Saturday, September 15, 2012

El hombre herido




Viajo cinco dias a la semana en tren, desde la ciudad en la que vivo hacia donde esta mi trabajo. Una fauna nocturna va conmigo y observo. Me gusta imaginar la vida de la gente por varios aspectos de su personalidad.  Con algunas de las especies no hace falta echar a andar mi imaginacion. Son el claro reflejo de lo que hay. Lo que veo no da materia para elaborar nada mas que no sea poner distancia o cuidar mis espaldas. Otras pueden remover historias. Crear personajes a los que les tejo una maraña de acontecimientos y situaciones listas para la escritura. Uno de mis elegidos  es un hombre de unos 60 años. Sube diariamente al mismo vagon donde acostumbro ir. Impecable,  barba canosa, arreglada, un tenue olor a lavanda que me recuerda las manos de Gerardo, el barbero de mi barrio que me cortaba el pelo cuando yo era un niño. Traje oscuro, corbata perfecta. Sobre la pequeña mesa de su asiento, pone su tablet, su telefono y lee. Toma apuntes en su celular. Metodico, sus movimientos parecen la repeticion del dia anterior. No mira a ningun lado. Su expresion es autosuficiente, inteligente, una pequeña, casi imperceptible mueca de desprecio hacia todo lo demas, se refleja en sus labios.  Solo levanta los ojos de lo que lee para anotar algo.  Despues vuelve a la lectura. Hace mas o menos tres semanas que no lo veia. Hoy subio al tren. Tomo asiento en su lugar acostumbrado. Estaba muy delgado. Los ojos hundidos, la barba descuidada. Puso el telefono encima de la mesa y no saco su inseparable tableta electronica.  Habia algo en el nudo de la corbata que no era igual que antes. Echo la cabeza hacia atras y cerro los ojos. De vez en cuando, secaba con un pañuelo la comisura de los labios de algo inexistente. Sono una alarma en su telefono y abrio los ojos. Busco en su maletin y extrajo una pequeña caja plastica transparente. Escogio una pastilla. La trago. Busco otra y de una botella de agua tomo un sorbo. Cerro la botella, la caja y su mirada tropezo con la mia. No habia altivez, no habia inteligencia en ella. Habia miedo. Crei ver en esa mirada una sombra de desesperacion. Volvio a cerrar los ojos. Imagino los demonios que esos ojos miran. Automaticamente, vuelve a secar sus labios. Quede por un instante observandolo a mis anchas. El hombre que leia en su tablet y escribia ya no estaba ahi. En su lugar estaba el hombre herido.

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