Sunday, September 23, 2012

Visita medica


Mi madre me dijo: ¿cuando vas a escribir algo para la puta que te parió? No piensen mal. No soy un hijo de puta. Por lo menos, no en el sentido literal de la frase. Esa fue una caricia, una forma muy particular para sumarse al entusiasmo tonto por mi blog, ese nuevo placer por la inutilidad. Quiere que diga algo sobre ella, que la incorpore de alguna forma a mis cosas queridas. Sentirse tocada por mí. Quiere que acorte distancia. Que la recuerde. Quiere hablar de fantasmas que ya el tiempo ha transformado en sombras distorsionadas. Quiere que le de lo que he perdido. Hablamos de nuestras diferentes galaxias mientras observo perplejo las telenovelas mexicanas que tanto le gustan.  Entonces le pregunto por el barrio y me cuenta cosas de un lugar desconocido, habitado por extraños  y esa distancia nos acerca. Me hace café. Lo tomo aunque ya a mi edad, no acostumbro a hacerlo tan tarde por el insomnio que me espera. Le pongo en hora el relój de pared que esperaba por mí como una trampa del tiempo para volver.  Miro el cuadro del Corazón de Jesús que le compre en un garage sale, al que le pide diariamente por todos nosotros. Prendo el pajarito plástico que canta y mueve la cabeza, junto al elefante de porcelana china y el cuadro de una ninfa de redondas tetas, rodeada de alados angelitos rescabucheadores. Y le digo mami, me tengo que ir. Otra visita de médico, contesta y siento su olor tan rico, que me lleva a sus gavetas, a La Habana. Bajo las escaleras. Ten cuidado, me dice. Desde el carro la miro. Dice adiós con la mano. Salgo del parqueo.


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