el espacio, que reedita las realidades y lo que alguna vez fue.
 Pienso que se ama lo que se recuerda. Me explico: la ciudad para mí son los lugares donde alguna vez fui feliz o infeliz. Es un instante pasando. Un olor en la memoria. Una película en un cine. Un cuerpo que descubres sobre una cama. El mar de una tarde. Una odiosa escuela donde aprendí a ser yo mismo entre tantos otros.
Ese lugar tantas veces recordado,  es como un cajón donde echamos todas las pequeñas cosas que de alguna manera queremos conservar. La ciudad entrañable, poseedora de nuestro universo. La que guarda lo que fuimos.  
Si trato de recordar a La Habana, mi cerebro distorsiona las imágenes,  que se suceden a una velocidad vertiginosa. Me confunde. Juega conmigo la memoria: el Malecón es el muro que separa el mar y es un paseo solitario, un hombre pescando, una canción, un preservativo abandonado, un pez triste y boqueando sobre los diente perros. Coppelia es la risa, una cuchara que se lame, sabores idealizados. El cementerio, una mano quebrada de un ángel,  expectante y andrógino, misterioso;  moscas alrededor de una lapida y silencio. El barrio mío que ya no reconozco, las caras de los que no están,  los nombres de los que quedan y se han convertido en sombras  ajenas, aun más distantes. Una ermita de caracoles que se destruye poco a poco; el hambre que acompañaba como fiel amiga, atormentando, la miseria tan común, como una forma de vida que flotaba entre la nada y la desesperanza.  El contraste entre lo querido y lo odiado. Distintas ciudades dentro de la ciudad.  Contradictoria e importante. Hermosa y fea.  Imborrable y detestada.  No tan querida, pero tampoco odiada. La Habana aquella.


Ecce Homo

                                         

Cecilia Gimenez,  anciana de 80 años, es un genio de la pintura moderna. Ella esta triste y muy apenada porque convirtió una aburrida pintura de Jesús en una obra moderna como lo harían Picasso, Miro, Degas o Joel Nuñez. La buena señora hace algun tiempo estaba "restaurando" en una pared de una parroquia de Borja, en Zaragoza, España,  la pintura llamada Ecce Homo, que data del siglo XIX y nadie, ni el cura, que no daba  abasto, atareado  en salvar  las almas de los vecinos del lugar, ni los monaguillos, que se tomaban el vino a escondidas del cura, ni los feligreses que visitaban la parroquia para pedir perdón por sus pecados, perdieron un segundo de su tiempo para mirar, interesarse en lo que hacia Cecilia, día a día, con la paciencia del que ya no tiene que preocuparse por muchas cosas. Ahora es famosa. Es una pintora modernista, creativa, visionaria. Así son las cosas. Si esa pintura no estuviera como a quedado hoy por la mano de Cecilia, quien sabría de ella? Quien visitaría el lugar para observarla, tomar fotos, escribir o hacer alguna entrevista? Seria solo una pintura mas de ese Cristo con el que hemos vivido toda la vida, sin preguntarnos nunca como a llegado su cara hasta nosotros, como era realmente ese hombre blanco, de ojos azules y melena de rockero, en aquella época difícil, tan perfecto en los cuadros,  tan hermoso, en una tierra de gente casi negra, tosca y agobiada  por las enfermedades y la miseria . Ahora todo el mundo opina ( incluso yo ) con el tono sarcástico que se merece todo este terremoto pictórico. A mi me encanta. Me he reído hasta mearme con los videos que han salido sobre el asunto, las cosas que se han escrito y las opiniones de algunas señoras del pueblo. Dicen que un grupo de restauradores, liderados por Cecilia, van a tratar de devolverle la antigua imagen a la obra. Yo tengo la esperanza, que con la influencia de la pintora, se salve el Cristo de Borja y  quede mas o menos como esta ahora.  Y también que contraten a la pintora, para futuros arreglos de santos y dioses. Que en esta época moderna estamos y modernos somos.

