La Habana es la ciudad donde nací. También es la ciudad que no dude ni un segundo en dejar atrás, cuando la oportunidad o el Olimpo lo permitieron. Para mí, un lugar contradictorio. Cuando trato de generalizar, casi siempre me equivoco. Para demostrármelo, tengo a mi secretaria y critica, mi mujer, que me baja de la hipérbole regresándome a la realidad, con esa inteligencia matemática y certera que posee. Pero creo que todas esas frases de amor hacia el lugar donde nacimos, no dejan de ser un poco ambiguas, etiquetadas en la marisma de la confusión del tiempo y el espacio, que reedita las realidades y lo que alguna vez fue.
Pienso que se
ama lo que se recuerda. Me explico: la ciudad para mí son los lugares donde
alguna vez fui feliz o infeliz. Es un instante pasando. Un olor en la memoria.
Una película en un cine. Un cuerpo que descubres sobre una cama. El mar de una
tarde. Una odiosa escuela donde aprendí a ser yo mismo entre tantos otros.
Ese lugar tantas
veces recordado, es como un cajón donde echamos todas las pequeñas cosas
que de alguna manera queremos conservar. La ciudad entrañable, poseedora de
nuestro universo. La que guarda lo que fuimos.
Si trato de recordar
a La Habana, mi cerebro distorsiona las imágenes, que se suceden a una
velocidad vertiginosa. Me confunde. Juega conmigo la memoria: el Malecón es el
muro que separa el mar y es un paseo solitario, un hombre pescando, una
canción, un preservativo abandonado, un pez triste y boqueando sobre los diente
perros. Coppelia es la risa, una cuchara que se lame, sabores idealizados. El
cementerio, una mano quebrada de un ángel, expectante y andrógino,
misterioso; moscas alrededor de una lapida y silencio. El barrio mío que
ya no reconozco, las caras de los que no están, los nombres de los que
quedan y se han convertido en sombras ajenas, aun más distantes. Una
ermita de caracoles que se destruye poco a poco; el hambre que acompañaba como
fiel amiga, atormentando, la miseria tan común, como una forma de vida que
flotaba entre la nada y la desesperanza. El contraste entre lo querido y
lo odiado. Distintas ciudades dentro de la ciudad. Contradictoria e importante.
Hermosa y fea. Imborrable y detestada. No tan querida, pero tampoco
odiada. La Habana aquella.
Espero algun dia regresar, y verla juntos....Mariana
ReplyDeleteEso seria alucinante. Gracias.
ReplyDeletepara mi es mejor amarla en el recuerdo de lo agradable, de La Habana idealizada en las sabanas blancas de Gerando Alfonso...yo morire de amor y de ganas!!!
ReplyDeletecuando vayan les puedo dar una foto mia... asi me pasea por alla!!!
Dely Vz
Gracias, Delyana.
DeleteHe cambiado yo o ha cambiado la ciudad???? JN
ReplyDeleteEs un poco ambas cosas. Gracias JN.
DeleteMarco....mil gracias por revivir recuerdos que que con el arduo camino apenas nos detenemos a recordar .......que melancolia..!
ReplyDeleteAdianes.
gracias adianes por tu comentario.
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