Saturday, September 15, 2012

Soñé

                                                        pintura: joel nuñez             
 

Soñé que cortaba animales. Así,  literalmente, los cortaba con una cuchilla afilada y el cuerpo cercenado caía  como la nieve que vi por primera y única vez en Atenas; despacio, con un ritmo lento que no dejaba de tener cierta belleza. No había horror en aquel acto. No me espantaba ni me agradaba. Cortaba a los animales, un gato, un perro, una lagartija muy verde y ellos no intentaban huir. Me miraban con ojos de bondad  y yo sentía un amor infinito por esos cuerpos que se entregaban a mí tan delicadamente. Era yo y al mismo tiempo un hombre hermoso que no conozco. Veía mis manos que eran las mías, pero en un cuerpo que no me pertenecía. Aquel hombre delgado, joven, dirigía mis manos que separaban en dos  a los animales y  mientras trabajaba con la cuchilla  me preguntaba por qué hacia todo aquello, si   nada de eso me importaba, más bien me daba igual.
Después estaba en un pueblo al que había llegado sin saber cómo y caminaba solitario por las calles  mirando  una serie de estatuas, algunas ecuestres, de una belleza que me aplastaba. Las figuras se alineaban a lo largo de una especie de terraplén o algo parecido a un parque desolado y sentía el silencio que se metía en mi cabeza y me hablaba y me recordaba que tenía que volver. Entonces volver era desesperante, porque no sabía cómo hacerlo. No encontraba el lugar por donde había llegado, no recordaba como volver. No sabía a donde tendría que volver. Corría entre las estatuas y algunas se movían a mi paso y me observaban desde sus alturas. Yo preguntaba a nadie como hacía y no entendía las respuestas. Volver era imprescindible,  pero no sabía a donde.
Eso soñé.

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