Monday, August 20, 2012

Sueño

                                                               

Tengo medio siglo y un poco más y sueño. No he podido desterrar de mi ese vicio. Ese bienestar tonto y oculto como si de algo malo se tratara. Soñar me hace un poco libre, podría decir, pero suena falso, manido, casi de telenovela. Pero es verdad. Soñar es, como diríamos en cubano, una paja mental. Y que es una paja sino un sueño mezclado con el placer físico?
Cada día que pasa tomo las cosas sin buscarle muchas explicaciones. Sin darle tantas vueltas. Ya es demasiado tarde para que cambie algo. Ya perdí. O gané, según como lo mire.
Ya tuve hijos, compré una casa, he plantado mas de un árbol y escribí una novela. No son esas las normas para demostrar que se pasó por la vida dejando algún legado, que algo quedará cuando ya no estemos?  Pues si es así, miren, ya esta, resuelto el problema.
Pero sigo soñando, continuo deseando cosas imposibles. Sueño con no tener que venir a mi trabajo y mezclarme con toda esa gente espantosa que me rodea. Sueño con un pueblo poco habitado en una región casi perdida de Francia, con dinero, un excelente restaurante a donde llegue por mis propios pies, en un paseo para matar al tiempo mirando algo lindo, agradable;  Internet y una piel para sentir que la vida vale la pena vivirla. Tranquilidad mental. Espacio. La distancia necesaria entre los demás y yo para que no me agobien, para no agobiarlos. Silencio. Silencio dentro de mi. La nada. Poder ignorar. Que me ignore cierta gente. No necesitar de un automóvil para vivir. Poder leer con la tranquilidad de las horas por delante.
Soñar no cuesta nada. Pagas cuando despiertas.


Saturday, August 18, 2012

Cuento

                                                             

                                                         Cancion para dormir a Gianna.
                                                ... porque la vacunaron y fue valiente.

Cuando abrí la puerta ya me esperaba y me preguntó si habia comprado  chiclets. Sortee el camino hasta el comedor para dejar mi mochila maloliente y me enteré que tambien queria un panda y un pony. No me pude negar a esos ojos tan grandes y le dije que sí, algo mas? Seria y comprensiva me dijo mas nada y ya. La senté sobre la cocina y me habló de sus toys favoritos, del gato y de sus amigos. Siguió contando mientras yo trataba de tragar algo para quitarme la sensacion de morirme de  hambre. Le pregunte dime una cosa, tu no hablas español? Y con esos ojos grandotes y su boca de pato me contesta oh yes i speak spanish! Y sigue hablando sin parar. La interrumpo, tu que comiste, sopa de cotorra? Y se rie y fuimos a ver si en la puerta estaban los que esperabamos. Y para hacer espacio, corri la mesa del comedor y saque los libreros hacia el patio, ella me llevo uno de los controles del televisor y descolgue los cuadros. Despues sacamos las  sillas hacia el parqueo y las pusimos bien a la vista, alrededor de los carros, pensadas para molestar a la vieja mala que se cree la dueña del lugar y del mundo. Espacio, espacio, decia yo, espacio, espacio, repetia ella y corria hacia la casa y traia un libro, una botella y sus ojos. Sacamos el sofá y los zapatos, llevamos los platos y los pusimos junto a la cerca, como una ofrenda. Ella me trajo las fotos, y yo tome el balde, la paleta y los lleve al cesped, porque no habia arena. Sacamos los cajones y las perchas y los colgajos de recuerdos viejos y ella hablaba de pajaros, del panda, yo que sé. Nos asomamos a la ventana y no  habian llegado los que esperabamos,  entonces me apure y lleve hacia el patio la pesada pieza del Kamasutra, de senos esplendidos,  y ella me dijo que su tren no salia porque era muy importante. Y como con los años he aprendido lo inutil que es tratar de contradecir a una mujer, no le dije nada y la ayude a armar los rieles en circulo. Despues tomamos leche con chocolate y galletas dulces. Mirabamos la casa que se transformó en  una pradera de espacios infinitos, con una escalera que invitaba a subir  y colectar nubes o pajaros que lloraban, emigrando. El eco  repetia su perorata interminable y los extraños murmullos de hojas cayendo. Tienen que llegar antes de las doce, le dije. Por que?, me contestó. Porque así es siempre, tu no lo sabias?  Y por que?, volvio a responder. Ahi fue cuando escuchamos el sonido al otro lado de la puerta, ella hizo silencio y esperamos. Era como algo que raspaba  timidamente, como para no molestar. Despacio, abrimos y ahi estaban ellos, discutiendo bajito cual de los dos seria su esclavo favorito. Ella los recibio con los brazos que se abrieron y su pelo que revoloteaba, de colores por momentos cobrizos, azules y amarillos otros. Los tres brincaban y gritaban y chocaban contra las paredes, cantando una cancion que no entendia, pero misteriosamente, ellos , al unísono creaban la melodia, despertando malhumorados a los chipojos y a algunos ciempies enloquecidos. Las  polymitas,  juntaban sus humedas antenas, en una danza de amor que provocaba la envidia de los que no sabian amar. Yo, resignado al no poder cantar, pensaba en el desagradable vecino que vendria a exigirme silencio y cordura. Y despues, mientras ella le hablaba a los gatos del barrio que rozaban el lomo por los muebles del patio buscando su olor, estos dos seguian tratando de demostrar cual era el esclavo mas leal, el preferido. Somos los tres, les dije, y el panda subió lentamente, con su torpeza habitual, escaleras arriba  buscando el eco de su misteriosa conversacion. Ella se iba cabalgando. La observaba hasta que perdia el rastro de su olor y temia, porque aunque ahora no habia ni indios ni cowboys, algún alien envidioso la podria raptar, enloquecido ante sus ojos grandes y su boca de pato. Pero al final siempre volvia a mi y eso era un gran consuelo.  Recuerda que ahorita seran las doce, le dije. Por que? me respondio, como si ella tuviera el poder de cambiar el curso de lo perecedero. Porque asi siempre ha sido; será hasta las doce. Y vi como sus ojos y sus brazos rodeaban al panda y hundió su cara en la pelambre blanca y negra, hablandole en una lengua desconocida. El pony relinchó triste y yo le dije tranquilo, tranquilo, cuando el sonido de sus cascos chocaba contra las paredes. Quiero leche, me dijo sin mirarme, con chocolate. Movi su cabeza con cuidado, la puse sobre un cojin suavemente y despacio, cansado, fui a la cocina a prepararsela.

