Saturday, September 21, 2013

Desayuno


Hace ya unos años estábamos en  Virginia y era otoño. Fuimos a desayunar al Cracker Barrel, y la chimenea despedía un calor que inundaba todo con olor a pino.
Hoy estamos en Miami, en el mismo restaurante, y la chimenea es solo un adorno vacío e incongruente. Estamos contentos de estar solos y desayunar, de hablar, de contarnos cosas. Miramos los viejos retratos, las herramientas polvorientas, las sillas decadentes, el ir y venir de las camareras. Criticamos a la familia, a los amigos, a nuestras madres, a nosotros mismos. Es reconfortante y divertido.
Cerca de nosotros, en otra mesa, varias mujeres y hombres. Dos de los hombres son soldados muy jóvenes, vestidos con el uniforme de camuflaje. Hablan alto, se ríen. Miran alrededor para comprobar que son observados. El uniforme los distingue, les da un sello. A mí me dan pena. Se lo comento a ella. Sé que va a decirme algo en contra de lo que dije, pero aun así lo hago. Los llamo víctimas. Ella no está totalmente de acuerdo. Dice que es un mal necesario hoy día. ¿Necesario? Eso puede tener diferentes interpretaciones, contesto.
Se levantan los soldados y las mujeres de la mesa. La camarera los despide. La camarera los ama, es toda sonrisa, amabilidad:
─ Thank you for keeping me free─ les dice.
Los soldados sonríen. Creo que ríen. Parecen un poco subnormales e inmensos y potentes en sus trajes y sus botas y sus espaldas anchas.
Vuelvo a las andadas. Le busco la lengua. Es un poco mi manera de amarla. No creo en nada de eso, le digo, no creo en su patriotismo, ni en el de la camarera; pienso que cuando se quiten el uniforme, ella les puede derramar el café encima. Creo que son tan víctimas o más que tú y yo. Esclavos de los gobiernos.
Ya encendí la estación. De ahora en lo adelante, no habrá tregua.
Llega a la bomba atómica, a Hitler, Osama Bin Laden, la CIA, los rusos. Mientras habla sin parar me siento bien; el desayuno es estupendo, los pancakes suaves, calientes, los huevos sunny side up, perfectos, los biscuits con mantequilla y mermelada, el café.
─ Antes de irnos, déjame ver la tienda ─ dice de pronto.
─ No gastes en mierdas.
─ No, solo quiero mirar.

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