Mascaras

                                                         

 En la antigua Grecia, cuando los actores salían a los hermosos anfiteatros a representar una obra, llevaban mascaras que no dejaban ver sus rostros. En el teatro chino los  hombres encarnaban personajes de mujeres y los demonios eran actores vistiendo  mascaras terribles de odio y pavor. En el África se representa a la Tierra, a la Muerte y a la Vida, con mascaras. Los carnavales de Venecia nos llenan de una belleza lánguida que rememora lo perdido, con mascaras surrealistas de tristezas y alegrías; de pájaros, mitad luna, mitad sol. El teatro moderno se representa con dos mascaras, una cara triste y la otra riendo.  La dualidad. Lo que somos y lo que mostramos. Lo que ocultamos y donde nos refugiamos. La noche y el día, lo bueno y lo malo. Así somos siempre. Nunca una única respuesta,  un solo sentido. La verdad y la mentira. Diferentes matices en un mismo hecho. Visiones que fluyen de una misma realidad. Mostramos y ocultamos. Damos y quitamos. Dualidad, eso somos.                                                                                                                                                           

Titanic

                                                dibujo: nataly martinez
                                                                           
Un millonario australiano (no recuerdo el nombre y no tengo deseos de buscarlo) dice que va a hacer una réplica del Titanic para recrear otra vez, con toda la técnica moderna incluida, aquel viaje funesto. Me tiene hasta la coronilla la  bobería generalizada con el barquito. El morbo en su más brillante expresión. Si James Cameron no hubiera filmado  la película, la mitad del mundo ni lo recordaría.  Película para el montón. Todos los ingredientes mezclados, batidos y servidos. Amor prohibido, dinero y pobreza, cobardía y valentía, lagrimas a raudales, traición y muerte. Actores lindos. Aunque yo prefiero a la Kate Winslet caminando desnuda y orinando, como un hermoso ejemplar de yegua en celo, en la excelente película Holy Smoke. Y a Leonardo DiCaprio como Arthur Rimbaud, en su tórrida y peligrosa relación con el poeta Paul Verlaine, en Total Eclipse. Pero bueno...ese señor puede hacer con sus millones lo que quiera. De todas formas es un negocio para él y por supuesto, será muy lucrativo. Dinero llama al dinero.  Pero, no sé, no quiero meterme en terreno desconocido, pero con ese capital... a mí me tocan el hambre,  la vida miserable de tanta gente, el abuso a los niños, las injusticias. Ese barquito no me va. Yo haría una escuela. Mejor dos escuelas

Tuesday, August 14, 2012

Chick-fil-A dentro del closet


Leí hace unos días en un periódico, que el dueño de Chick-fil-A,  había declarado que estaba en contra de los matrimonios gays. Tiene el derecho de hacerlo. Es su opinión y así debe  ser la libertad de expresión. Bien por él. Pero, al declarar algo así,  un hombre poderoso como él, con una cadena de restaurantes a donde van a comer todas las personas que lo deseen, discrimina, señala, excluye,  a una minoría que solo quiere que también se respeten sus derechos de decidir con y como quieren vivir. Estos locales se abarrotaron de gente, enarbolando su moralidad, apoyando y demostrando que compartían lo que dijo su dueño, abanderándose en una causa social, que recuerda (salvando distancias) los tiempos en que los negros no podían entrar a ciertos lugares y hacer algo que ellos (en este caso personas de raza blanca) amparándose en una educación, religión o extracto social, no querían  permitirlo. Yo creo que ese buen señor cometió un error garrafal. También todas esas personas tienen el derecho a demostrar que no están de acuerdo con esas uniones. Pero hasta ahí. Existen cosas que son inalterables en cualquier sociedad, pero, y aquí esta la diferencia, otras van cambiando con el tiempo y a mí opinión personal, casi todas para bien. Si en el día de hoy, una pareja del mismo sexo, no tiene  las opciones que tengo yo con la mía; ese solo hecho, esa diferencia, los disminuye, los excluye de la sociedad donde viven, trabajan y aportan al sistema, como lo hacemos mi esposa y yo.  Todo lo demás, no dejan de ser ideas trasnochadas, encajonadas en la soberbia, minadas por dogmas antiguos y religiosos, que son los más peligrosos. Mi familia y yo vamos regularmente a  Chick-fil-A. Mis nietas disfrutan de sus comidas y jugar con otros niños en el salón de juego; o sea, que en la cuenta bancaria del señor dueño de la cadena algún dinero mío ha de estar, alguna aportación a su fortuna. De la misma forma, cuantas personas homosexuales han puesto su grano de arena-dólares en sus abarrotadas arcas? Yo podría, por ejemplo, actuar como los que se abanderaron en  " su moral ", podría no ir más a ese lugar y optar por todas las opciones que tengo  para escoger. Pero no. Me niego a ser como ellos. Me sentaré con ellos y con las parejas del mismo sexo. Mis nietas pueden jugar con los hijos de ambos.

El Plan de Dios


Unos días atrás un enajenado mental abrió fuego contra la multitud que llenaba un cine a los pocos minutos de comenzar la película. Mató a varios e hirió a más.  Sobre eso ya escribí algo bien escueto, explicando más o menos lo que creo sobre las armas y la violencia humana.
Sigue corriendo la tinta sobre el mismo tema y no tengo casi nada más que agregar, salvo una sola cosa: fusilen a ese hijoputa, apúntenlo con armas terribles, como las que el usó y disparen. Nada más.
Pero leyendo y escuchando me topo con la noticia de que un milagro salvó la vida de un hombre de nacionalidad mexicana al ser alcanzado tres veces por las balas disparadas. Por supuesto que recibir tres disparos y no morir ya es un milagro. Pero hasta ahí. Sigo leyendo para llegar a donde me enervo, me encabrono, me impaciento. Dios lo salvó! Dios tenía algún plan para él!.... Dios mío, no escuches y perdónalo tu, porque yo no puedo.
O sea, de alguna manera, Dios ( o lo que para él es ese ser ) llevó a cabo todo ese engranaje de fatalidades, dejó que se armara hasta los dientes ese mequetrefe,  condujo a  cientos de hombres, mujeres y niños a ese lugar especifico para que los torturaran a balas, gases y desesperación; murieran varios ( una niña de seis años entre ellos ) hiriera a muchos más ( incluyéndolo a él, el mexicano ) para después " por un milagro divino " salvarlo " para su plan ". Dice que a partir de ahora se dedicará a su fe de expandir " la palabra".
A veces  creo que soy anormal. Porque yo, si fuera ese mexicano y creyera que mi dios (cualquier dios, que bastantes hay) sería capaz de algo así, tiro los hábitos, maldigo de él. Porque  no creo en casi nada, no puedo aceptar que Dios tenga un plan celestial-maquiavélico, de esa índole. Ese Dios seria  igual al que disparó. En este caso, defiendo a ese señor Dios y lo imagino apesadumbrado por esa barbarie. Quiero pensar así.
Y al mexicano y los millones que piensan esas imbecilidades, no los perdono, no soy Dios, ni tengo  planes para ellos. Amén.



Saturday, August 11, 2012

McCullers




Carson McCullers comienza una de sus excelentes novelas con esta frase: La muerte siempre es la misma, pero cada hombre muere a su manera.
Cuando la leí por primera vez, era muy joven y esas palabras quedaron para siempre en mi memoria. La muerte en aquella época la veía como algo mas bien romántico, no la sentía como el final de todo, sino como un mensaje, una manera de demostrar algo (hoy no sé bien que se podría demostrar). Realmente esa cita era un sello íntimo para mí, casi como una esperanza (tonta, como toda esperanza).
Trabajar en una labor mecánica, donde no tienes que usar mucho tu cerebro, tiene sus ventajas y una de ellas es echar a andar la imaginación (comer mierda, diría Mariana). Bien, hoy, después de años de lecturas, días vividos y el cuerpo que se me rebela, que me protesta, que pelea con mi mente y mis deseos, llego otra vez la frasecita. Cada hombre... mierda, mentira, Carson, mentira. Cada hombre no es más que sus circunstancias. Solo eso. Vives queriendo algo, pero eso no lo pensabas de igual manera 10 años atrás y allí, en ese momento, comenzaste a joderla, o viceversa. Se necesitan una serie de cosas para vivir (ya no digamos morir) " a su manera". Los deseos van por un lado y la vida con el mazo pegándote por otra. Nada es a la manera que uno quisiera. Transcurrimos por nuestro tiempo como un guiñol; personajes golpeados, vapuleados por circunstancias ajenas a nosotros mismos. Algunos llaman a eso destino. Yo lo llamo la vida simple y plana. No vivimos ni morimos a nuestra manera. Somos parte del guiñol. Somos únicamente nuestras circunstancias.
Quisiera poder decirle a la McCullers: ya no tengo maneras, solo desearía, cuando llegue mi momento, llegar a él con la mayor calma posible, con el menor terror.
De esa manera.


Nataly, Rosy, Gianna

                                                foto: mariana aguero

Mis niñas van dejando de serlo con una mezcla de despotismo, asombro e incongruencia. Van tomando el camino natural que la vida les obliga y yo las veo, a veces, más asombrado que ellas mismas ante el recorrido difícil, inconstante y amplio que se va abriendo ante ellas.  Recuerdo la primera vez que vi a Nataly, dentro de una caja plástica, llorando y retorciéndose. Ayer se sentó sobre mis piernas quejándose del dolor menstrual al que su nuevo cuerpo la somete. Rosy se hace mujer y muestra aspectos de lo que será en un futuro ya  tocando a mi puerta, esperándome. Gianna, pequeña y controladora, espera mi llegada para  jugar con su tablet, juegos que inexorablemente, ella gana, no faltaría más! Tres pequeñas mujeres que me someten con ese sexto sentido de dirigencia, innato en ellas. Tres mujercitas que amo y que no puedo hacer nada más que verlas como se equivocan o aciertan. Asi es y que bueno que asi sea.

Comienzos

                                                                                                                                   
S. Dalí
                                                                   


Comienzo esta aventura con el temor de siempre a lo desconocido.
Espero que sea una ventana abierta a todo lo que me motiva, a lo que deseo expresar y sacar fuera de mí.
Ya no hay marcha atrás